martes, 21 de abril de 2020

¿Quién mató al Comendador? Fuente Ovejuna lo hizo, señor; Fuente Ovejuna, todos a una

Estaba yo en una conferencia hará un par meses cuando en el turno de preguntas un señor se levantó y compartió su perplejidad con el resto de asistentes, pues no podía entender cómo es posible que siendo la historia -según su apreciación- una sucesión de acontecimientos que se repiten, no aprendamos nunca la lección de cómo evitar los tiempos malos y los malos gobernantes. La interesante cuestión quedó sin respuesta, porque uno de los conferenciantes negó que la historia se repitiese, y la conversación siguió por otros derroteros. Yo creo que tenían razón ambos, pero no me apetece ahora explicarme.

Todo esto viene a cuento porque el señor mayor que pidió la palabra, y después replicó, citó Fuente Ovejuna como prueba de su tesis, insistiendo en que la historia presenta una y otra vez las mismas dificultades; lo cual es verdad, sólo que bajo formas o apariencias diferentes.

En Fuente Ovejuna lo que plantea Lope de Vega es un tema muy actual, precisamente porque es coetáneo a todas las épocas. Se trata del abuso del poder de los gobernantes y de las consecuencias negativas para el pueblo que éstos acarrean. No en vano la Historia -y ahora escribo con mayúsculas- es una lucha interminable entre el bien y el mal, entre ese tira y afloja de fuerzas e intereses que animan a los hombres y los conmocionan.

En definitiva, en el popular drama, situado para colmo en tiempo de los Reyes Católicos -porque los reyes fueron tal vez los más justos de los monarcas españoles-, Lope nos presenta a un gobernador local dañino y despreciable que atropella y maltrata a su propio pueblo. La historia es conocida por todos. Fernán Gómez, Comendador de la villa de Fuente Ovejuna, se muestra despótico y "tiene a los súbditos suyos de todo contento ajenos". Es decir, el pueblo está hasta el gorro de él y de sus desmanes. Y, claro, la paciencia llega un momento que se agota.

No cabe duda de que los contemporáneos de Lope entendían la resolución del pueblo como un medio legítimo, aunque excepcional, de aplicar justicia. Y es que entre todos acaban con la vida de quien no era para ellos más que un parásito insufrible, volviendo a sus quehaceres cotidianos sin demasiados melindres. Y al fin, cuando el rey, enterado del ajusticiamiento del villano, pregunta quién mato al Comendador, todos responden: "Fuente Ovejuna lo hizo, señor". "Fuente Ovejuna, todos a una". Y aquí paz y después gloria.

En conclusión, lo que Lope enseña con este formativo drama político es que si la autoridad se convierte en tiranía, el pueblo no tiene más remedio que derrocar al tirano. Pensamiento que los españoles del Siglo de Oro tenían muy claro.


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