jueves, 21 de abril de 2022

Putin. El poder visto desde dentro de Hubert Seipel

Dígase lo que se quiera, para la inmensa mayoría de las personas que constituyen la sociedad occidental, Vladímir Putin es poco menos que el demonio en persona, y el haber nacido ruso, la quintaesencia del mal (no olvidemos que, en el siglo XX, idéntico sambenito fue colgado a los alemanes, y a Hitler en particular).

Sin embargo, Hubert Seipel, respetado periodista alemán, se forjó una opinión muy distinta del presidente de la Federación de Rusia, a partir de una serie regular de encuentros y conversaciones que se inauguraron entre ambos en 2010 con motivo de una entrevista sobre asuntos energéticos, y que dieron lugar, en 2017, a un excelente libro titulado Putin. El poder visto desde dentro.

Dicho libro, que consta de 320 páginas, es una aproximación al mundo de Vladímir Vladimiróvich Putin. La pretensión de su autor, como él mismo remarca, es reflejar el contexto de intereses contradictorios que han envuelto en las dos últimas décadas la vida del mandatario ruso, y, sobre todo, reflejar la perspectiva auténtica de Vladímir Putin acerca de los asuntos de interés nacional e internacional que han ido configurando su agenda política.

Sin duda, la percepción que los americanos y europeos tienen de Putin, a pesar de su profundo desconocimiento del personaje, es que éste alberga exclusivamente intenciones perversas, y que por tanto encabeza una especie de imperio del mal. De hecho, como reconoce el señor Seipel,
 «la discusión en torno a Ucrania ha exacerbado aún más la imagen de Vladímir Putin como encarnación del mal. Desde el primer momento, el conflicto ucraniano ha sido narrado como una historia estilizada del bien contra el mal, de la lucha heterogénea de la comunidad democrática mundial contra los siniestros planes de un déspota ruso». Recordemos que el presente libro se publicó en 2017 y que las palabras anteriores se refieren a la crisis de Ucrania en 2014. 

El autor señala, asimismo, que «en la nueva contienda, los hechos reales apenas cuentan. La clave de la guerra moderna es el relato». Y «en el relato mediático occidental, Putin es un personaje cuyo único propósito consiste en resucitar la antigua Unión Soviética y absorber a Polonia y a los países bálticos. Poco importa que esa hipótesis sea totalmente inverosímil». Con todo, «el caso de Vladímir Putin y Ucrania también ha abierto un debate sobre la credibilidad de los medios. No todo el mundo comparte la opinión de los periodistas y corresponsales convencionales que presentan a Rusia como única culpable del conflicto». Y concluye su diatriba contra los medios: «Desde el inicio de las hostilidades, hay un empeño por mostrar el punto de vista propio como el único correcto, dejando de lado la historia, los acontecimientos y los distintos intereses». Desde luego, ya no hay dudas acerca de que los grandes medios de comunicación ofrecen informaciones interesadas y tendenciosas, y de que no son de fiar, porque están sometidos a determinadas fuerzas plutocráticas.

Por otro lado, Seipel asegura que «la Unión Europea y los servicios secretos alemanes repiten una y otra vez las acusaciones de los servicios secretos estadounidenses». ¿Será porque están a su servicio?

El otro punto de vista, el de los rusos, y en particular el de Putin, que es el que no se difunde por ejemplo en España, ofrece una versión como mínimo tan estimable como la de sus enemigos. En este sentido, «la clase dirigente de Moscú no ve las sanciones occidentales como un castigo político ejemplar pensado para hacer entrar en vereda a su país, sino como un elemento estratégico de una guerra oficialmente no declarada. Objetivo: seguir ampliando la UE y la OTAN hasta las fronteras de Rusia. A ojos de Vladímir Putin, la supuesta cruzada de Occidente en nombre de la autodeterminación y la democracia es en realidad la prolongación del empeño por poner coto a la influencia rusa».

