jueves, 1 de agosto de 2019

Jefe Atta (el secreto de la Casa Blanca) de Pilar Urbano

Hace más de quince años, en 2003, me asomaba obsesionado a las vertiginosas páginas de la investigación de Pilar Urbano sobre los atentados del 11/S contra las Torres Gemelas, el Pentágono y la Casa Blanca. Por aquel entonces ya conocía el valioso libro de Thierry Meissan, La gran impostura, publicado un año antes, y en el que se afirmaba, ni más ni menos, que los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron en realidad una operación de falsa bandera orquestada por el propio gobierno de los Estados Unidos. La autora de Jefe Atta, por supuesto, no llegaba a tanto, pero al menos sembraba dudas acerca de la credibilidad de la versión oficial y de las verdaderas intenciones de George W. Bush y su gobierno.

Quienes a día de hoy están convencidos, como lo estoy yo, de que los atentados del 11 de septiembre fueron un complot gigantesco que dio paso a un nuevo orden internacional, y han llegado hasta las entrañas del asunto, saben que no es precisamente al fondo del asunto hasta donde llegó en su día Pilar Urbano con este libro. Y lo saben en cuanto llegan a la página trece, es decir, a la página de agradecimientos.

Es posible, sin embargo, que en ese momento, dos años después de los atentados, la periodista española no estuviera en disposición de arrojar más luz sobre asunto tan turbio. Yo creo, sin embargo, que periodistas de ese nivel, que publican libros en grandes editoriales y presumen de ofrecer al público reveladoras investigaciones, no mantendrían su privilegiado estatus, por no decir que caerían inmediatamente en una especie de ostracismo mediático, si realmente descubrieran al público los secretos por los cuales los poderosos están dispuestos a encargar la muerte de personas incómodas. 

Finalmente, la autora de Jefe Atta, tal vez para parecer objetiva y resultar imparcial e independiente, pretendía liquidar el relato maniqueo de los hechos, presentando una Administración norteamericana con lunares inquietantes en su haber, tal y como anunciaba por cierto en la dedicatoria de su libro (a las víctimas de Mohammed Atta y su célula y a las víctimas de George W. Bush y su ejército). Curiosamente, del mismo modo presentaba la formidable serie Homeland años después a la Administración norteamericana en sus dos primeras y formidables temporadas. Con todo y con eso, a la periodista valenciana se le puede reprochar que después de sembrar la sospecha acerca de la supuesta célula de Al Qaeda al describir sus inclinaciones hedonistas, materialistas y por tanto totalmente occidentales, siga insistiendo en que esos pobres diablos de Mohammed Atta y su banda fueron los que se llevaron por delante unos cuantos centenares de almas, cuando sus propios perfiles, y las escandalosas lagunas de la versión oficial, nos hacen pensar que ese grupo de supuestos yihadistas fueron en realidad los chivos expiatorios de este macabro atentado que cambió, de forma alarmante y radical, la faz del mundo.



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