viernes, 13 de marzo de 2020

Sueño de una noche de verano de William Shakespeare

A través de cinco actos, Shakespeare desarrolla en Sueño de una noche de verano una etérea y deliciosa comedia que discurre en torno a las correspondencias entre la realidad y la ilusión, la naturaleza del amor "romántico" y los caprichos criados por éste.

La mascarada que nos propone en esta ocasión el universal dramaturgo se sitúa en Atenas y un bosque contiguo. Impregnada de magia y feliz comicidad, la comedia cuenta la historia de dos parejas de enamorados (Lisandro y Hermia, y Elena y Demetrio), que a causa de su amor, y de los seres invisibles que habitan el bosque y deciden tomar partido, se enfrentan a las autoridades y al destino, arriesgan sus vidas, juran fidelidad eterna, disputan y son terriblemente confundidos, formando un vodevil exquisito que invita a troncharse de risa. 

En realidad, aunque la comedia en apariencia es frívola y ligera, la cuestión de fondo que plantea el primer conflicto al que se enfrentan los protagonistas es al de la libre elección de los cónyuges. Hermia le asegura al duque de Atenas, Teseo, que prefiere morir "antes que sacrificar mi virginidad a un hombre cuyo yugo rechaza mi alma y de quien no puedo aceptar la soberanía". La razón de su angustia es que su padre, Egeo, ha prometido la mano de su hija a Demetrio, que ama a la hermosa Hermia pero sin ser correspondido. Por ello Teseo, que representa la ley de Atenas, advierte a la joven que dicha ley: "os condena a muerte o al voto de vida célibe". En consecuencia, los jóvenes deciden escapar al bosque antes del alba y desde allí salir de Atenas, donde la ley ateniense no pueda juzgar el amor que se tienen. 

Por otro lado están Demetrio y Elena. Elena, que no es inferior en belleza a Hermia y es amiga íntima de ésta, pretende a Demetrio, pero éste la aborrece. Antes de escapar al bosque, Lisandro y Hermia revelan a Elena sus planes y le piden que ruegue por ellos. Pero ella tiene la infeliz idea de contar a Demetrio la fuga de sus amigos, con la esperanza de que éste la mire con mejores ojos. 

Sin embargo, lo que provoca esa indiscreción es la locura que se desencadena en los siguientes actos. Pues al bosque concurren, además de los enamorados, Elena y Demetrio, y una compañía de cómicos (en realidad artesanos y tenderos) que van a ensayar una pieza que deben representar en las bodas de Teseo e Hipólita, siendo todos ellos objeto de las burlas de los espíritus del bosque, las hadas y los duendes, cuyos reyes respectivos, Titania y Oberón, hacen uso de filtros y conjuros de amor y dan lugar a un embrollo ridículo.

A partir de ese momento, aprovechando la máscara de la comedia, Shakespeare plantea un nuevo asunto: los caprichos del sentimiento amoroso y su carácter voluble. Asunto que a su vez es el pretexto que motiva la reflexión acerca de la delicada línea que separa lo real de lo soñado, expresado de modo inmejorable por el inmortal poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer: "Los suspiros son aire y van al aire. / Las lágrimas son agua y van al mar. / Dime, mujer, cuando el amor se olvida, / ¿sabes tú adónde va?"

En fin, si el primer tema no es baladí, porque es una realidad innegable que en la elección del amor yerra Cupido frecuentemente, menos frívolo aún es el tema de la veleidad, la inconsistencia o la ligereza de la pasión amorosa, que nos invita a pensar en la estabilidad de los deseos humanos e incluso en nuestro equilibro mental. 

Pero Shakespeare, que es un escritor genial, presenta aquí una farsa fresca, divertida y graciosa, tratando asuntos serios sin aparentarlo. Y es que como el amor a veces, también la vida nos parece sueño en ocasiones; aunque sólo sea durante ciertos momentos, como la locura de esta comedia, al experimentar sus personajes el misterioso sueño, o ensueño, de una noche de verano.


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