Desde su primer mandato presidencial, Putin ha denunciado insistentemente el doble rasero de Occidente. Y le ha ofendido, especialmente, el modelo de corrección política y moral que está tratando de exportar a todo el mundo Occidente y que Occidente no se haya tomado en serio los intereses nacionales de Rusia. Hizo púbico su malestar en su discurso en el Bundestag en 2001, en la conferencia de seguridad de Múnich de 2007, en la clausura de la conferencia de la OTAN, a la que fue invitado, en 2008, y más recientemente muchas otras veces. En su discurso ante las autoridades de la OTAN, de hecho, recordó que ellos también tienen intereses y que en Ucrania viven 17 millones de rusos. Además, advirtió a sus oyentes que «la creación de un potente bloque militar ante nuestras fronteras se contemplaría en Rusia como una amenaza directa a la seguridad de nuestro país».

Al hilo de estas amargas pero educadas quejas el autor del presente libro continúa exponiendo la visión de Putin, y sus protestas sobre la ampliación, a ritmo acelerado, de la OTAN, cuando la alianza militar soviética, el Pacto de Varsovia, se disolvió tras la desaparición de la Unión Soviética. Al respecto, observa Seipel que fueron muy comentadas las declaraciones de Putin sobre la caída de la URSS, hecho que calificó como «una de las mayores catástrofes geopolíticas del siglo XX». Pero Putin se refería con este hecho a un drama social derivado de la caída del gigante soviético y a un grave error político cometido por los dirigentes comunistas. Por un lado, con el derrumbamiento de la URSS, de la noche a la mañana, más de 20 millones de rusos se encontraron de repente viviendo en otros Estados obligados a asumir su condición de extranjeros. Por otro lado, Rusia, que perdió peso político y capacidad de influencia, no supo imponer a Occidente los límites de su avance. Y el avance estaba previsto tiempo ha, como señala Putin al hacer referencia al antiguo asesor de seguridad norteamericano Zbigniew Brzezinski, en cuyo importante libro, El gran tablero mundial: la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, de 1997, declaró, de manera diáfana y concreta, las intenciones con respecto a Rusia del imperialismo norteamericano. 

Llegada al Kremlin y guerra contra los oligarcas

En cuanto al resto de contenidos, en los 21 capítulos que componen el libro, el periodista alemán consigue despejar las dudas acerca del ascenso de Putin al poder. Dejada atrás su época de agente de inteligencia, Putin accedió a la política local en San Petersburgo, y poco después, tras sus virtudes como gestor (lealtad, eficacia y discreción) el presidente Yeltsin lo admitió en su círculo de confianza, dando el salto definitivo a Moscú. Los poderosos creyeron que Putin, a pesar de sus cualidades, era un hombre sin ambiciones y con mentalidad de subordinado, pero pronto se demostró que estaban equivocados, y que no era tan fácil de manipular como pensaban. De hecho, ya desde su primer mandato presidencial Putin lideró, con aplomo y seguridad, la guerra de Chechenia, y desató una feroz ofensiva contra los oligarcas, como Borís Beresovski y Mijaíl Jodorkovski, imponiendo finalmente su idea de lograr un Estado fuerte e independiente frente a las fuerzas plutocráticas. Para el mandatario ruso «las empresas no deben inmiscuirse en la política». Y con él ya no lo hacen.

Es más, a nivel económico «la meta política de Vladímir Putin es crear un espacio económico que abarque desde Vladivostok hasta Lisboa». Una zona de libre comercio sin aduanas, y una política industrial común con la UE, con exención de visados. Sin embargo, la UE está empeñada en dar la espalda a sus vecinos rusos. USA también presiona. El historial de falsas banderas, artificio en el que son expertos, prueba hasta qué extremo saben jugar sus cartas los norteamericanos.

