Voy a escribir sobre una película que me ha gustado pero que no es ni la mitad de lo que podría haber sido. Por un lado, he sentido nostalgia por sus escenarios, que me han evocado recuerdos preciosos y de un elevado valor sentimental para mí. Por otro lado, aunque Tierra prometida empieza muy bien, y continua mejor, acaba siendo un desastre. En consideración a esos recuerdos despertados por la película de Matt Damon y Gus Van Sant he decidido ordenar mis pensamientos para arrojar luz sobre lo que he visto y poder estimarlo justamente.
Argumento de Tierra prometida
Steve Butler (Matt Damon), importante empleado de una poderosa empresa energética (Global Crosspower Solutions), es enviado a una pequeña población rural —castigada en los últimos años por la crisis económica— junto a su compañera de trabajo, Sue Thomason (Frances McDormand), para adquirir los derechos de perforación de los propietarios de las tierras, en su mayoría ganaderos. Sin embargo, no todos los habitantes de la localidad están de acuerdo con que se instale allí la mencionada industria y obstaculizan el trabajo de Steve y su compañera.
Observaciones
*En atención a quien tenga pensado ver esta película, aconsejo no continuar el comentario presente, pues más abajo aparecen detalles que es mejor descubrir por uno mismo.
Así pues, sin más demora, doy paso al análisis. Tal y como está planteado el argumento, lo lógico —y también lo que a mí me hubiese gustado— sería esperar el desarrollo de un conflicto entre el mundo urbano y el rural. Un verdadero debate entre los dos conceptos de vida, el del campo, y el de las ciudades. O al menos profundizar en la forma de vida rural. Desgraciadamente, la fuerza de seducción de la película se va diluyendo según se hace evidente el manifiesto partido de los responsables de la cinta y ésta se convierte en propaganda.
Al principio puede parecer que se da una defensa del pensamiento ecologista, pero no hay nada de eso en Tierra prometida. Sostengo esta opinión por varias razones: una, no hay ni una sola frase en todo el metraje que dé lustre a la citada ideología, ni siquiera un comentario que la justifique. O yo no las recuerdo. Y dos. Me parece enormemente curioso que Steve Butler, claramente incapaz de defender seriamente su trabajo —lo que contrasta con la presentación brillante que se hace de él en los primeros minutos de la cinta—, sin embargo es responsable de varios comentarios muy agudos e ingeniosos contra el ecologismo. Por ejemplo, me viene a la memoria cuando éste exclama a su compañera, indignado, por el tipo de combustible que usa el ecologista para su camioneta, subrayando así una más de las incoherencias palpables de este pensamiento contemporáneo. Aunque quizá los dardos más atinados los protagonice su compañera.
En realidad, Tierra prometida es una historia anticorporativista. Su único desvelo, lo que empobrece mucho el relato, es insinuar cuán malas son las multinacionales. Es una historia más de propaganda disfrazada que enseña lo dañinas que son las grandes empresas. Hay juego sucio (hombres de paja incluidos), sobornos, cinismo y pocos escrúpulos, pero disfrazados por la normalidad y un humor saludable. Ahora bien, su propuesta es respetable, y en su discurso hay parte de razón; pero no habría mucho más que decir si no se hubieran molestado en abrir algunas veredas realmente sabrosas —verdadero fondo del asunto— que después no aprovechan. Y al secarse éstas, la película muere con ellas.
Porque, ¿cuál es en realidad el fondo de la película, lo verdaderamente genuino de ella? ¿Qué da vida a esta historia? La disyuntiva a la que se enfrenta el pueblo: Permanecer —subsistir— como hasta ahora o abrirse a las oportunidades que les ofrece una compañía energética. Dicho con otras palabras, lo que da sabor a Tierra prometida son las alternativas que se proponen a este pueblecito rural sumido en una crisis profunda.
En este sentido, Steve Butler ofrece una oportunidad única a muchos vecinos, los cuales saldrían del humilde estado al que les condena una tierra que da para comer y poco más. Él (la malvada empresa) les ofrece dinero —necesario para comer—, dinero para que los hijos de los ganaderos y agricultores puedan ir a la universidad, dinero para que la localidad pueda abrir bibliotecas, para que crezcan los servios comunitarios, etc., y dejar atrás el exigente trabajo del campo y que todos los vecinos disfruten de mayor bienestar material. ¡Cómo puede Steve ver mal todo eso y cambiar de opinión al final de la película cuando él sabe perfectamente, entre otras cosas por experiencia, que ese pueblo se muere! «¡Este pueblo se muere», reprocha Steve sentado a la barra del bar a un grupo de hombres, asombrado de que no lo vean. Que no vean que el pueblo no tiene futuro. Que sin industria, el mundo en el que viven se apaga... Tendrá razón o no —es un problema interesante que por razones de espacio no voy a tratar aquí—, pero es lógico que a muchos vecinos se les salten las lágrimas de alegría con la oportunidad que este «hombre caído del cielo» les ha ofrecido. No es extraño, por tanto, que ha muchos vecinos se les pasen de golpe las penas con las «bendiciones» que al pueblo se le vienen encima. Sólo hay que ponerse en la piel de esos granjeros.
