sábado, 16 de agosto de 2025

Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios | José Carlos González-Hurtado | Reseña y comentario crítico

¿Puede la ciencia moderna conducirnos hasta Dios? José Carlos González-Hurtado, empresario y divulgador español, está convencido de que sí. En Nuevas evidencias científicas sobre la existencia de Dios ofrece una obra de singular ambición: mostrar que la existencia de Dios no sólo es una cuestión de fe, sino también una hipótesis razonable y sólidamente sustentada. El propio autor lo reconoce sin rodeos: se enfrenta aquí al problema más decisivo de la historia humana, aquel que da sentido —o lo niega— a la existencia misma.

No resulta casual que abra su primera parte con un versículo de un salmo: «Yavé mira desde el cielo a los hijos de los hombres para ver si hay quien sea sensato y busque a Dios». Una cita que, más que enmarcar, ilumina el propósito de estas páginas: invitar al lector a pensar, a buscar con honestidad intelectual lo que late detrás del orden del cosmos.

La estructura del libro es clara y didáctica. Consta de cinco partes: una primera de precisiones conceptuales, donde se define qué entendemos por «Dios»; una segunda centrada en la física y la cosmología; la tercera dedicada a las matemáticas; la cuarta, a la biología; y una quinta que aborda el fenómeno del ateísmo. A lo largo de todas ellas se van desmontando, con rigor lógico y no poca ironía, los tópicos y objeciones de los ideólogos ateos más influyentes de las últimas décadas, entre los que destacan nombres tan mediáticos como Richard Dawkins, Michel Onfray, Daniel Dennett o Christopher Hitchens, objeto de críticas certeras y, en ocasiones, de una ironía que no disimula su dureza.

El tono es divulgativo, directo, casi coloquial, pero la materia no se resiente de esa cercanía: los argumentos están reforzados por innumerables citas de científicos de reconocido prestigio en sus campos, que avalan la consistencia de la propuesta. Hay momentos en que el autor se muestra especialmente incisivo, incluso mordaz, frente a la superficialidad con la que algunos defensores del ateísmo han pretendido clausurar el debate.

No deja de ser revelador que algunos de los pensadores más influyentes del siglo XX —y en principio declarados ateos— acabaran cediendo ante la fuerza de la evidencia o de la experiencia interior: Antony Flew, el gran filósofo analítico que reconoció la necesidad de postular a Dios como explicación racional del universo; Manuel García Morente, cuya conversión quedó sellada por una lección de Dios fulminante y luminosa; o André Frossard, que entró incrédulo en una iglesia parisina y salió creyente, incapaz de negar la certeza de lo que allí había acontecido. Estos itinerarios personales, tan sorprendentes como veraces, se suman al testimonio implícito del libro: que la razón, cuando se abre, acaba conduciendo a la trascendencia.

Podría señalarse un defecto de tenor histórico: la reiterada comparación entre los regímenes nazi y soviético como ejemplos de ideologías ateas. El señalamiento de los males históricos del ateísmo político es comprensible, pero el caso del nacionalsocialismo, complejo en sus motivaciones religiosas y pseudorreligiosas, merecería matices que aquí no se ofrecen. Por ejemplo, incluir en un cuadro estadístico que el Holocausto causó 17 millones de muertos, abarcando principalmente judíos, eslavos, gitanos y católicos, es un error grave que ningún historiador serio puede sustentar. Asimismo, habría sido deseable una mayor atención al papel de la tradición filosófica, que se menciona apenas de pasada y cuya integración habría enriquecido la argumentación. No obstante, es justo reconocer que la obra se centra principalmente en presentar las más actuales evidencias científicas en favor de la existencia de Dios. En este sentido, merece especial mención el excelente prólogo de Fernando Sols, catedrático de Física de la Materia Condensada en la Universidad Complutense de Madrid, que añade prestigio y rigor al volumen.

Después de todo, en lo esencial el libro de González-Hurtado resulta contundente. Con un estilo accesible y un sólido respaldo científico, confirma lo que la experiencia y la razón han intuido siempre: que el ateísmo es, en el fondo, una frivolidad intelectual. Lo cierto es que hay evidencia suficiente para quien está dispuesto a reconocer en la creación la huella del Creador, pero nunca la habrá para quien se niega a verla. El ateísmo, más que neutralidad, se revela como una fe en negativo: una creencia obstinada que, contra la lógica más elemental, se empeña en combatir lo que asegura inexistente. Resulta desconcertante, por ello, que se invierta tanto empeño en negar lo que se proclama irreal. En último término, el ateo necesita a Dios, aunque sea para negarlo.


José Carlos González Hurtado


No hay comentarios:

Publicar un comentario