Fe ortodoxa y relación entre Iglesia y Estado

Un relevante rasgo de Putin ignorado en Occidente es que el presidente de la Federación de Rusia es cristiano ortodoxo. Seipel destaca en el libro que Putin tiene una especie de director espiritual, el padre Tijon, abad del monasterio de Sretenski, el cual reconoce que Putin es muy responsable con sus deberes religiosos, y comulga y confiesa regularmente. Además, para el autor del libro, «la posibilidad de reeditar la antigua alianza de trono y altar en Rusia no es despreciable». Putin ansía crear una identidad rusa más fuerte con ayuda de la religión. También revitalizando la historia, lo cual a su juicio contribuye a forjar el espíritu nacional.

Influencia extranjera y soberanía

Según revela este magnífico libro, uno de los mayores empeños de Putin a lo largo de sus tres mandatos presidenciales ha sido reducir el papel de las organizaciones no gubernamentales extranjeras en Rusia. Las autoridades rusas no albergan dudas acerca de la influencia extranjera en su país. Dichas organizaciones financian a grupos opositores. Y las revueltas populares en el entorno ruso, como por ejemplo en Georgia y Ucrania, estuvieron cuidadosamente planeadas. Para Seipel esto es claro como un espejo. Y da detalles y nombres de conocidas empresas y supuestos filántropos. «Soros ha intervenido e interviene con éxito en cambios de Gobierno en el antiguo bloque oriental. Como en Serbia, Georgia o Ucrania»

La guerra de Georgia en 2008 y la crisis de Ucrania en 2014

Hubert Seipel concluye que EE. UU. ha conseguido acorralar en los últimos años a Rusia, y que el conflicto de Georgia fue el ensayo general por medio del cual se preparó el conflicto posterior de Ucrania, en el cual desembocó aquél. No en vano, para Vladímir Putin, «el conflicto con Georgia confirmó la creencia de que los medios militares son, al parecer, el único lenguaje que entiende Occidente cuando se trata de hacer valer los intereses rusos. La guerra marcó un punto de inflexión y convirtió en certeza la sospecha, largamente albergada, de que Occidente, y en especial EE. UU., aprovechan todas las oportunidades que se les presentan de desestabilizar Rusia»

Por descontado, Ucrania y Rusia poseen una historia común. Pero «el cambio de Gobierno en Kiev, igual que antes en Georgia, sigue un esquema bien conocido: descontento popular, canalizado hacia la acción política con apoyo de organizaciones no gubernamentales occidentales. (...) Los financiadores son los mismos que en el caso de Georgia. (...) Desde 2002, solo el Departamento de Estado de EE. UU. ha gastado 65 millones de dólares de los contribuyentes americanos en las elecciones ucranianas»Así pues, a ojos de Putin, «la cruzada mundial de Washington por la democracia y la libertad no sería tanto una misión ética sino más bien un arma eficaz de combate que EE. UU. utiliza para consolidar y ampliar de manera continua su ámbito geopolítico». Por ello tras los sucesos de la plaza de la Independencia de Kiev, Vladímir Putin se decidió a defender unilateralmente los intereses de Rusia, anexionando de inmediato la península de Crimea a la Federación Rusa. Y en febrero de 2022, como sabemos, ordenando una operación militar en Ucrania, todavía en marcha, y que en el fondo enfrenta a Rusia contra EE. UU.

Conclusiones

Las claves de los conflictos internacionales no se encuentran en la superficie de los hechos ni en los medios de comunicación. Son subterráneas. Y sus actores principales gestionan los conflictos entre bastidores. Eso sí, de acuerdo a motivaciones e idearios que en ocasiones han sido manifestados por ellos mismos y están al alcance del gran público, lo cual permite explicar en buena medida lo que ocurre en el mundo. En este sentido, para poder tener criterio propio y no comportarnos como hombres programados, importa sobremanera cuestionarlo todo y beber en buenas fuentes; esto es, adquirir noticias o conocimientos de obras dignas de todo crédito, como este magnífico libro titulado Putin. El poder visto desde dentro


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