A los dos años de haber sido elegido Romano Pontífice y por tanto sucesor de San Pedro, Benedicto XVI, que se consideró a sí mismo un «humilde trabajador de la viña del Señor», entregó, para que fuese impresa, la primera parte de la que es, quizás, su obra más lograda.
Su trilogía sobre Jesús de Nazaret, completada en 2012, se divide en tres tomos, o más bien dos tomos y un prólogo o antesala. En el primero y más breve de dichos libros, el Papa teólogo se ocupa de la infancia de Jesús. El segundo abarca desde el bautismo hasta la transfiguración. Y en el tercero profundiza en los acontecimientos desencadenados tras la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén hasta la resurrección.
En mi opinión, el rasgo predominante de este valioso libro, «fruto de un largo camino interior», es su fuerte arraigo en la Sagrada Escritura. Benedicto XVI demuestra vastos conocimientos bíblicos, extrayendo de la Biblia jugos ocultos que sabe expresar por medio de esclarecedoras y admirables relaciones. La idea central de la obra, extraída precisamente de una de esas luminosas correspondencias bíblicas, es que Jesús es quien revela plenamente al Padre, pues es quien lo ha visto y puede darlo a conocer. Por eso Benedicto XVI destaca que Jesús es, en efecto, el nuevo Moisés añorado por el pueblo hebreo en el libro del Deuteronomio. Alguien que como Moisés trata con Dios cara a cara. Pero de un modo más íntimo y perfecto, superando a Moisés. Pues si bien lo que caracteriza a Moisés es su acceso inmediato a Dios, su amistad con el Altísimo, «de modo que puede transmitir la voluntad y la palabra de Dios de primera mano, sin falsearla», no se le permite ver el rostro de Dios, sino únicamente su espalda. En cambio Jesucristo «vive ante el rostro de Dios no sólo como amigo, sino como Hijo; vive en la más íntima unidad con el Padre».
Éste es el acento que recorre toda la obra, un acento pronunciado con firmeza y seguridad porque quien lo pronuncia en este caso, Benedicto XVI, demuestra su fe en la inspiración de los Evangelios y en la figura que revelan; surgiendo ante el lector un personaje, Jesús de Nazaret, totalmente digno de confianza.
Finalmente, Benedicto XVI, sin renunciar a la seriedad histórica y a los avances que ha proporcionado la exégesis moderna, va más allá del método histórico-crítico y, tras señalar con precisión los límites de dicho método, demuestra la necesidad de hacer una interpretación propiamente teológica de la Biblia. Es decir, Benedicto XVI, en su libro Jesús de Nazaret demuestra la necesidad de aceptar por medio de la fe que Jesús y su enseñanza no tienen un origen meramente humano, sino sobrenatural y divino.
Se te echa mucho de menos, Luis. Desde hace años leo tus comentarios literarios y ya los echaba en falta como los campos el agua de mayo. Respecto a este último de Benedicto XVI creo que no se puede ofrecer una síntesis, donde de forma tan condensada, se señale lo esencial del libro. Y con una prosa magnífica y clara.
ResponderEliminarHola, David. Agradezco sinceramente tus palabras. Respecto a tu solicitud, en mi pensamiento está publicar algunas reseñas más, pero su número dependerá de los eventos históricos que están por suceder. Cuando acontezca uno de ellos, que marcará el inicio de la gran tribulación, sellaré el blog y me marcharé al "desierto".
EliminarPor cierto, D. E. P. Benedicto XVI.
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