viernes, 27 de marzo de 2020

Tiempo de rojos, tiempo de piojos... y de virus


En estos momentos, la peste más dañosa que sufre España no es biológica, sino política. La gestión de la actual crisis sanitaria por parte del gobierno español está siendo tan lamentable como calamitosa. Mientras Portugal cuenta ahora mismo con 76 muertos oficiales por coronavirus, Corea del Sur con 139, Japón con 57, Rumanía con 24, Polonia con 16, Hungría con 10, Eslovenia con 9, Serbia con 4 y Croacia con 3, España suma casi 5.000 muertes reconocidas. ¡Y eso que España estaba preparada para cualquier escenario posible!

Italia, que lleva decenios aburrida de sus malditos gestores, está sufriendo en carnes propias las consecuencias de lo que llaman allí el ¡porco governo! 

¡Deberían colgar ellos al suyo y nosotros al nuestro!

Pues aquí, en España, sufrimos otra plaga similar, de corte socialista y comunista, pero en el fondo masónica, que son los que más daño han hecho a la nación desde el siglo XIX, es decir, desde que existen. No hay más que fijarse en el presidente, la encarnación de la mentira, la falsedad en persona, un fraude de carne y hueso cuya imagen demacrada es reflejo de una profunda infestación diabólica. Vamos, un maldito psicópata. Un inepto. Un fatuo. Un don nadie. Pero no es el único peón del gobierno sin alma y sin escrúpulos. De hecho, el actual gobierno español es el más miserable que pueda imaginarse, de una talla intelectual ínfima y de un descaro para mentir que produce vergüenza ajena (y eso que Zapatero y los suyos eran el colmo). Sin ir muy lejos, ¡qué decir del siniestro Jorobado de Galapagar! ¡Qué decir de su voraz ambición de poder o de su apariencia leprosa, espejo de un corazón infectado de tiña y contagiado de roña!

Y es que no hay en España, ni puede haberlo, un socialista o comunista que no sea hipócrita. No hay uno solo sin doblez; no se encuentra a ninguno con honra. Ni uno sólo es íntegro, ninguno se sonroja. Por ejemplo, según han defendido siempre, las fronteras estorban, sobran, están de más. ¿Pero se conoce de algún rojo que haya dejado su despensa abierta para uso y disfrute de su vecino? ¿Alguno que haya dormido con la puerta de su casa de par en par? En realidad, la evidente necesidad de fronteras ha demostrado, una vez más, la locura del socialismo (y que conste que tengo mis dudas acerca del medio de contagio). Pero es más: te imponen a ti la educación pública, y ellos envían a sus hijos a los mejores centros privados; predican la sanidad universal y pública, y son atendidos en suites de prestigiosas clínicas privadas... Critican a los ricos, sí, también, y rabian, pero sólo porque no pueden vivir a su altura. No tienen clase, y saben que no se compra. En realidad desprecian a todos los que están por encima de ellos, intelectual, moral o económicamente. De hecho los rojos, los izquierdistas, se preocupan tanto por los pobres, obreros y asalariados, que los multiplican; y así, cuanto más pobre o imbécil sea mi vecino, y cuanto peor le vaya, menos se notará mi miseria y mi idiotez. Pero, ya se sabe, mal de muchos, consuelo de tontos. Son la hez del mundo.

Y es que de esta situación no son culpables únicamente los gobernantes que se esconden tras las siglas de los partidos comunistas y socialistas españoles. No. Responsables del curso de la nación española también son todos aquellos mentecatos, zumbados y ruines que les han votado, y que aún les defienden. Y que les seguirán defendiendo y justificando hagan lo que hagan, con la esperanza de que se instaure algún día el paraíso igualitario en la tierra, esto es, un mundo en el que todos sean igual de zafios, mezquinos y muertos de hambre como ellos.

Porque ésa, en definitiva, ha sido -y es- la razón de ser de la izquierda: la envidia, el rencor y el odio. Por eso en tiempo de rojos, tiempo de piojos... y de virus. Y de guerras. Y de bancarrotas. Y de toda clase de inmundicias. Y de profanaciones. Y de trolas, patrañas y calumnias. Y de propagandas. Y de gulags y chekas. Y de pucherazos. Y de quema de iglesias. Y de generaciones amorfas, drogadas, fanáticas y analfabetas.


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