El regreso de los dioses es sin duda el ensayo más valioso que he leído en los últimos años sobre los males que afligen a la cultura contemporánea. Porque, a partir de la Sagrada Escritura y, por tanto, teniendo una mirada espiritual, determina con exactitud la naturaleza de su enfermedad mediante la observación de sus síntomas. No es un ensayo como tantos otros que enumeran las manifestaciones reveladoras de una enfermedad o levantan estadísticas: es, más bien, una lectura profética del tiempo que vivimos, penetrante y profundamente articulada en la lógica misma del espíritu.
Su autor, Jonathan Cahn, es un judío mesiánico, parte de esa corriente viva y sorprendente de creyentes que, sin renegar de sus raíces hebreas, reconocen a Jesús como el Mesías prometido y aceptan el Nuevo Testamento como revelación divina. Esta doble pertenencia —al Israel bíblico y al Cristo redentor— le concede una perspectiva singular, en la que confluye el lenguaje del Antiguo Testamento y la luz definitiva del Evangelio. En consecuencia, la voz de Jonathan Cahn se alza como la de un antiguo profeta que, sin estridencia pero con apremio, señala el rostro oculto del mal en las estructuras modernas.