jueves, 18 de octubre de 2012

El puente de los asesinos de Arturo Pérez-Reverte



El puente de los asesinos es un libro magnífico. Una novela que he desvestido lentamente para apreciar con lascivia bibliófila sus encantos. Esta vez Pérez-Reverte me ha convencido y satisfecho por completo, pues con su prosa quevediana, ha fabricado el libro más maduro de la serie y el de mayor intensidad dramática.

En esta séptima entrega de Las aventuras del capitán AlatristeDiegoÍñigo, y sus viejos compañeros (Sebastián Copons o el moro Guarriato), pasean armas por Nápoles, Roma o Milán, pero el principal escenario será la deslumbrante y peligrosa Venecia. A instancias de QuevedoDiego Alatriste se ve obligado a participar en una conjura a favor de la corona española: un golpe de mano en Venecia para asesinar al dogo durante la misa de Navidad, y forzar de esa manera un gobierno favorable a la corte del rey católico en ese estado de Italia.

      La Historia nos enseña que en aquella época el norte de Italia era fundamental para el reino español. Y lo era también para las demás potencias europeas. Pero lo cierto era que España mantuvo durante mucho tiempo el control sobre los territorios por los que pasaba el llamado Camino Español. Este camino, sobre el que existe un soberbio trabajo de Geoffrey Parker titulado El ejército de Flandes y el Camino Español, permitía trasladar por tierra los tercios desde Lombardía a Flandes. Las disputas entre las monarquías más poderosas de Europa entre los años 1567-1659 hicieron de las tierras italianas campos de batallas e intrigas. Intrigas entre las que se ve obligado el capitán Alatriste, que esta vez tendrá que apostar la piel en la peligrosa y exuberante república de Venecia, una ciudad atestada de putas, mercachifles y ambiciosos hombres capaces de vender a su madre y a la Virgen María si se terciara. Y así la describe, un tanto hiperbólicamente pues lo hace a través de la lúcida lengua de QuevedoPérez-Reverte: 

«República parásita (...) aristocracia de mercaderes, vive de promover disturbios a otros. Se alía con príncipes a los que teme, para destruirlos a la sorda. Más paz y victorias le dan las guerras en la que mete a sus amigos que las que declara a sus enemigos... Sus embajadores son espías, su oro estímulo de sediciones. Es gente sin más religión que su interés. (...) Alquilados sus ejércitos, vence vendiendo y comprando, no peleando... Venecia es una ramera (...) y tiene por chulos a Francia y Saboya. Y siempre fue así. Después de Lepanto, cuando Roma, España y toda Europa fiaban en los pactos establecidos, la Serenísima Zorra se apresuró a firmar en secreto las paces con el turco.»

      Pérez-Reverte hila fino en esta obra, y trabaja muy bien el planteamiento de este libro, sazonando el relato con una formidable ambientación histórica, de la cual se disfruta su sabor especial, entre el folletín de aventuras y el relato histórico de carácter épico. Con personajes cada vez más vivos y complejos, entre los cuales sobresale una creación que ya forma parte de las ilustres figuras de la literatura: Don Diego Alatriste y Tenorio. Un hombre de su tiempo, entre el soldado de honor y el asesino frío. No se le podrá llamar héroe al capitán, pero mucho menos bellaco. Un hombre, al fin y al cabo, de acero y silencios.

       En contra de lo que ha escrito la prensa, no veo en esta aventura un Alatriste más viejo y cansado. Él es desde el principio un soldado resignado, que obra según decide libremente y asume todas las consecuencias de sus actos. Es consciente de su destino, y eso le hace libre, pues la libertad es ser dueño de sí. Conoce cuál es su función en el tablero del mundo. Jamás olvida que es carne de cañón y peón de otros. Y según esto vive. El capitán está gigante en esta empresa, sobrado, épico, humano. Se bate con su enemigo Malatesta desafiándolo, amenaza dar muerte a su ahijado en cumplimiento de su deber, tortura a una joven, y se aproxima con ternura —tanta como puede manifestar un soldado veterano fogueado en sangre y traiciones— a Íñigo después de colocar su daga en la gola del mozo. Esta vez sí he caído rendido al personaje, un titan de la ficción que en El puente de los asesinos crece y agranda varios escalones su leyenda. Pero es que crecen además, Gualterio Malatesta, este sí más envejecido física y espiritualmente, e Íñigo, «un mozo de manos recias y buen ojo, sereno a la hora de desnudar la sierpe, diestro en el oficio de acuchillar y ser acuchillado. Con maneras de soldado y edad suficiente para tomar decisiones».
      
      Sin embargo, el mejor acierto del novelista es la trama paralela de Luzietta e Íñigo. Esta historia dota de densidad dramática la aventura, y eleva la categoría de la obra por encima de un relato de aventuras. Con este genial episodio vemos los límites del capitán, que debe torturar a la aterrorizada muchacha por mucho que le repugne hacerlo, para sacarle información que podría poner en peligro una misión que en el fondo le importa un bledo, pues reconoce que para las autoridades él y los suyos son iguales a una res.

       Al hilo de este episodio Pérez-Reverte recuerda al lector que son las mujeres las primeras víctimas del horror de la guerra, y también de los propios hombres. A pesar de que a veces, el escritor manifieste un peculiar concepto de unas y otros: «Toda mujer engaña. Y todo hombre muere». Ocurrencias salidas de bocas de hombres que reconocen que los tiempos y los hombres ya no son aquellos en los que crecieron, y sienten la nostalgia de un pasado que, a pesar de que pudiera haber sido áspero y difícil, siempre se recordará con añoranza.

       Por eso Íñigo escribe en su vejez de España: «triste patria a la que sólo era posible amar cuando se tenía lejos». Pero la nostalgia no significa otra cosa que dentro de nuestros corazones tenemos grabado el deseo de alcanzar el bien infinito. Una muesca en el alma que se hace sentir en viejos soldados resignados, en escritores de éxito, y en cualquier ser humano que no haya escogido tercamente ser aborrecido.

       Al fin, El puente de los asesinos me ha tatuado el recuerdo de un personaje de ficción inolvidable, y su lectura, enriquecido mi ánima con un no sé qué difícil de precisar pero que me ha llenado por dentro. En este libro hay momentos soberbios. Íñigo está increíble; Alatriste, gigantesco. La prosa admirable, y la sensación de conjunto, plena y brillante. El capitán Alatriste fue una novedad literaria revolucionaria, y el mejor de la serie hasta la aparición de esta séptima entrega que, por su inmensa ambientación, la complejidad y humanidad de su colosal protagonista, y el mayor peso dramático, la convierten en la mejor entrega de la serie. A mi complacido juicio, al menos.

LAS AVENTURAS DEL CAPITÁN ALATRSITE
  1. El capitán Alatriste
  2. Limpieza de sangre
  3. El sol de Breda
  4. El oro del rey
  5. El caballero del jubón amarillo
  6. Corsarios de Levante
  7. El puente de los asesinos

FICHA
Título: El puente de los asesinos
Autor: Arturo Pérez Reverte
Editorial: Alfaguara Editorial
Otros: Madrid, 2011, 384 páginas
Precio: 19,5 €

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