martes, 26 de mayo de 2020

Juego de Tronos: La pornoserie sádica y gore que tiene millones de entusiastas en todo el mundo

Hasta la fecha, he leído completos, y comentado, los cinco gruesos volúmenes que han sido publicados de la saga literaria Canción de Hielo y Fuego, más conocida como Juego de Tronos; título del primer volumen de la saga, que por cierto me pareció el más interesante de todos. La serie de televisión ha resultado una adaptación brillante de los libros, pero de imaginar los excesos descritos por Martin a verlos en la pantalla, media un abismo.

La serie de televisión me ha parecido más sanguinaria, más feroz y más obscena. Hasta extremos inauditos. Y, además, por momentos carente de sentido. He de decir, sin embargo, que de momento he visto la mitad de los capítulos, es decir, las cuatro primeras temporadas. Más que suficiente para pronunciarme con conocimiento de causa.

El nudo de la serie es el poder, el dominio de los Siete Reinos, el de las tierras a un lado y al otro del muro, el de un determinado señorío o incluso el de una ciudad estado concreta. Y esa lucha por el poder codiciado es la que pone en marcha un engranaje satánico de catástrofes, guerras, traiciones, intrigas, torturas y asesinatos que hiela la sangre.

Sin embargo, no es una serie realista, aunque pueda parecer lo contrario. Es una deformación siniestra de nuestro mundo, porque en la ficción de HBO el mundo es demasiado despiadado y en él triunfan constante y únicamente los malos. El equilibrio está roto y la caridad apenas tiene resonancia. Tampoco hay dioses con sentido de la justicia que detengan la hybris de los hombres. Es una realidad fiera, donde rige la ley nihilista y nietzscheana del más fuerte. La política está degradada. Y jamás se satisfacen los agravios. Con lo cual no hay alivio para el espectador, no se permite el efecto catártico, y la serie se convierte en consecuencia en un provocador e insano producto inhumano, en el que al no haber Dios, o dioses magnánimos, todo está permitido.

En la serie se suceden tres tipos de escenas: las que tienen por tema el sexo, las que tienen por asunto las maquinaciones políticas, y las que tienen por materia un enfrentamiento armado con muertes. Casi siempre las muertes son atroces, las traiciones sin número, las putas asquerosas o desleales, la sangre fluyendo a raudales y los moribundos sufriendo lo indecible en primer plano. Será por eso que al menos dos tercios de las conversaciones son vulgares y no vienen a cuento.

En resumen, la serie es extremadamente macabra y nauseabunda. Apropiada para los tiempos que corren, me temo. De ahí la acogida tan apabullante que ha tenido. Será que ya no son las masas las que se han engreído, como diría Ortega, sino la chusma, que tiene el estómago, y el gusto, preparado para tolerar infinitas hecatombes, ríos de sangre y una historia que omite el sentido más elemental de lo que es justo. Porque es inconcebible que una serie de televisión se recree en la fealdad de la muerte y en la repulsión que ésta suele causar y tenga éxito, como inconcebible es que tantos millones de entusiastas seguidores hayan podido ver esta pornoserie gore sin apartar en algún momento su mirada de la pantalla, para no ver el horror que en ella se expone.

En fin, antes de acabar quisiera hacer mención a la tortura que sufre el detestable personaje de Theon Greyjoy y a la programación mental a la que le somete su sádico torturador, revelando al espectador, en clave de ficción, una técnica que se aplica en la vida real. Y que, por supuesto, los fans de la serie ignoran por completo. 

Por último, acabo con una confesión y una promesa. La confesión: no soporto a Daenerys Targaryen. Es un personaje latoso y con un rol especialmente monótono. Y una loba con piel de cordero que sueña con hacer una revolución que nadie le ha pedido, por medios, además, bastante turbios, pese a sus pretendidos fines benéficos; pues lleva a cabo esa liberación avasallando a quienes se encuentran en su camino, removiendo asimismo todo orden establecido.

Y respecto a la promesa a la que antes aludía, cuando acabe de ver las ocho temporadas, publicaré un nuevo comentario sobre el desenlace televisivo de Juego de Tronos, serie que, a pesar de todo, posee espléndidos momentos de una belleza perturbadora. 


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El final de Juego de Tronos
Temporadas quinta y sexta


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