En este sentido, Steve Butler ofrece una oportunidad única a muchos vecinos, los cuales saldrían del humilde estado al que les condena una tierra que da para comer y poco más. Él (la malvada empresa) les ofrece dinero —necesario para comer—, dinero para que los hijos de los ganaderos y agricultores puedan ir a la universidad, dinero para que la localidad pueda abrir bibliotecas, para que crezcan los servios comunitarios, etc., y dejar atrás el exigente trabajo del campo y que todos los vecinos disfruten de mayor bienestar material. ¡Cómo puede Steve ver mal todo eso y cambiar de opinión al final de la película cuando él sabe perfectamente, entre otras cosas por experiencia, que ese pueblo se muere! «¡Este pueblo se muere», reprocha Steve sentado a la barra del bar a un grupo de hombres, asombrado de que no lo vean. Que no vean que el pueblo no tiene futuro. Que sin industria, el mundo en el que viven se apaga... Tendrá razón o no —es un problema interesante que por razones de espacio no voy a tratar aquí—, pero es lógico que a muchos vecinos se les salten las lágrimas de alegría con la oportunidad que este «hombre caído del cielo» les ha ofrecido. No es extraño, por tanto, que ha muchos vecinos se les pasen de golpe las penas con las «bendiciones» que al pueblo se le vienen encima. Sólo hay que ponerse en la piel de esos granjeros.
Y, no obstante, también es lógico, por otra parte, que haya algunos a los que no les parezca tan bien la idea de que el pueblo venda sus tierras, siendo perforadas para extraer el gas que subyace en ellas. Porque efectivamente hay riesgos. Y están en su derecho de negarse a aceptar la oferta... Pero de aquí nacen dos cuestiones que yo sólo voy a plantear, porque en la película están en el aire y alguien puede pasar de puntillas sobre ellas:
- Quien puede vender tierras no es un pueblo, en todo caso sería un ayuntamiento (o autoridad local legítima) siempre y cuando tenga algunas en propiedad, sino los hombres de forma individual. En este sentido, ¿pueden los vecinos, aunque sea una mayoría, impedir a un particular que venda sus tierras a quien considere oportuno? No voy a manifestar mi opinión, pero sí quiero dejar constancia de este problema porque en Tierra prometida se da por hecho que esto es lo correcto.
- Además, tampoco se nos debería escapar quiénes son los líderes que se oponen a la venta de tierras y a la entrada de la empresa energética que desea extraer de sus suelos, a cambio de sustanciosos ingresos en las cuentas públicas y privadas, el gas que éstos albergan. Así pues, ¿quiénes ofrecen mayor resistencia a la entrada de la compañía en el pueblo y son presentados de forma benévola? ¡Precisamente dos maestros! ¡Precisamente aquellos que no tienen un trabajo manual! Y sobre esto, Matt Damon (responsable del guión) no dice ni mu. Quizá es una sutileza de genio, pero es llamativo. Llamativo porque dos funcionarios —no conozco la realidad de la enseñanza americana, y puedo estar equivocado—, niegan a unos granjeros la oportunidad de sus vidas.
Lo cierto es que tampoco los habitantes del pueblo son presentados favorablemente. Steve les reprocha, como dije antes, que no vean que su pueblo se muere, y le sorprende la resignación con que lo llevan. Pero atribuye esa actitud a que esas gentes tienen bastante con los subsidios del gobierno.
No sé si tiene algo que ver con esto el propio título de la película. El mismo no puede ser casual, y por tanto la relación bíblica debe residir en algún sitio. He pensado algo sobre esto, y quizá sugiera, haciendo un paralelismo, el celo de los judíos con la tierra prometida por Dios a sus padres. Así, los vecinos se aferran a ésta como los judíos a la suya. No les importa si la tierra es pobre o no, les preocupa que nadie más la ocupe o la transforme. Se agarran a sus propiedades, heredadas de sus antepasados, y rechazan cualquier intervención ajena, sea en principio buena o mala. Me huele que algo de esto hay. O quizá haya estirado de más la interpretación, es posible; en el peor de los casos aquí hay un buen filón de ideas para pensar.
