Para explicar aquello que obró en mí ese milagro, el de sentir admiración por una obra clásica representada sobre unas tablas (pues por los textos originales no sólo siento admiración sino fervor y aun respeto cuasi sagrado), debo hacer mención a la excelente calidad del espectáculo. En primer lugar, dicha obra, producida en parte por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, destaca en todos los aspectos artísticos y técnicos, y especialmente en escenografía, iluminación, música y vestuario. Pero sobre todo sobresale el reparto, un elenco de apenas cinco actores que brillan con luz propia. Lolita, en el papel de Fedra, estuvo a la altura de las expectativas, brillando por momentos, aunque a mí su voz áspera, en los instantes más intensos del drama, no me llegó a cautivar. El que sí me sobrecogió, llegando a arrancarme un par de exclamaciones pronunciadas en voz baja, fue Juan Fernández en la piel de Teseo. Su intervención final, montado en cólera y pronunciando toda clase de maldiciones contra su hijo Hipólito, hizo que me trasladara a un escenario de otro mundo, a la propia ficción elaborada por Eurípides. Michel Tejerina (Acamante) está soberbio, al igual Tina Sáinz (Enone), mientras que Críspulo Cabezas (Hipólito) cumple sobradamente aunque tal vez no declame con la naturalidad exigida. Y es que sobreactuar siempre me ha parecido el principal disolvente del teatro, lo que hace que éste pierda gran parte de su fuerza y de su magia.
Finalmente, y por desgracia, hay una cuestión en torno al estreno de esta obra que me parece lamentable, y es la utilización ideológica que parte de la sectaria prensa española ha hecho de esta versión trágica tratada por Eurípides, Racine y el propio Unamuno, adaptada ahora por Paco Becerra y dirigida por Luis Luque. Fedra, pese a quien pese, no es ningún ejemplo para las mujeres, ni hay por qué, como se afirma en el libreto de la obra, atreverse a amar como hace ella. Fedra es una mujer desquiciada cuyo capricho cuesta la vida del hombre al que dice amar y a ella misma. Los griegos de la época clásica, que no tenían un pelo de tontos, premiaron precisamente la obra de Eurípides que mostraba las nefastas consecuencias de una pasión desordenada, innoble y caprichosa; consecuencias nefastas sobre todo para la propia polis. En cambio, la sectaria prensa española ha querido ver en Fedra un icono feminista. Y es que si feminista es cometer el delito actual de acusación y denuncia falsa, en el que incurre Fedra en perjuicio de Hipólito, entonces se comprende mejor la condición de las llamadas feministas y su negro y artero corazón. No en vano, para medios de comunicación tan fanáticos como Eldiario.es, Fedra reivindica el derecho de amar hasta a su propio hijo. Y es que, a pesar de que no hay muchas personas que noten el rumbo totalitario de los medios de comunicación del sistema, la ponzoñosa prensa española está a un paso de fomentar el incesto, la pederastia y aun el canibalismo.
Ya sabemos, en cualquier caso, que la realidad actual es daliniana y poco cabal. Tanto como para ensalzar a una mujer que acaba suicidándose y provocando la muerte del hombre del que según ella está enamorada, al acusarlo sin fundamento de haberla violado. Lo dicho, hete aquí las hechuras de un mundo invertido en el que todo está patas arriba y no tiene pinta de mejorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario