«Algunas veces la primera obligación de un hombre inteligente es reexaminar lo obvio». Esta cita de George Orwell encabeza uno de los libros más revolucionarios y valientes en lengua española publicados en los últimos años: Y sin embargo no se mueve. Por sorprendente que parezca, los autores de esta obra, Juan Carlos Gorostizaga Aguirre y Milenko Bernadic Cvitkovic sostienen, a pesar de lo que nos ha hecho creer el mundo moderno, que la Tierra no se mueve y que nunca ha dejado de ser el centro del universo.
El geocentrismo es una tesis defendida con mucho ahínco en los Estados Unidos desde hace algunas décadas. Allí existe una especie de guerra intelectual entre evolucionistas y creacionistas, aunque también hay autores que no encuentran incompatible ambas posturas. En cambio, heliocentrismo y geocentrismo sí son posiciones antagónicas, como comprenderá cualquier hombre corriente, sin necesidad de poseer grandes conocimientos en la materia. Unas y otras, no obstante, son ideas relacionadas estrechamente.
Como también es sabido, desde Galileo el modelo heliocéntrico sustituyó el modelo geocéntrico de Ptolomeo. Y hoy el 99,9 % de los centros educativos y medios de comunicación de masas asumen esta hipótesis científica (que la Tierra gira alrededor del sol y que no es el centro de nada) como si se tratara de un dogma de fe que no es pertinente cuestionar, porque chocar con lo que es verdad indubitablemente es de idiotas.
Sin embargo los autores de este libro son contundentes, a riesgo de ser condenados al ostracismo o convertirse en objeto de burlas: «Ningún experimento científico ha demostrado jamás que la Tierra se mueve. Otros tantos experimentos confirman que la Tierra está en reposo en el centro del universo. Una verdad tan simple y evidente es chocante para toda persona educada en la veracidad del heliocentrismo. Sin embargo, así es, sin más» (p. 306). Por lo visto, según sostienen los autores, «todos los sofisticados experimentos que se han venido haciendo desde 1870 para determinar ese presunto movimiento de la Tierra por Airy, Michelson-Morley, Sagnac, Michelson-Gale, Miller,... así como descubrimientos astrofísicos recientes, han aportado pruebas incompatibles con su movimiento» (p. 3).
La razón de este supuesto fraude gigantesco se explica fácilmente por la miseria humana misma, por intereses de todo tipo. Pues muchos están «atrapados en la ideología que les sustenta» (p. 114). No es extraño que esto suceda, ya que «como todo paradigma científico, el actual es muy reticente a reconocer su propia aniquilación, pero además, en este caso, hay algún poderoso lobby anticristiano que está interesado en que haya permanentemente una fractura entre la teología y la ciencia, por eso se le mantiene en pie artificialemente» (p. 4). Y efectivamente, tampoco habría ninguna dificultad para creer esto de tener los ojos medianamente abiertos, porque la Iglesia ha sido desde su misma fundación acosada por múltiples medios. Su descrédito, por tanto, es el objetivo principal de no pocos colectivos.
En realidad Gorostiaga y Bernadic resultan incómodos porque señalan las verdaderas consecuencias del modelo heliocéntrico de Galileo: «Sacar la Tierra del centro del universo, significaba para la mentalidad moderna que la Iglesia se equivocó y que la Biblia es un cuento. Y que de paso Dios no existe» (p. 9). Por eso, defienden, «la Iglesia tenía toda la razón en el caso Galileo, y no solamente por el dictamen que hizo para salvaguardar intacta la fe, sino porque defendió la integridad de la ciencia al mantener que la Tierra no gira alrededor del sol» (p. 10).
Así pues, si finalmente los geocentristas están en lo cierto, la Iglesia actual habrá de dar cuentas también por esta negligencia.
En fin, Y sin embargo no se mueve es un libro de divulgación científica con serias implicaciones teológicas; por eso en razón de su contenido ha de recurrir a menudo a cuestiones técnicas que no son accesibles al lector común. Pero la verdad normalmente es una senda estrecha.
Con todo, en España no hay publicado nada parecido; así que solamente por su contribución al conocimiento y como acicate para la discusión intelectual del país, Y sin embargo no se mueve debería ser celebrado y estudiado, y no silenciado, como está sucediendo. Por lo que a mí respecta, no encuentro espacio suficiente para elogiarlo bastante. Me pesa no haberlo leído antes.
Que Dios otorgue a sus autores felicidad. Equivocados o no, su recta intención demuestra un sincero amor por la verdad.
¡Increíble! Su libro ha puesto patas arriba todo lo que, hasta ahora, el mundo contemporáneo me había hecho creer. Sin duda una gran obra capaz de iluminar a aquellos dispuestos a ver.
ResponderEliminarIt´s a prank, meeen
ResponderEliminarNo hace falta que lo jure.
EliminarDecir que "es un libro de divulgación científica" es tener mucha imaginación o mucho morro.
ResponderEliminarMás bien tiene mucho morro el que fulmina un libro sin haber leído una sola de sus páginas. Me parece a mí, vamos.
EliminarSi Galileo es "divulgacion científica" este libro lo es sin dudas.
ResponderEliminarmucha imaginación tubo Georges Lemaître
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