viernes, 29 de marzo de 2019

Dioses y héroes de la antigua Grecia de Robert Graves

Cuando la carga de trabajo aumenta y se presentan días en los que las pesadumbres del oficio (por muy vocacional y reconfortante que sea) imperan en el estado de ánimo; cuando se tiene la sensación de sofoco y además la mente se espesa, un bálsamo con propiedades realmente salutíferas es la familia, los seres queridos, la pareja, los hijos, con los cuales, haciendo cosas tan triviales como salir a comer o a pasear, conseguimos escapar, como por arte de ensalmo, del remolino impetuoso de las aulas, con sus interminables balidos, ruidos y quejas. Pero no acaban en el entorno los remedios para aliviar el espíritu. Otro calmante, que, como mano de santo contrarresta los efectos de la vorágine de la vida diaria, es la buena literatura. En casos así se agradecen lecturas amenas, de calidad y con capacidad para satisfacer los paladares más exquisitos. Se me ocurren algunas obras, pero Dioses y héroes de la antigua Grecia de Robert Graves vendría a ser alquimia pura, porque transporta al lector a un mundo de historias y personajes fascinantes, logrando transmutar el mal humor que pudiera estar lastrando al lector en secreto alborozo, admiración y una generosidad nacida de nuevo.

La joya literaria de Robert Graves, compuesta en Deià, su idílico retiro de Mallorca, es una exquisitez literaria con la que se han formado generaciones de estudiantes de clásicas y con la que deberían seguir formándose los becerros de la Logse, Loe, Lomce y como se quiera llamar a la futura ley de educación que seguramente ya tengan en mente los piratas que nos gobiernan. Para Robert Graves, del que no me consta que fuera cristiano, cualquier persona culta debía conocer la mitología griega casi tan bien como la Biblia, "aunque sólo fuera porque el mapa griego del cielo nocturno, aún utilizado por los astrónomos, era un libro ilustrado de los mitos".

En cuanto a las deliciosas historias, los llamados mitos griegos, cabe decir que tienen ese poder maravilloso de sugestión propio de las narraciones antiguas; poder que se duplica al estar narrados en una prosa fresca y genial a la altura de las mejores poesías. Y es que nadie ha sido capaz de relatarnos mejor que Robert Graves las andanzas de los dioses y héroes de la antigua Grecia, mezcla de comedia y tragedia, humor y dramatismo.

Así, al abrir el libro que contiene las exquisitas narraciones de Graves, el lector se encuentra con una introducción magnífica y, acto seguido, con un relato delicioso del palacio del Olimpo y la pendenciera familia que lo habita, con descripciones primorosas de sus caracteres, poderes, orígenes, tronos que ocupan y exóticas pieles sobre las que asentar sus posaderas. El trono de Afrodita (diosa del amor y la belleza), exuberante y espléndido, era de los más hermosos del Olimpo. Era de plata con incrustaciones de berilos y aguamarinas: el respaldo tenía forma de concha, el asiento era de plumas de cisne y, bajo sus pies, había una estera bordada con abejas doradas, manzanas y gorriones. Evocación deliciosa de un mundo fantástico en el que se regocija la imaginación y se templa el espíritu. Mas la descripción del olímpico palacio y sus moradores es sólo el principio de una serie de historia memorables y, por enésima vez, deleitosas, que nos refieren interminables aventuras, como las de la hija perdida de Démeter, Orfeo, Dédalo, Europa y Cadmo, el rey Midas, Asclepio, Teseo, entre muchas otras, como la rebelión de los gigantes y lo que ocurre en el mundo subterráneo del Tártaro...

De modo que sólo resta insistir en lo dicho. Dioses y héroes de la antigua Grecia es un exquisito libro de cuentos o mitos sumamente agradable, agradable en grado extremo, esto es, placentero para el ánimo y los sentidos; poder o facultad que sólo poseen, en definitiva, la gran literatura y los buenos libros; y éste de Robert Graves es un clásico de nuestro tiempo nacido para maravillar y restañar las dolencias del espíritu.



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