El jugador, novela escrita por Fiódor Dostoievski en tan solo una semana, se desarrolla en Ruletenburgo, una ciudad ficticia que remite a Wiesbaden, célebre centro de baños termales en las orillas del Rin, lugar al que el renombrado autor ruso acudió en varias ocasiones entre 1862 y 1865. Este espacio de recreo, de aire sofisticado y relajado, se convierte en el escenario ideal para explorar los oscuros rincones del alma humana y la obsesión con el juego, un tema que no solo refleja las tensiones sociales, sino también la lucha interna del individuo, que se ve comprometido en un remolino alimentado por su adicción que, como todas las aficiones que generan dependencia, conduce inexorablemente al desastre.