Llegados a este punto creo que lo fundamental está dicho. Al menos lo que yo quería decir de Tierra prometida. Es verdad que según ordenaba mis impresiones sobre la película ésta me enseñaba más y más matices. Sin embargo, el fondo de esta historia, tratado más arriba, queda sin resolver —diría incluso abandonado— al final de la misma. No me parece un despiste de los responsables de la cinta; creo que es algo intencionado. La única pretensión de la película es que veamos lo peligrosa que es una gran empresa. Y todo se vuelve más claro, después de haberla visto, cuando se rebobina y se da uno cuenta de que desde muy pronto Steve Butler (Matt Damon) está muy preocupado por demostrar que no es una mala persona. Esto es central. Al final es honesto y descubre una gran mentira que orquesta su compañía, ¡pero la realidad del pueblo no cambia! ¡El pueblo sigue teniendo los mismos problemas! Pero el chico bueno de Hollywood acaba siendo un buen tipo (porque se da por hecho que trabajaba para los malos, y que al final se da cuenta y los desenmascara), y ahí queda todo. Sin embargo, no es tan honesto Gus Van Sant, y en consecuencia la película, cuando no es capaz de mantener tres segundos la cámara enseñando las caras de frustración y desconsuelo de los ganaderos, que habían visto abrirse los cielos con la oferta de la compañía energética y ahora les han hecho añicos sus sueños.
Creo que tendríamos que vernos en el pellejo de cada uno de los vecinos de este pueblo para tomar una decisión responsable, o al menos en la de los que dicen que bienvenida sea cualquier industria y en la de aquellos que dicen que la tierra de sus padres se queda como está porque así es como les gusta vivir. Como dije al principio, me ha gustado bastante la película, y me ha hecho encontrarme con recuerdos muy bonitos que conservo intactos en algún rincón de mi alma. Pero no quiero finalizar este comentario sin mencionar a Gus Van Sant (un director de los grandes, con altibajos en su historial profesional pero para seguirlo de cerca) y por supuesto a Matt Damon, para mí un caramelo cinematográfico, pues es un actor tremendo que transmite lo que debe en cada uno de sus trabajos.
No sé si tiene algo que ver con esto el propio título de la película. El mismo no puede ser casual, y por tanto la relación bíblica debe residir en algún sitio. He pensado algo sobre esto, y quizá sugiera, haciendo un paralelismo, el celo de los judíos con la tierra prometida por Dios a sus padres. Así, los vecinos se aferran a ésta como los judíos a la suya. No les importa si la tierra es pobre o no, les preocupa que nadie más la ocupe o la transforme. Se agarran a sus propiedades, heredadas de sus antepasados, y rechazan cualquier intervención ajena, sea en principio buena o mala. Me huele que algo de esto hay. O quizá haya estirado de más la interpretación, es posible; en el peor de los casos aquí hay un buen filón de ideas para pensar.
Llegados a este punto creo que lo fundamental está dicho. Al menos lo que yo quería decir de Tierra prometida. Es verdad que según ordenaba mis impresiones sobre la película ésta me enseñaba más y más matices. Sin embargo, el fondo de esta historia, tratado más arriba, queda sin resolver —diría incluso abandonado— al final de la misma. No me parece un despiste de los responsables de la cinta; creo que es algo intencionado. La única pretensión de la película es que veamos lo peligrosa que es una gran empresa. Y todo se vuelve más claro, después de haberla visto, cuando se rebobina y se da uno cuenta de que desde muy pronto Steve Butler (Matt Damon) está muy preocupado por demostrar que no es una mala persona. Esto es central. Al final es honesto y descubre una gran mentira que orquesta su compañía, ¡pero la realidad del pueblo no cambia! ¡El pueblo sigue teniendo los mismos problemas! Pero el chico bueno de Hollywood acaba siendo un buen tipo (porque se da por hecho que trabajaba para los malos, y que al final se da cuenta y los desenmascara), y ahí queda todo. Sin embargo, no es tan honesto Gus Van Sant, y en consecuencia la película, cuando no es capaz de mantener tres segundos la cámara enseñando las caras de frustración y desconsuelo de los ganaderos, que habían visto abrirse los cielos con la oferta de la compañía energética y ahora les han hecho añicos sus sueños.
Creo que tendríamos que vernos en el pellejo de cada uno de los vecinos de este pueblo para tomar una decisión responsable, o al menos en la de los que dicen que bienvenida sea cualquier industria y en la de aquellos que dicen que la tierra de sus padres se queda como está porque así es como les gusta vivir. Como dije al principio, me ha gustado bastante la película, y me ha hecho encontrarme con recuerdos muy bonitos que conservo intactos en algún rincón de mi alma. Pero no quiero finalizar este comentario sin mencionar a Gus Van Sant (un director de los grandes, con altibajos en su historial profesional pero para seguirlo de cerca) y por supuesto a Matt Damon, para mí un caramelo cinematográfico, pues es un actor tremendo que transmite lo que debe en cada uno de sus trabajos.
Vi la pelicula porqué me la aconsejó emocionada la chica de la entrada. Por principio, casi nunca voy a ver peliculas americanas pero me dejé influenciar. Qué pena! Me pareció mala, aburrida, previsible y muy, muy americana. Cómo mucho para verla un domingo a la tarde de lluvia en casa y si no hay nada mejor que hacer...Pero claro, a lo mejor no hacerme demasiado caso. A mi, en contra de la mayoría, Amantes pasajeros me gustó. Una comedia, sin más, le sobra un poquito de sexo, pero me gustó y mucho. Me lo pasé bien...
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