En Choque de reyes, el segundo volumen de Canción de hielo y fuego, un cometa rojo rasgando el cielo anuncia inminentes desgracias en los Siete Reinos, unas tierras que habrán de beber la sangre de unos hombres que se desangran en sucesivas guerras pero que no saben muy bien por qué sirven al que siguen a la batalla. Las alianzas militares son tan frágiles como los principios morales de la mayoría de personajes, lo que revela un marco moral caracterizado por la ambigüedad y donde la justicia poética, o divina, apenas deja huella. Mientras, R. R. Martin, apoyándose en su escritura ágil y en su maestría para introducir acontecimientos inesperados que sorprendan al lector, borra de un plumazo, sin vacilar, a personajes que parecen centrales en esta ambiciosa y espectacular saga fantástica.
En Juego de tronos muere el perfecto señor, el hombre ideal, Eddard Stark; en cambio, en Choque de reyes triunfa el ladino, el astuto Tyrion Lannister. La rectitud moral frente a la ambigüedad moral. Es una declaración de intenciones del autor, pues R. R. Martin crea un mundo despiadado en el que generalmente sobreviven los más fuertes, y en el que no se aprecia ni brizna de piedad o sentido de la justicia; por eso Stannis Baratheon se queja amargamente desde Rocadragón de que Bastión de Tormentas no se alce por él, pues se considera el legítimo rey de los Siete Reinos de Poniente: «el hecho de que mi causa sea justa no significa nada para ellos», dice el hermano mayor del fallecido rey Robert.[1] Pero quien describe perfectamente el mundo de los Siete Reinos —asolado por terribles guerras— es el Perro, quien se encarga de recordar a Sansa cómo es la realidad en la que vive:
«Si no puedes protegerte, muérete y aparta del camino de los que sí pueden. Este mundo lo rigen el acero afilado y los brazos fuertes; no creas a quien te diga lo contrario».[2]
En consecuencia, los más astutos o los que mejor juegan sus cartas sobreviven. Como el enano. Pero como veremos, también hay una pequeña esperanza de que la justicia poética actúe y los dioses después de todo no se muestren indiferentes con los débiles o con los justos después de haber sido desterrados por los hombres impíos (como sucede sorprendentemente en el último capítulo del volumen en el que descubrimos que Bran y Rickon no han sido asesinados por Theon Greyjoy). De cualquier manera, Tyrion Lannister se erige como un personaje extraordinario en su nuevo cargo como Mano del rey Joffrey. Junto a su hermana Cersei, reina regente, aunque cada uno por caminos distintos y con intereses encontrados, controlarán al inútil y caprichoso niño que ocupa el Trono de Hierro.
La ambigüedad moral de Tyrion se pone de manifiesto constantemente. Su lealtad a su familia es tan interesada como la relación que tiene la puta de la que está enamorada (Shae) con él. Si los Lannister no fueran la casa más poderosa, y su padre, Tywin, uno de los hombres más temidos y con más oro del reino, Tyrion no les bailaría el agua. Dos ejemplos servirán para ilustrar el comportamiento hipócrita del enano: «Sabía que no podía ponerle un dedo encima a Cersei. Aún no, ni aunque quisiera, y desde luego, no estaba seguro de querer hacerlo».[3] Y en otra ocasión lo traicionan sus pensamientos: «Soy todo tuyo hermana. —“Mientras me convenga”—». Y esta ambigüedad moral se completa, en última instancia, con una especie de sincera comprensión de los que sufren injustamente: compadece a Jon Nieve por ser un bastardo y protege a Alayaya detenida por error por su hermana Cersei.
Por otro lado, la situación tras el primer volumen de Canción de hielo y fuego es dramática, y se aproximan inevitables choques entre los reyes que se consideran a sí mismos herederos legítimos del Trono de Hierro. Así, Stannis Baratheon, acompañado —más correcto sería decir hechizado— por una extraña mujer conocida como la mujer roja —que predica a un único y hasta la fecha indeterminado dios—, Melisandre, lanza sus tropas en primer lugar contra Bastión de Tormentas, sorprendiendo a su hermano Renly que avanzaba confiado hacia Desembarco del Rey. Estamos ante el primer gran giro narrativo de Martin en Choque de reyes, resuelto magistralmente con la muerte de Renly a través de fuerzas oscuras mientras lo contempla todo Catelyn Stark. Una vez eliminado un pretendiente al trono y conquistada Bastión de Tormentas, Stannis dirige sus naves hacia Desembarco del Rey, donde sufrirá finalmente una derrota provisional debido a la intervención inesperada, al límite de culminar el asedio, de Tywin Lannister.
