martes, 13 de agosto de 2019

Capitanes intrépidos de Rudyard Kipling

La crítica de su tiempo lo saludó unánimemente como un verdadero genio, y con el tiempo, el gran escritor y poeta inglés Rudyard Kipling, llegó a convertirse casi en un símbolo nacional. En 1907 se le concedió el Premio Nobel de Literatura, habiendo ya ejercido con sus relatos un poderoso influjo sobre jóvenes y adultos. Se ha dicho, seguramente con mucha razón, que pocos escritores han superado a Kipling en la interpretación del alma de niños y adolescentes. Y es que en su abundante obra descuellan, con luz propia, los personajes juveniles que protagonizan las más sorprendentes aventuras. Precisamente una de esas aventuras, Capitanes intrépidos, me parece sumamente recomendable, pues su lectura equivale a una lección de vida que apenas tiene parangón si lo que nos interesa de un libro es su utilidad para la formación de una buena conducta.

Capitanes intrépidos es la historia de un chico malcriado, desvergonzado, engreído y caprichoso, hijo de un multimillonario norteamericano, que tras un accidente en alta mar sufre una transformación inconcebible. A Harvey Cheyne nunca le falta un buen fajo de billetes en el bolsillo, al tiempo que su madre —que vive pendiente de él— le satisface todos sus caprichos en cuanto el muchacho abre la boca. Un buen día, cuando madre e hijo atraviesan el Atlántico con dirección a Europa, Harvey se cae al agua. Por suerte unos pescadores le salvan de morir ahogado. A partir de entonces comienza para Harvey una nueva vida, a bordo del velero "Aquí estamos", una embarcación de pescadores en la cual "ocurren muchas cosas que escapan a nuestra compresión", pero en la que sobre todo hay que trabajar duro, conviviendo con otros compañeros al tiempo que se soporta "el humor cambiante del mar".

Así que entre rudos pescadores Harvey acabará modificando su forma de ser. Al lado del capitán Disko Troop, de su hijo Dan, de Manuel, Tomás Platt, Jack el Largo, el tío Salters, o el cocinero negro del velero, Harvey se enriquece con valores que no se compran con ningún fajo de billetes: amistad, compañerismo y el ejemplo de unos hombres que le enseñaron a ser, como ellos mismos, un hombre de provecho.

Al final del relato, cuando Harvey ha concluido su faena en alta mar y el velero regresa a puerto, se reúne con su familia que lo creía muerto. Es entonces cuando Harvey escucha por primera vez, de labios de su padre, cómo llegó éste a ser millonario. Solo entonces, tras su experiencia a la intemperie, Harvey valora las cosas, es decir, los sacrificios y esfuerzos de sus padres por sacarlo adelante. De su padre Harvey recibe precisamente uno de los consejos más hermosos de la obra: "pórtate bien con las personas decentes; podrás necesitarlas más tarde. Ante todo, debes guardar todos los conocimientos librescos que hayas adquirido en tus estudios. Es la mejor inversión que puedes hacer, Harvey".

Sin duda, Capitanes intrépidos es un hermoso canto de gratitud y amor hacia nuestros padres. Pero no es tan solo eso: es, más ampliamente, una gran lección de vida, a través de la cual se nos inculca la importancia del trabajo bien hecho y lo importante que es la camaradería o amistad con nuestros semejantes.


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