martes, 2 de junio de 2020

Dominio: una nueva historia del cristianismo de Tom Holland (II) Antigüedad

La primera de las tres partes en las que se divide Domino se centra en el nacimiento y la evolución del cristianismo durante la Antigüedad, época que el autor británico extiende hasta la irrupción en la Historia del islam. 

Lo más destacado del reciente ensayo de Tom Holland es el análisis que ofrece a partir del contraste entre la nueva doctrina cristiana y el cosmos grecorromano, con su personalidad y cultos definidos a lo largo de muchos siglos. 

Sin embargo, el bautizo dio inicio a una nueva identidad, marcada por la fe en un Dios que menospreciaba la grandeza terrenal. En realidad, «sufrir como lo había hecho Cristo, recibir golpes y padecer abusos o humillaciones era compartir su gloria». «Los cristianos habían dado la vuelta a todas las creencias que guiaban la actuación de las autoridades romanas, redefiniendo la sumisión como triunfo, la humillación como algo glorioso y la muerte como vida». Hasta Constantino, los cristianos fueron vistos con recelos y repetidamente perseguidos y masacrados. Pero el emperador no tardó en reconocer que su deber era asegurar la estabilidad del mundo practicando la religión correcta, y que los cristianos, paradójicamente, estaban dominando el mundo.

El cristianismo, desde luego, logró una revolución insólita que permeó todas las capas sociales. Sus hombres ilustres, como Orígenes y San Agustín, desarrollaron la filosofía griega para mostrar cómo un hombre torturado hasta la muerte en una cruz podía ser divino, y cuáles era sus implicaciones. Otros, como Martín de Tours, enseñaban que la caridad cristiana poseía raíces muy profundas. Y sus cadáveres ejercían un influjo insospechado, revelando un poder que los santos seguían manifestando incluso muertos. La nueva religión igualó a los amos y a los esclavos. Posteriormente consiguió abolir la esclavitud. Atrajo a analfabetos y sabios. Señaló que la dignidad es intrínseca a todas las personas, sin distinción. Hizo abandonar a los pagani sus costumbres bárbaras, como los horribles sacrificios que ofrecían a sus dioses insaciables. Por eso algunos templos y santuarios fueros destruidos, otros fueron consagrados a la religión del único Dios vivo, y la gran mayoría olvidados, «para que fueran pasto de las hierbas, los animales salvajes y los excrementos de las aves». Y hasta el propio tiempo fue convertido. El erudito monje anglo, Beda el Venerable, fijó la Encarnación, es decir, la entrada de la divinidad en el vientre de la virgen María, como el momento sobre el que giraba toda la historia. Por primera vez, los años se midieron según si habían transcurrido antes o después de Cristo (anno Domini). La venida de Cristo se había convertido en el eje fundamental del gran transcurso de los eones.

A lo largo de los siete capítulos en los que está dividida esta primera parte, Holland también se detiene en la tensión que propone el cristianismo entre ricos y pobres, y sobre todo, en el uso legítimo de las riquezas. Asimismo, trata la tensa espera del «inminente» regreso de Cristo, que en la Antigüedad se sintió muy cerca, pues los cristianos tenían muy presentes las apremiantes palabras de Cristo.

Respecto a la aparición sorprendente del islam en el siglo VII y su expansión incontrolable, resulta curioso, y revelador, que el historiador inglés menosprecie las gestas de los cristianos españoles o hispanos y no mencione si quiera la batalla de Covadonga. Lo cierto es que aunque la Reconquista se inicia a partir del siglo en que se libra la batalla de Poitiers, no fue esta batalla, como pretende el autor, la que decide la supervivencia del legado cristiano, sino el esfuerzo de los cristianos hispanos que no sólo detienen el avance impetuoso del islam por Europa, sino que con el tiempo dominan a los mahometanos y los expulsan de la península ibérica. 

Por último, la segunda parte, que aún no he leído y se titula Cristiandad, parece que seguirá por esta misma línea, propia del establishment británico, de negar a España sus logros, comulgando entretanto con una visión diluida del cristianismo, que me temo será presentada finalmente a los lectores en la tercera parte de este libro, llamada Modernitas

Y es que quien no quiera vivir engañado en los tiempos que corren, ha de estar con cien ojos. Y me parecen pocos.

En cualquier caso, la lectura no se hace pesada y el autor detalla bastante bien su reconstrucción de los primeros siglos del cristianismo. Veremos cómo prosigue.



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