Por otra parte, Robb Stark, señor de Invernalia, ha sido proclamado Rey en el Norte, pero mientras permanece en Aguasdulces con el Matarreyes como prisionero, y tras haber vencido en todas las batallas, parece ir perdiendo la guerra. Además, sufre un duro revés con la traición de su compañero, y casi hermano, Theon Greyjoy, que había sido enviado por el propio Robb como embajador a las Islas del Hierro, de las que procedía y de las que era el legítimo heredero. Theon, cegado por la ambición y el resentimiento, con un escaso contingente de hombres aprovechará sus conocimientos de las tierras verdes para saquear y tomar Invernalia, emulando a los antiguos vikingos con sus expediciones de saqueo y destrucción. Es Theon un personaje ambicioso y de poca lucidez, que junto con el contrabandista Davos, se introduce en Choque de Reyes junto al elenco de personajes principales. De Robb, por su parte, que no ha tenido peso en este segundo volumen, se intuye una mayor influencia en Tormenta de espadas, ansioso como estará por blandir su espada y hacer rodar la cabeza de Theon, y a la vez reconquistar Invernalia.
Sin embargo, aunque la tierra de Poniente tiembla y se desgarra entre guerras, dos amenazas exteriores se ciernen de manera inmediata e inevitable. Por un lado, Daenerys Targaryen ya ha conseguido los barcos necesarios para volver a su hogar con la intención de recuperar el Trono de Hierro que cree le pertenece, y por su puesto se dispone a partir acompañada de sus dragones. La segunda amenaza, ésta mucho más grave, es la que se extiende más allá del Muro. En este segundo volumen de Canción de hielo y fuego, Jon Nieve —cuyo fascinante personaje representa los nobles valores de su padre Eddard Stark— se adentra en los escalofriantes parajes de más allá del Muro en una expedición junto a sus compañeros de la Guardia de la Noche, liderados por Mormont, el Viejo Oso, el lord Comandante. Allí terribles noticias les esperan: Mance Rayder, el Rey de más allá del Muro, ha convocado un ejército de enormes proporciones compuesto por gigantes, wargs, salvajes y sabe dios cuantas criaturas terroríficas más, con el propósito de cruzar el Muro que separa el inhóspito Norte de los Siete Reinos, y que está defendido como sabemos por una orden militar con escasos recursos venida a menos. Finalmente, Jon no tendrá otra elección que fingir renunciar a vestir el negro para infiltrarse entre los salvajes.
Como último personaje a destacar —no por eso menos importante—, hay que quitarse el sombrero ante Martin por el brillante perfil de Arya, una criatura adorable que se ha convertido en mi preferida. La pequeña, desde su huida de Desembarco del Rey, inicia una aventura apasionante y dura hasta Harrenhal, y se cruza con un enigmático personaje al que salva la vida y que le concede como agradecimiento quitarle la vida a tres personas que la chica desee. En Arya, en buena medida, se refleja el contraste del mundo entre los adultos y los jóvenes, cada vez menos definido sin embargo, porque la niña experimenta la criba que significa la cruda realidad.
Para ir terminando, Choque de reyes supone además de un mundo impregnado o dominado por el relativismo moral («depende del mercenario» es la solución que encuentra Tyrion al acertijo que le propone el consejero eunuco) un análisis del poder, una reflexión acerca de quién lo ejerce y cómo, y sobre todo, una preocupación evidente por los dolores de una guerra. En la primera cuestión vemos cómo un gran poder en manos de cualquiera, que además no ejerza su gobierno de forma prudente y piadosa, se desmorona (Robert) y da paso a dramáticos corolarios como la tiranía o el despotismo (Joffrey).
El asunto de la guerra es, por otra parte, tratado con frecuencia en los primeros volúmenes de Canción de hielo y fuego. Hasta el punto de producir una sensación de desamparo y de abandono de los dioses —que son de hecho puestos en duda por aquellas víctimas afectadas por los coletazos de la guerra.
Después de todo, y para concluir este comentario que se ha extendido ya demasiado, las últimas doscientas páginas de Choque de reyes crecen en intensidad y dramatismo, y en los Siete Reinos se extiende el caos por todos los rincones, mientras se adivina un peligro en el Norte que exigirá seguramente la unión de todos los hombres y casas del reino, dejando de lado sus diferencias y aplazando las correspondientes venganzas. Martin mantiene el nivel en este segundo volumen de Canción de hielo y fuego, y asienta esta saga fantástica como una creación literaria desmedida, espectacular y mágica, que va camino de ceñirse la corona del rey Tolkien.
CANCIÓN DE FUEGO Y HIELO
2. Choque de reyes
FICHA
Título: Choque de reyes (Canción de hielo y fuego II)
Autor: George. R. R. Martin
Editorial: Gigamesh
Otros: Barcelona, 2006, 928 páginas
Precio: 30 €
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