Altamira: historia de una polémica de José Calvo Poyato | Reseña y comentario crítico

En el verano u otoño de 1879, Marcelino Sanz de Sautuola descubría las famosas pinturas de Santillana del Mar, plasmadas desde tiempo inmemorial en la bóveda de una de las galerías de la Cueva de Altamira. En el libro Altamira: historia de una polémica, José Calvo Poyato relata de manera especialmente didáctica las circunstancias en que don Marcelino encontró las pinturas, así como la polémica que suscitaron y las consecuencias que acto seguido se derivaron del increíble hallazgo. Antes de nada, sin embargo, el autor describe cómo fue el nacimiento de los gabinetes de maravillas, compuestos por extravagantes colecciones, que fueron el precedente desconocido de los museos estatales.

Por aquel entonces la prehistoria, entendida como rama del conocimiento, pugnaba por consolidarse entre los círculos académicos y llegar así a las aulas universitarias. Pero lo cierto es que estaba todavía en pañales. Sea como fuere, el autor señala que la autenticidad de las pinturas fue cuestionada desde el principio tanto por los partidarios del creacionismo como por los del evolucionismo. Quizá Calvo Poyato insiste demasiado, de modo machacón en algunos momentos, en el obstáculo que representaron para el reconocimiento de las pinturas «los sectores más conservadores de la sociedad de la época», puesto que sostenían como «dogma indiscutible el relato que acerca de los orígenes de la Tierra ofrecían las Sagradas Escrituras». Sin embargo, los evolucionistas suponían un escollo aún mayor, a pesar de que el autor no subraya tanto este hecho, pues evolucionistas eran los arqueólogos franceses Emile Cartailhac y Gabriel de Mortillet, así como los maestros españoles de la Institución Libre de Enseñanza que emitieron sus juicios de valor sobre las famosas pinturas.

Lo que éstas ponían de manifiesto, en cualquier caso, es que el artista de Altamira poseía tanto un evidente sentido de la belleza como una extraordinaria capacidad creativa. Algo que contradecía los principios de Darwin y negaba de plano el supuesto primitivismo del hombre antediluviano.

En fin, como obra de divulgación, Altamira: historia de una polémica me parece un trabajo muy logrado y muy recomendable. Su autor describe con claridad y en apenas doscientas páginas el ambiente científico que se vivía en el momento del descubrimiento de las pinturas, las circunstancias del hallazgo, las consecuencias del mismo, y el proceso de reconocimiento y rectificación de alguno de los principales detractores. La lectura de este libro, en definitiva, además de instruir en una ciencia que suele enseñarse en las facultades de Historia de forma árida y desapasionada, además de despertar vivamente el interés por el estudio de los restos óseos y líticos del pasado, y en consecuencia por el origen del hombre sobre la Tierra, da pie a considerar numerosas cuestiones de gran calado para el conocimiento nuestra especie.

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En los comentarios desarrollaré más ampliamente algunos temas relacionados con estas cuestiones.