jueves, 11 de diciembre de 2014

Comentarios de cine: Exodus de Ridley Scott

¿Por qué un ateo habría de estar interesado en hacer una película sobre un relato bíblico sino para desacreditarlo? O para distorsionar el episodio, contemplándolo desde una posición escéptica, y quién sabe si además interesada. Ridley Scott es perro viejo, y procede de la meca del cine, ¿qué puede esperarse de él? Con Blade Runner ensalzó la inteligencia artificial, emparejándola con la humana; en Alien hablaba de razas extraterrestes, dando a entender que ni mucho menos estamos solos en el universo, y que por tanto no somos especiales. En Gladiator firmó su gran manifiesto político. Después, en El reino de los cielos, hurgó en la falsa concepción de un islam medieval pacífico, cuyos líderes eran "humanistas y pacíficos", en palabras del doctor de estudios estratégicos Jean-Michel Valantin. Recientemente, con Prometeus, postula un origen extraterreste del hombre, y por tanto no divino; y ahora nos presenta en Exodus a Moisés como un esquizofrénico, y a Dios, como un monstruo que mata niños. En fin, que el señorito apenas apesta a modernismo. Pero además de todo esto, que yo puedo controlar porque es observable para mí, lo que se me escapa totalmente es qué motiva al público a ver una película que versa sobre un episodio histórico-religioso, si la mayor parte del público que va a verla tiene efectivamente la misma opinión que el director de la cinta, es decir, que no creen en el Dios de Moisés ni les importa un pimiento. Y si además no conocen la historia, y se encuentran con ella por primera vez a raíz de esta película, ¿se puede esperar de ellos que conciban más tarde algo ajeno a ésta? Sea como fuere, lo que me interesa aquí es hacer algunas observaciones a la versión del éxodo que plantea Ridley Scott en su última película.

Ahora bien, en vez de desarrollar un comentario al uso, expondré una serie de conclusiones a modo de síntesis de aquello que me ha sugerido la cinta:


  • Quien peor parado sale de Exodus es Dios sin lugar a dudas. Las palabras que el Faraón dirige a Moisés son las más cuidadas de todo el relato: "¿Éste es tu Dios? ¿Un asesino de niños? ¿Qué fanáticos pueden creer en un Dios así?". Miserable simplificación de un misterio enorme como son las plagas bíblicas que sufre Egipto en época de Moisés. Pero unas miserables palabras que parecen escogidas con cuidado para suscitar la reacción del espectador y ganarse su conformidad.
  • Precisamente la figura que representa a Dios (en realidad se trata de un ángel del Señor, Ex. 3, 2) es un niño de aire siniestro, que trata con Moisés de manera impropia y que en el fondo es un personaje monstruoso, en virtud de su conducta cruel e inhumana.
  • Moisés por su parte es tratado primero como un hombre descreído, y más tarde como un fanático. Sin embargo, para que su relato se parezca al original, Ridley Scott debe ceder y mostrar una serie de signos. Signos que para el director no son de origen sobrenatural. Por ejemplo, no hace que el mar Rojo se divida en dos, sino que lo seca para que los judíos pasen por él, cobrando así verdadero sentido el comentario que hace Josué o Aarón sobre si la marea es alta o baja; comentario al que Moisés responde diciendo que eso no es relevante. Y sin embargo, lo es. Pues para Ridley Scott el paso del mar Rojo puede ser explicado por causas naturales. 
  • Por último, el misterio de los judíos, que aún siguen en camino y en espera de su añorado mesías. El cierre de la cinta los presenta precisamente en camino, en medio del desierto, hacia la tierra prometida. ¿Quiénes son realmente los judíos? ¡Gran misterio! Y por tanto un hilo del que tirar para comprender la historia y esta versión sui generis de Ridley Scott.

Dicho lo que me parece más importante, y sin entrar en simbolismos, en los que la cinta es rica, ¿habremos de extrañarnos, no obstante, si en algún momento oímos a alguien conocido decir que Ramsés II fue hermano de Moisés, o con motivo de haber visto El Código Da Vinci, que alguien defienda que María Magdalena fue esposa de Jesús? Por eso es lamentable la educación institucional, ¡y obligatoria!, que reciben las personas del mundo occidental; especialmente lamentable si los maestros y profesores no les han contado a sus alumnos que las novelas y películas no son fuentes válidas de conocimiento histórico. Pero en fin, San Jerónimo en la Vulgata mantenía eso de "stultorum infinitus est numerus", es decir, que el número de tontos es infinito, seguramente influenciado por Cicerón, que por su parte dijo también: "Stultorum sunt plena omnia", o lo que es lo mismo, que todo está lleno de necios. 

En fin, para acabar este comentario me parece importante reflexionar sobre el valor real del cine actual, y sobre el propósito de una cultura popular, o comercial, prostituida, de ínfimo nivel y eficazmente tramposa. Me valdré para ello de un diálogo extraído de una maravillosa serie norteamericana llamada El ala oeste de la Casa Blanca, y que traté en su día en La cultura en las series de televisión:



TOBY: Las películas de Larry Posner son muy violentas.
SAM: También lo es El Padrino. Lo que quieres decir es que las películas de Larry Posner son muy… malas.
TOBY: No, lo que quiero decir es que las películas de Larry Posner son el reflejo de un Hollywood excesivamente violento. Arrogantemente violento. Y promueve la violencia y la falta de respeto a la vida humana. De todas formas no podemos reprender a Hollywood el martes y pasar a cobrar su cheque el miércoles. ¿Cómo vamos a hacer eso?
BARTLET: Porque es Hollywood, ¿a quién le importa?
TOBY: (confundido) Espere un momento señor Presidente. Estoy escribiendo un discurso para la industria del espectáculo en el que más que sugerir les decimos directamente que gran parte de su producto es corrupto. Pero, ¿por qué hacemos eso? ¿Porque creemos que ha llegado el momento de que se tomen en serio su liderazgo moral o bien porque nunca nadie ha perdido unas elecciones atacando a Hollywood?
BARTLET: ¿Por qué no ambas cosas?
TOBY: ¿No es hipocresía, señor?
BARTLET: No…
TOBY: (Interrumpe) ¿Por qué no?

BARTLET: Porque Sam tiene razón. No es que las películas de Larry Poster tengan sexo gratuito y violencia gratuita, es que son una mierda, son horribles, pero la gente va a verlas porque tienen sexo y violencia gratuita. Ahora bien, si pudiéramos conseguir que la gente dejara de ir a ver películas malas, Posner dejaría de hacerlas. (Los chalados y estas mujeres, 1.05)

Ingenuo idealismo el de esta mítica serie. Ingenuo, digo, porque pasa por alto la intencionalidad de los responsables hollywoodienses. Entonces, llegados a este punto, hay que plantearse qué grado de responsabilidad asumen los adultos del mundo occidental, y de si es justo o no, como opinaba el gran Lope de Vega, que puesto que el vulgo es necio es forzoso hablarle en necio para darle gusto. Y no es descabellado lo que pensaba el fénix de los ingenios. Así que puede que sea justo lo que decía el literato porque el vulgo en realidad se merece la cultura que tiene, pero en el fondo todos hemos sido en algún momento incultos, y la cultura y el buen gusto se cultivan y requieren tiempo y dedicación. Además de maestros que guíen con su luz a los que aún caminan a oscuras. 

Por eso el hombre cultivado no debe renunciar a señalar de alguna manera el camino a los que no ven más allá de lo que se les representa delante de sus narices. Y por eso mismo La cueva de los libros no será jamás un espacio en el que se le diga a la gente lo que quiere escuchar.


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