viernes, 24 de abril de 2020

Los santos inocentes de Miguel Delibes

En este 2020 se conmemora el centenario del nacimiento de Miguel Delibes. En su tierra natal, Valladolid, lo tienen por una institución, y casi por ídolo africano. A mí sin embargo no me entusiasman sus obras ni su prosa; y si bien se puede hablar de una escala, y de libros más o menos atractivos, Los santos inocentes por ejemplo me parece una obra impropia de alguien que merece ser recordado por su escritura. O al menos en este caso yo no comulgo con el gusto de la crítica profesional ni con el del público más o menos culto.

Más allá de la excéntrica sintaxis carente de puntos, que da lugar a enunciados largos y aburridos entreverados de diálogos groseros y fútiles -lo cual no es poca cosa-, la historia es una chabacana distorsión del mundo rural en la España franquista, y el blanqueo de un crimen que nada tiene que ver con el de Fuente Ovejuna.

La acción se sitúa en un cortijo de Extremadura. En torno a dicha finca rústica representa Delibes las relaciones del señorito Iván y la familia que allí vive en calidad de arrendataria y cuyos miembros están a su servicio. Es indudable que el relato encubre o disimula una denuncia en favor de los oprimidos, al dividir su autor el mundo entre amos y siervos, caciques y súbditos, señores y vasallos. Pero parece demasiado severo Delibes con su señorito, al que sólo se le puede achacar un gran egoísmo, cuando pretende caprichosamente que Paco el Bajo le acompañe en la enésima partida de caza teniendo, como tiene, la pierna maltrecha por un accidente. 

Realmente, tampoco merece un juicio severísimo el hecho de que el señorito dispare y mate al ave favorita de Azarías; ni los desaires que hace a la familia, que bien mirados no son tantos ni tan graves como se ha dicho. Al señorito, en definitiva, se le puede imputar escasa calidad moral; puede ser considerado un impresentable o un desaprensivo; pero el criminal no es él, sino Azarías. En este sentido, al dar muerte al señorito, a Azarías no le corresponde el calificativo de inocente, pues inocente también es lo que no daña, lo que no es nocivo. 

En cualquier caso, ¿justifican los agravios del señorito Iván que Azarías se tome la justicia por su mano? Esa es la pregunta clave. Y asunto problemático, porque quien aplica el castigo por su cuenta siempre cree que éste es justificado.

Lo que no es tan opinable es el dibujo soez que hace Delibes de los campesinos. Algunos parecen más bien hombres de Cromañón, y no pastores y labriegos del siglo XX. Analfabetismo no equivale a imbecilismo. Además, una niña sordomuda que berrea y un pobre hombre deficiente que babea no son precisamente modelos cautivadores, y ni siquiera representan bien el candor y la sencillez de los inocentes. Y el ejemplo de Azarías es significativo. Este personaje en concreto, a mí al menos, me produce rechazo, una sensación atávica inexplicable de desconfianza y desagrado. Delibes lo pinta como un individuo que se orina en las manos para que no se le arruguen; que va tras el rebaño recogiendo las cagarrutas con las que después abona los geranios; y al que una graja le escarba en su cogote como si le estuviera espulgando piojos...

Por último, es reprobable la distorsión que hace el autor de la España rural. La presenta como un lugar atrasadísimo y lleno de personas burdas y mugrientas. Pero esa descripción ha de darse por mala. En modo alguno Los santos inocentes es un retrato social fidedigno, o al menos no es representativo de la España rural de los años sesenta. Como sabe muy bien quien ha estudiado la historia de aquel período de fuentes dignas de crédito, y tiene por abuelos maternos a dos ángeles, que estuvieron al servicio de diversos amos de los cuales siempre me han hablado maravillas. 

Las mismas maravillas que me han contado de aquel mundo: más duro que el nuestro, sí, pero también más libre y más sano.


2 comentarios:

  1. Me parece un excelente análisis. Concuerdo contigo totalmente. ¿Podrías comentar también otras obras de Delibes más ortodoxas?

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    1. Gracias. Comentaré alguna otra obra de Delibes, sí. Probablemente "El camino".

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