A lo largo de mis vacaciones de verano, que finalizan, como todos los años, cada 31 de agosto, he leído con fruición y hábito casi monástico una generosa cantidad de libros, de temática variada y desigual interés. El descanso, en cualquier caso, me ha sentado bien. He leído, viajado, rezado y disfrutado de la familia y de la vida, en el mar y en la montaña, en casa y fuera de ella. Respecto a las lecturas de este verano, debo confesar que he leído a un ritmo muy superior al que podía reflejar en este blog a través de las habituales reseñas o comentarios críticos. Siempre me pasa. Por un lado, suelo comprar muchos libros, más de los que luego leo en un periodo de tiempo determinado. Y segundo, leo infinitamente más de lo que después comento, por el esfuerzo que conlleva elaborar cada una de las reseñas, y por prudencia, ya que frecuento estudios o ensayos que, además de no interesar al gran público, pueden producir graves alergias, pues, como dijo Richard Feynman, «el problema no es que la gente carezca de educación. El problema es que las personas están lo suficientemente educadas para «creer» lo que se les ha enseñado, pero no están lo suficientemente educadas para «cuestionar» nada de lo que se les ha enseñado». O dicho con otras palabras, las de Gustave le Bon en Psicología de las masas: «las masas nunca han sentido sed por la verdad. Se alejan de los hechos que no les gustan y adoran los errores que les enamoran. Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño; quien intente desengañarlas será siempre su víctima». En fin... centrémonos ya en las siguientes reseñas y observaciones sobre algunas de mis lecturas de este verano 2022, pues son estas notas, con seguridad, lo que interesará a quienes sean lectores asiduos de La cueva de los libros.