miércoles, 15 de abril de 2020

El espectacular asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy y las teorías de la conspiración

El 22 de noviembre de 1963 era asesinado en Dallas, de forma espectacular, el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, John Fitzgerald Kennedy. Las razones ocultas de su muerte aún no han sido esclarecidas, a pesar de las innumerables interpretaciones a que dio lugar el magnicidio. Kennedy, el único presidente católico que ha tenido el pueblo useño, era miembro del Council of Foreing Relations (CFR), una poderosa organización para-masónica pensada para establecer el Gobierno Mundial. Y pese a ello lo mataron. ¿Por qué?

Su muerte todavía es una incógnita. Y quizá nunca se desvele el secreto. Se habló, por ejemplo, de la orden ejecutiva 11110, que despojaría a la Reserva Federal de su independencia monetaria, firmada el 4 de junio de 1963; se habló del discurso que pronunció Kennedy ante la Asociación Estadounidense de Editores de Periódicos el 27 de abril de 1961, en la que denunciaba la amenaza que suponían para la democracia useña las sociedades secretas; se habló de su gestión de la crisis de los misiles y su desenlace en Bahía de Cochinos en abril del 61; y de su resolución de retirar los soldados de Vietnam en plena guerra... 

Lo que sabemos con absoluta certeza es que el responsable del magnicidio no fue Lee Harvey Oswald, cabeza de turco de libro; y que al presidente no lo mató una "bala mágica", pues recibió varios disparos de distintos tiradores. El juez Jim Garrison fue más lejos que nadie en la investigación, que, como siempre sucede en estos casos, sigue sin cerrarse satisfactoriamente.

Y, por supuesto, de lo que no hay duda es de que alguien conspiró contra el presidente y ordenó su asesinato. Pero hoy el pensamiento sufre un letargo quizás irreversible, y la investigación periodística e histórica también, pues a cualquier interpretación de hechos pasados que persiga clarificarlos, explicarlos, demostrarlos y entenderlos, se les llama teorías de la conspiración, para desacreditar cualquier tentativa en busca de la verdad. Y es que es para mandar a freír espárragos a todos los soplagaitas que viven en el bosque con Bambi y les parece inconcebible que haya personas en el mundo que puedan unirse contra alguien para causarle daño e incluso la muerte. 

De ser así, el asesinato de Julio César, la masacre de la familia Romanov o el homicidio de Calvo Sotelo carecieron de móvil alguno; y por eso la muerte de Kennedy se explica igualmente de manera fortuita, al cruzarse el presidente por azar en la trayectoria de una bala supersónica que andaba perdida.


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