La obra magna de la literatura italiana es La Divina Comedia. Sin embargo, no es por su grandeza por lo que cualquier canon que se precie sobre literatura italiana comienza con esta obra, sino porque su genial creador, Dante Alighieri (1265-1321), es considerado el padre del italiano, la bella lengua romance en la que publicó los hermosos versos dedicados a Beatriz (Vita nuova), y que suponen el punto culminante del Dolce Stil Nuovo (expresión con que se denominaba la poesía escrita en lengua vernácula en Florencia); su ensayo De vulgari elocuentia —donde abordaba la utilización del italiano como lengua literaria—; y su Divina Comedia, obra maestra que constituye una de las grandes cimas de la literatura universal, cima que, además, se yergue en la confluencia de dos extraordinarias corrientes: la del cristianismo medieval y la del Renacimiento, con el que da inicio la modernidad.
A Dante le sigue Francesco Petrarca (1304-1374). Defensor de un cristianismo humanista y culto, descuella entre sus obras su Cancionero, sorprendentemente actual y dedicado a su amada Laura.
Maestro del relato, entendido como una manera de aprender deleitándose, Giovanni Boccaccio (1313-1375) nos legó el Decamerón, su obra más importante. Se trata, como es sabido, de una colección de cien historias cortas motivadas por la necesidad de amenizar el paso del tiempo que siente un grupo de jóvenes que huyen de Florencia a una villa cercana escapando de la peste. Bien es cierto que ha predominado la idea de que el fondo de muchos de estos relatos es inmoral y jocoso, pero en realidad destaca más en ellos su carácter ingenioso y en ocasiones piadoso.
Marco Polo (1254-1324) no debe tampoco faltar en esta lista, aunque sus relatos fueran compuestos en francés antiguo primero y más tarde en una variante conocida como francoitaliano. Contemporáneo de Dante, en Los viajes de Marco Polo, también conocido como El libro de las maravillas del mundo o Il Milione, el veneciano relata sus fabulosas aventuras comerciales en China, por las cuales ha sido inmortalizado.
El relato de caballerías también tiene su paladín entre los autores italianos. Ludovico Ariosto (1474-1553) tiene el honor de haber compuesto el más afamado poema épico caballeresco de las letras italianas. Es éste un extensísimo poema centrado en las luchas entre moros y cristianos propias de la Edad Media, y entreverado con asuntos de naturaleza amorosa, entre los que destacan los amores de Orlando y Angélica.
En otro registro muy diferente, el del saber político, destaca Nicolás Maquiavelo (1469-1527). En época del autor de El príncipe, la visión de la política en Europa registraba una curiosa tensión entre lo ideal y lo práctico. Después de Maquiavelo la idea de una sociedad sustentada en la moral entraba completamente en quiebra. La razón de Estado dejaba de ser el criterio principal a seguir por el buen gobernante, y el crimen y la violencia podían ser lícitos y convenientes si al aplicarlos se aseguraba el éxito del poderoso. En resumen, para Maquiavelo todo gobierno tiene como primera meta la conquista del poder y su mantenimento; preocuparse por el bien de familias y municipios, por la práctica de la virtud o la santidad de los gobernantes, era cosa del pasado.
Dirijamos nuestra mirada ahora, después de echar la vista sobre estos grandes personajes de antaño, hasta el siglo XVIII, para toparnos con el singular Giacomo Casanova (1725-1798), que aunque escribió lo mejor de su obra (Historia de mi vida) en francés, la misma posee un importante valor documental (describe muy bien las costumbres y la vida cotidiana de la sociedad del XVIII), y sobre todo literario.
Un siglo después de Casanova sobresale por méritos propios Alessandro Manzoni (1785-1873). Su novela histórica Los novios (I promessi sposi), es hoy en día una obra de referencia en las escuelas italianas, siendo el libro más leído después de la obra maestra de Dante.
Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi (1826-1890), no podían faltar en este catálogo, más o menos ordenado, de obras y autores selectos de la literatura italiana. No en vano, es una magnífica historia para niños que serán adultos. Y de la importancia de contar y oír historias ejemplarizantes no se ha hablado ni escrito nunca lo suficiente.
Gabriele D'Annunzio (1863-1938) es sin duda uno de los mejores escritores italianos y europeos de todos los tiempos. Novelista, poeta y dramaturgo, ocupó una posición prominente en la literatura italiana y europea de finales del siglo XIX y principios del XX. Para James Joyce, D'Annunzio y Tolstoi fueron los dos mayores talentos de la literatura. Y me temo que no exageraba en absoluto. Botón de muestra es su extraordinaria novela El inocente (1892), que me cautivó desde la primera línea, y que llegó a mis manos gracias al admirable celo profesional de la editorial dÉpoca.
Contemporáneo del excéntrico príncipe de Montenevoso, Giovanni Papini (1881-1956) se eleva entre los escritores italianos como un verdadero gigante de las letras. A sus portentosos relatos, llenos de imaginación y agudeza, hay que sumar su pasional Historia de Cristo y, sobre todo, su ambicioso Juicio Universal.
Ya entrado el siglo XX podrían mencionarse unos cuantos autores, que a mí particularmente no me entusiasman demasiado, como Italo Calvino (El barón rampante), Italo Svevo (La conciencia de Zeno), Leonardo Sciascia (El archivo de Egipto), Vasco Pratolini (Crónica de pobres amantes) o Césare Pavese (De tu tierra, El camarada, La playa, Fiestas de agosto).
Finalmente, entre los escritores italianos más recientes, que son precisamente los que menos me interesan y conozco, descuellan un tanto Umberto Eco (El nombre de la rosa), Niccolò Ammaniti (Como Dios manda), Alessandro Baricco (por su adaptación de la Ilíada de Homero) y Andrea Camilleri (serie Montalbano). Especialmente interesante me pareció, también, Paolo Giordano en La soledad de los números primos y El cuerpo humano...
Desde luego, hay muchos otros autores que no han sido citados aquí. No he nombrado por ejemplo al gran poeta Giacomo Leopardi, ni al premio Nobel Luigi Pirandello (que no me interesa demasiado); y es que no era mi intención exhibir un listado completo y ordenado de autores italianos. Tan solo he destacado a aquellos escritores que yo considero que merecen una atención preferente. En cualquiera de los casos, la lectura de algunas de estas obras agradará incluso a los paladares más exigentes. De eso no tengo ninguna duda.
Luis, por si no los has leído te recomendaría "El jardín de los Finzi-Contini" de Giorgio Basani y "Confesiones de un italiano" de Ippolito Nievo, ambas excelentes novelas.
ResponderEliminarTe agradezco las recomendaciones, que sin duda tendré muy en cuenta. Empezaré, de hecho, por la historia de amor de Basani.
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