miércoles, 2 de octubre de 2024

El Tercer Hombre de John Geiger | Reseña y comentario crítico

Existen en este mundo no pocas cosas que escapan a la comprensión humana. Es lógico, si tenemos en cuenta el límite de nuestras fuerzas. La realidad espiritual pertenece a ese reino arcano o muy recóndito que sobrepasa nuestra constitución física y sin embargo interviene de un modo misterioso en nuestra existencia. Sobre este punto, me gustaría recomendar una lectura sumamente interesante. El tercer hombre es un libro insólito publicado en 2008 en Estados Unidos que recoge un conjunto de experiencias de personas que, 
gracias a la ayuda de presencias excepcionales percibidas como seres benéficos, han salido con vida de situaciones extremas. 

John Geiger, el autor de dicha obra, reúne aquí un puñado de testimonios sorprendentes. Por ejemplo el de Ron DiFrancesco, que sobrevivió al atentado contra las Torres Gemelas; el del afamado aviador Charles Lindbergh, que fue el primer piloto en cruzar el océano Atlántico de oeste a este en un vuelo sin escalas y en solitario; el del intrépido explorador Ernest Shackleton, reconocido por su legendaria expedición a la Antártida; el de Reinhold Messner, la primera persona en escalar sin oxígeno las catorce cumbres de más de ocho mil metros; entre otros. Todos ellos comparten, como se ha dicho, una experiencia común. Una experiencia extraordinaria, dice el autor, cada vez más frecuente entre personas comunes y corrientes debido al incremento de la práctica de los deportes de riego, a los viajes en busca de aventuras exóticas y al afán por los descubrimientos geográficos.

Pero el autor va más allá de describir unos hechos que a todas luces resultan increíbles. Se cuestiona por su naturaleza y sobre su origen. Reflexiona y llama la atención de los especialistas. De manera que Geiger se pregunta si las presencias percibidas por estas personas que han sobrevivido a catástrofes de diversa índole, son reales o creadas por el propio cerebro. ¿Se trata entonces de un interruptor que se activa cuando se rozan los límites de la resistencia o se viven sucesos traumáticos en entornos extremos? ¿Es una capacidad asombrosa y desconocida de la mente? ¿Un poder especial de supervivencia? Algunos psicólogos sugieren que los asombrosos testimonios recogidos en este libro se deben a alucinaciones que abarcan un amplio abanico de disfunciones perceptivas del espacio personal y de la ubicación de uno mismo. Afirman que el aislamiento de los alpinistas o los submarinistas suscita experiencias visionarias, que la tensión, el tedio, la inanición, pueden llevar, en casos extremos, a sufrir fantasías. Sin embargo, aunque las explicaciones neurológicas puedan parecer convincentes, perdura un misterio. Por un lado, lo que Geiger ha llamado el Tercer Hombre se presenta en ausencia de delirios y cuando la persona que experimenta su cercanía mantiene sus sentidos relativamente intactos. Por otro, se trata de una presencia caritativa, externa y no neutral, capaz de salvar la vida, de proporcionar indicaciones precisas y seguras, transmitiendo consuelo y tranquilidad.

En consecuencia, el misterio del Tercer Hombre abre la puerta a la realidad trascendente de los ángeles custodios. El ángel de la guarda del que hablan las religiones, y en particular la cristiana, encaja a la perfección con las experiencias transmitidas por estos señores. Santo Tomás de Aquino describió a los ángeles de la guarda con la precisión y la profundidad que eran en él características, notando que los ángeles no pueden alterar nuestra voluntad, pero sí pueden influir en nuestra imaginación y en nuestros sentidos, persuadiéndonos, o librándonos de algún mal.

Desde luego es de agradecer que desde el mundo profano se traten estas no pocas cosas que escapan a la comprensión humana de las que hablábamos al principio con una mentalidad abierta y con seriedad. Los testimonios de los protagonistas de este libro son incuestionables. Cuestión distinta es la valoración que se haga de los mismos. Y puesto que el reino arcano al que pertenecen los ángeles custodios sobrepasa nuestra constitución física y por tanto su comunicación o trato con ellos requiere ajustar nuestros sentidos a su frecuencia angélica, quienes no sintonicen con las cosas espirituales, por los motivos que sea, seguirán creyendo que el ángel de la guarda no es más que un cortocircuito neurológico.


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