martes, 24 de noviembre de 2020

El caso Alcàsser: la serie documental de Netflix

El viernes 13 de noviembre de 1992 desaparecieron tres jóvenes en la localidad valenciana de Alcácer (o Alcàsser). Sus cadáveres fueron hallados dos meses y medio depués, en penoso estado de conservación. Enseguida se determinó que Miriam, Antonia y Desirée habían sido secuestradas, y posteriormente violadas, torturadas y asesinadas. Yo por entonces tenía sólo siete años, pero recuerdo con claridad aquel espantoso suceso, que acabó convirtiéndose en un verdadero trauma colectivo. Con el tiempo, me informé, leí algunos libros y saqué mis propias conclusiones, aunque previamente había deducido, casi por intuición, que Miguel Ricart y Antonio Anglés, los condenados por la sentencia judicial, no eran los verdaderos culpables del crimen.

Dicho esto, he visto la serie que la plataforma audiovisual Netflix, de claro sesgo ideológico, estrenó en junio de 2019 sobre el horrible caso. Las formas son respetuosas y la factura técnica es muy buena, pero quiero hacer algunas observaciones sobre el contenido, y no tanto sobre el tono o la calidad de edición de dicha serie, aunque reconozco que los saltos temporales no ayudan a esclarecer las responsabilidades criminales.

Los primeros capítulos son clave para entender lo que ocurrió con aquellas pobres chicas, porque presentan una reconstrucción de los hechos según el sumario, mientras se prepara el terreno para convencer a los espectadores de la responsabilidad de los acusados. Después, los responsables del documental se detienen en el juicio y el tratamiento del caso por parte de los medios y la prensa. Por un lado, parecen empeñados en empañar la imagen de Fernando García, padre de una de las niñas, y Juan Ignacio Blanco, abogado de Fernando y principal investigador privado del crimen. En esta línea, se valora el trato de algunos medios y se constata la utilización de los mismos para organizar un escándalo alrededor del caso y granjearse la audiencia, desviando el foco hacia ellos. Y es cierto que hubo un aprovechamiento en tal sentido, pero al menos a través de esos programas señalados se podían expresar voces con visiones alternativas. Por otro lado, los responsables del reportaje asumen la historia oficial y no indagan por su cuenta en los hechos, o lo hacen de manera muy insuficiente, pudiendo haber señalado los principales puntos oscuros del caso, no sólo la oposición de los apicultores a colaborar con los productores del documental. Cosa que sí han hecho, a fondo, personas anónimas como el creador y administrador de El blog de las sombras, cuyo trabajo es sencillamente formidable.

Por último, el final de la serie. Ante todo, creo que merece el mayor de los desprecios. Es un final inesperado, delirante y forzado, que no hace honor a los acontecimientos que describe. Porque reduce un caso complejísimo a un simple episodio de violencia de género. Y el crimen de Alcácer fue mucho más que eso. Además, por más que lo repitan, las personas no tienen género: tienen sexo. En última instancia, hay que recordar el crimen de Macastre, que en más de una ocasión ha sido directamente relacionado con Alcácer, y que cuenta con un chico asesinado. Como ocurrió a inicios de 2018 con Gabriel Cruz, oficialmente asesinado por una mujer: Ana Julia Quezada. Pero estos datos no interesan a los que sólo buscan un mendaz e interesado relato de los hechos.

En definitiva, en el caso Alcàsser hay gato encerrado. Y cuanto más se empeñan en negarlo los que quieren convencernos de lo contrario, más evidente es que hay razones y manejos ocultos.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo y acertadísimo tu comentario. Me sorprendió que mencionaran los posibles manejos ocultos, con la masonería de por medio y altos cargos involucrados, pero, si no recuerdo mal, le dedican poco tiempo y obligan a retractarse al que lo dijo en su momento. O suponía la retirada de publicidad y por lo tanto del programa que tanto se embolsó con esto. En fin, una locura. Nunca lo sabremos. Y todo prescribirá. Ahora hay nuevas noticias, pero nada contrastable. Más les vale a los que saben la verdad seguir callados por las consecuencias que pueden recibir. Lo del final simplificando y forzándolo con el tema de la violencia de género es irrisorio. Ya sabemos porqué se les ha permitido hacer esta serie y porqué Netflix lo acepta. Pura ideología.

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