jueves, 11 de agosto de 2016

Dafnis y Cloe de Longo

Aunque de segundo orden para los antiguos griegos y latinos, la novela también fue un género literario cultivado en la Antigüedad. Bien es cierto que solo unas pocas novelas destacan, siendo la de mayor nivel de toda la literatura griega Dafnis y Cloe, un maravilloso relato pastoril con aroma a clásico. Juan Valera, que tradujo e introdujo esta obra para el público de habla hispana, comentó de ella que era “la única quizá que, por la sencillez y gracia del argumento, por el primor del estilo, y en suma, por su permanente belleza, vive y debe gustar en todo tiempo”.

De Longo, el autor de Dafnis y Cloe, apenas se sabe nada. Incluso su nombre parece deberse a una confusión. Sea como fuere, su creación ha permanecido en el tiempo, manteniendo una innegable frescura por los valores que incorpora, la nobleza de los personajes y el agradable marco que los abriga.

Los protagonistas de este idílico relato son Dafnis, un joven pastor que es cuidado de niño por una cabra al ser abandonado por sus verdaderos padres, y Cloe, una hermosísima pastora que sufre idéntica suerte y recibe el sustento de una enternecida oveja. Ambos niños son acogidos por diferentes familias y crecen sanamente hasta que tienen edad suficiente para encargarse de sus respectivos rebaños. Enseguida crecerá una amistad entre ellos que acabará en idilio. Las sucesivas dificultades para alcanzar el dichoso final, con seguridad uno de los más felices de la historia de la literatura, suponen un dulce acicate y un estímulo constante, aun cuando el relato explora asuntos menos prosaicos que el aparente argumento simplón que propone nuestro autor heleno.

La historia se encuadra por ejemplo en un orden social determinado, que recuerda al tiempo aristocrático que describe Homero en la Ilíada. Existe una jerarquía y un orden respetados por todos. De un lado hay señor y amos, del otro, siervos y criados. Y por encima de unos y otros las divinidades. Pero no se trata de un orden despótico y arbitrario, sino justo y equilibrado, porque los amos saben tratar con magnanimidad a los hombres que están a su cuidado, y los siervos muestran un aprecio sincero a esos señores que les permiten dar de comer a sus hijos al dejarlos a cargo de sus propiedades. El orden familiar es igualmente envidiable. No por eso ha erradicado el autor a individuos con peores intenciones o dominados por las pasiones. Pero estos últimos son eclipsados por el ambiente general, inclinado por una mayoría de corazones nobles, piadosos y justos.

También es extraño que Amor acierte con sus dardos y vele por la pareja recién creada, cuando son contadas las ocasiones en que las flechas de Cupido no han dado lugar a relaciones desgraciadas. Actualmente esta novela se ubica en el siglo II de nuestra era. El dato no es intrascendente. Tal vez el autor ya había oído hablar de Cristo, y por eso se lea en Dafnis y Cloe que Dios es amor, concepto ajeno por completo a la mentalidad grecolatina.

En relación con esto, quizá lo más llamativo de la mayor cresta narrativa griega sea la familiaridad con la que los zagales tratan con los dioses, brindándoles ofrendas y haciéndoles llegar en todo momento su gratitud, obteniendo como compensación (por su virtud, pureza y sencillez) favores extraordinarios. Como lección, se podría extraer de todo esto que los dioses siempre premian a los justos.

En Dafnis y Cloe, al fin, triunfan los buenos sentimientos, la justicia y la piedad. El Amor al principio parece trastornar a los dos muchachos, que se entristecen sin motivo, se apetecen y se prometen fidelidad eterna, llegándose a leer cosas tan hermosas como esta que pronuncia Cloe entre suspiros: “¡Quisiera ser su flauta para que infundiese en mí su aliento!” Pero aquí no hay malicia, ni la fatalidad que empapa cada escena de su heredera moderna, Romeo y Julieta (cumbre para mí de la dramaturgia universal). Pues en opinión de Valera, “al lado de gran parte de los más celebrados libros modernos, es inocentísimo el que traducimos”. Mayor razón para incluir esta sublime aventura entre los clásicos.



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