miércoles, 1 de abril de 2020

Día de la Victoria: los buenos vencieron y vencerán


El 1 de abril de 1939, el Generalísimo Francisco Franco proclamaba el fin de la guerra civil española. A partir de entonces, aquel día sería recordado por los españoles de bien como el Día de la Victoria. Triunfaba, por tanto, la civilización frente a la barbarie, la fe cristiana frente al salvaje comunismo ateo, la propiedad individual frente al colectivismo soviético, la unidad de España frente a los gritos de "¡Viva Rusia!".

En realidad, nunca estuvo en juego la democracia, ni esta forma de gobierno preocupó lo más mínimo a los bandos en lucha. Desde finales de 1933 la legalidad republicana había sido desmantelada por los republicanos de izquierdas, cosa olvidada, pues como afirmara el propio Azaña, era necesario llevar a cabo el programa del Frente Popular "para que la República no salga más de nuestras manos, que son las manos del pueblo. Tenemos la República y nadie nos la arrebatará". Sentencia muy poco democrática, por cierto.

Medio siglo después, tras una labor de zapa propagandística, aquel conflicto se explica como una lucha a muerte entre los defensores de la libertad y la democracia, por un lado, y el fascismo reaccionario que por medio de un golpe de mano arrasó con el sueño democrático de los republicanos, por otro. ¡Lo cual es una verdadera patraña! 

Por eso hoy siguen publicándose libros, después de haber ganado la guerra mediática por goleada, preguntándose quién quiso la guerra civil y responsabilizando al bando nacional de la fratricida contienda. Pero este dictamen es un embuste que procede de una visión miserable ajena a los hechos históricos. De hecho, el principal responsable de la guerra civil española, no el único, fue el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que desde bien temprano incitó a la revolución, a la guerra y a la consecución de la dictadura del proletariado. Y las fechas de estas proclamas no mienten. De ahí que el líder de la oposición, Gil Robles, pronunciara un discurso histórico en el que dejaba constancia de que, frente al implacable y progresivo terror que estaban extendiendo las izquierdas en España desde la proclamación de la República, al menos media España no se resignaba a morir.

Y no solamente no se dejó matar sino que doblegó a sus enemigos. ¡Honra y paz a aquellas gentes en el Día de la Victoria!








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