miércoles, 22 de enero de 2020

Poesía mística de Santa Teresa de Jesús

Santa Teresa de Jesús fue una escritora y mística española, de gran carácter y espíritu de lucha, que supo conciliar de modo admirable la vida contemplativa con la vida activa. De hecho, la poesía mística occidental alcanzó con ella su máxima expresión, siendo algunas de sus inmortales obras poéticas verdadera ambrosía para el alma.

Teresa fue educada en un ambiente piadoso. A los siete años se le ocurrió marcharse a tierra de moros para sufrir el martirio, pero una especie de ángel custodio la devolvió a su familia sana y salva. Sin haber cumplido los veinte años pronunció los votos perpetuos en las carmelitas de la Encarnación de Ávila. A partir de 1558, aproximadamente dos décadas después de haberse consagrado a Dios, empezaron sus experiencias místicas, cada vez más intensas. En 1560 inició una profunda reforma del Carmelo, y en 1562 fundó el primer convento de carmelitas reformadas, el de San José de Ávila. Pese a tener algunas opiniones en contra, contó con el apoyo del papa Pío IV y con el de varios religiosos, entre ellos, San Juan de la Cruz, otro místico extraordinario.

Para ayudar a sus hermanas a lograr su ideal de vida religiosa escribió Camino de perfección (1565-1570), punto de arranque de su obra mística, en el que expone sus experiencias sobre el anhelo de unión con Dios así como sus teorías sobre la oración. El libro de las fundaciones (1573) es una obra fundamental para conocer los pasos de su carrera reformadora... Finalmente, en 1578 escribió Las moradas o castillo interior, obra cumbre de la mística española. En ella, Santa Teresa de Jesús compara el alma con un castillo de siete moradas, que corresponden a los siete grados de la oración. Por su profunda sabiduría acerca de las cosas de Dios fue proclamada doctora de la Iglesia en 1970.

Sin lugar a dudas, sus sublimes Ayes del destierro representan la entraña misma de la espiritualidad mística, pero si en su obra hay un poema hermoso y calado de gracia, que además encarna a la perfección el espíritu cristiano, ese es el glorioso poema que anima a confiar sin medida en la Salud del mundo, y que reza como sigue, dejándonos sin palabras: 


Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.




No hay comentarios:

Publicar un comentario