Soldados en la Historia es la última exposición (febrero 2014) del pintor español Ferrer-Dalmau en suelo patrio. Alicante ha sido la ciudad afortunada esta vez para alojar 35 de sus obras, entre las que destacan algunas de sus principales creaciones. Mi debilidad por el mismo es conocida. A él he dedicado hasta el momento un par de artículos, y lo he seguido en Zaragoza, Toledo, Madrid y Alicante. A pesar de que entre mis dos últimos encuentros con sus pinturas han mediado menos de dos meses, la impresión de ponerme delante de sus obras jamás mengua o desaparece. Muy al contrario. La belleza en persona reside en cada uno de sus cuadros, y ante la belleza, en este caso pictórica, me conmuevo.
La batalla de San Marcial es la pintura más grandiosa de la exposición congregada en Alicante, y una de sus cuatro o cinco mejores y más hermosas creaciones. A dos palmos de distancia se descubre la verdad que reside en los lienzos de este maestro. Las expresiones realistas de los soldados, el fulgor de la sangre, el barro en los uniformes, los reflejos geniales del fusil abandonado en el suelo en primer plano, los cielos hostigados de nubes y pólvora, el agua turbia en la que se hunden algunos cadáveres, los ojos de un moribundo, el niño abatido junto a su tambor, delante de un compañero cuya sangre se pierde en el reguero minúsculo que separa dos frentes... A tres metros del cuadro, una pintura fastuosa. Se pierden los matices pero se descubre una composición gloriosa y exultante. La vanguardia de una compañía de infantería es representada en medio de la batalla de San Marcial, con inigualable riqueza de colores y formas, con precisión inaudita, con inspiradora belleza.
Hay otros ejemplos tan magníficos como éste entre su copiosa obra, y por supuesto en la exposición de Alicante, aunque a menor escala en esta reunión titulada Soldados en la Historia. La más apreciada por mí es Agustina de Aragón. Una maravilla pictórica enmarcada en un precioso y elegante marco dorado. En la pintura, la heroína de la Guerra de la Independencia Española, una valiente joven que enardeció a las tropas nacionales con su ejemplo en la Puerta del Portillo de Zaragoza, es representada con sublime tacto. La delicada concepción de Dalmau muestra a una joven bellísima, sobre una pila de soldados muertos, en el instante inmediato de haber aplicado el botafuego al cañón del 24 que estaba preparado para ser disparado y que había quedado huérfano al haber caído los artilleros que lo manejaban. La historia nos refiere que el proyectil lanzado por Agustina dio de lleno en la brecha creada por el invasor francés en la citada puerta y que los enemigos fueron detenidos en el acto. Las defensas españoles, lideradas por el general Palafox, azuzados por la gesta de la joven, acudieron para repeler definitivamente el ataque francés.
Sólo conociendo los detalles que rodean esta angustiosa y palpitante hora, es decir, sólo conociendo la Historia, puede uno valorar en su justa medida un cuadro como éste. La hora límite que vivía España entonces la anuncian los cielos terriblemente bellos y agitados que suele pintar Dalmau; en cuanto a la belleza de la escena, si bien nutrida por la Historia, ha sido compuesta por el elevado espíritu de un mago.
Sólo conociendo los detalles que rodean esta angustiosa y palpitante hora, es decir, sólo conociendo la Historia, puede uno valorar en su justa medida un cuadro como éste. La hora límite que vivía España entonces la anuncian los cielos terriblemente bellos y agitados que suele pintar Dalmau; en cuanto a la belleza de la escena, si bien nutrida por la Historia, ha sido compuesta por el elevado espíritu de un mago.
Pero estas dos pinturas mencionadas no son las únicas obras prodigiosas que reúne la galería alicantina. Dedicar a unas más tiempo que a otras depende de muchas cosas. Destacaría por ejemplo Lanceros de la Legión Extremeña, El último de Gibraltar, y de época más reciente, Intendencia en el puerto de Barcelona y Al pie del cañón (batalla de Belchite). Aunque perfectamente podría cambiarlas por otras. La multitud de pinturas magistrales del «pintor de batallas» —como lo bautizó Pérez-Reverte—, lleva camino de ser inagotable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario