martes, 24 de septiembre de 2019

Batman: El Príncipe Oscuro de Enrico Marini

Esta tarde me sorprendía gratamente una alumna al decirme que piensa iniciar una saga de DC Cómics. Al mismo tiempo, me pedía que la ayudara a escoger entre dos superhéroes: Supermán o Batman. Yo no leo tebeo americano, muy poco europeo y algo más japonés. Pero entre Supermán y Batman me parece más interesante el personaje de Batman. Eso es lo que le he dicho. Y también que conozco varias obras del hombre murciélago. No le he citado el trabajo de Frank Miller (por presentar a un Bruce Wayne ya maduro y con su clandestino historial prácticamente concluido). Tampoco la del oscuro Alan Moore. Pero sí le he hablado de la reciente obra de Enrico Marini: El Príncipe Oscuro.

Batman: El Príncipe Oscuro es una aproximación correctísima, e incluso visualmente impecable, a la figura del hombre murciélago. El guión es sencillo, y la historia, el clásico rescate de un ser que resulta importante para el protagonista. El impedimento o villano escogido en este caso por Marini es el archienemigo de Batman, esto es, el rey del crimen; es decir, el Joker. De todo ello resulta, obviamente, una frenética carrera contrarreloj por los peligrosos suburbios de Gotham para salvar una vida, la vida de una misteriosa joven relacionada con los dos principales personajes.

La presente novela gráfica incrementa, así pues, una larga lista de aventuras del Príncipe Oscuro, que, a pesar de su magnífico aspecto, no imprimirá un recuerdo indeleble en la memoria de sus lectores.

Respecto a la figura del superhéroe en cuestión, quisiera decir también algunas cosas. Más allá de la utilización que los diversos guionistas han hecho del hombre murciélago, adobando al mismo según las pasajeras modas ideológicas, me interesa referirme a su posición con respecto al crimen. Por un lado, existe una tremenda necesidad de historias esperanzadoras donde estén perfectamente perfilados los bandos del bien y del mal y sus integrantes no presenten ni un solo gramo de ambigüedad. Aunque ello vaya en detrimento de la complejidad de los personajes y del aparente atractivo con el que pudieran seducirnos. Por otro lado, es verdad que con Batman se desdibujan a veces esos contornos. Recuerda algo a Dexter, pero no tanto como se ha dicho. Y eso puede ser bueno y puede ser malo, el hecho de que Batman recurra en ocasiones a medios ilícitos, porque cuando se señala a Batman y se le tilda de sujeto díscolo, se está olvidando que a quien no se ajusta el valiente de Bruce Wayne es a unas autoridades absolutamente corrompidas, de las cuales, por cierto, ya no puede esperarse justicia alguna. En este sentido, va resultando cada vez más evidente, de acuerdo a los tiempos que corren y, sobre todo, al panorama desolador de Gotham, que la iniciativa del potentado Bruce Wayne es perfectamente legítima e incluso encomiable. 

Precisamente esta vertiente, diríamos política, es la que explora Christopher Nolan en su vitoreada y ruidosa versión del superhéroe. Pero aún hay perspectivas tanto o más sugerentes. Por ejemplo, el plano moral, que puede explotarse aún ampliamente mostrando las pesadillas del hombre de carne y hueso que se esconde bajo el disfraz de Batman, y cómo éste soporta el peso de vivir en un ambiente tan poco saludable, sumergiéndose en determinados momentos incluso en los infiernos de una ciudad (léase mundo) envilecida, descompuesta e irrecuperable.

¿Es por tanto la cruzada de Batman una angustiosa utopía? ¿Cabe esperar que alguna vez salga el sol para Gotham? O lo que es lo mismo, ¿puede el hombre con sus propias fuerzas acabar con la maldad que padecen los hombres en toda la extensión de la Tierra? ¿Qué clase de «superhéroe» haría falta para cumplimentar semejante contienda, si los esfuerzos de todos los superhéroes resultan inútiles, y además se comprueba una y otra vez, en mayor medida de lo deseado, no sólo cómo triunfan los malos, sino cómo éstos son sucedidos enseguida por otros igual o peores en caso de caer en desgracia? En definitiva, sin ese redentor no humano que por supuesto está ausente en los cómics de superhéroes norteamericanos, la humanidad no tiene salida y no puede escapar a la depravación de los villanos ni a sus infinitas ansias de destruirlo todo y sembrar caos y discordia. Y así, sea intencionado o no, las aventuras de Batman y otras del estilo muestran al menos esta realidad palpable. En cualquier caso, lección en absoluto insignificante.

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