Iker
Jiménez es uno de los grandes comunicadores
de este país. Lo he seguido en la radio desde su estreno hasta hoy de forma
interrumpida pero más o menos fiel, y aunque no comparto algunos de los temas
propuestos en su programa, o el sensacionalismo con los que se tratan, en
cambio admiro su esfuerzo y valentía por mostrar una cara de la realidad
silenciada y temida. Y esta desconfianza de Iker hacia
la historia oficial vertebra todos sus trabajos, también su primera novela, una
extraña y angustiosa investigación no del todo cuajada: Camposanto.
Conservaba mejor recuerdo de Camposanto, obra que leí recién
publicada en mayo de 2005. Disfruté a ratos su lectura, y en las notas que hice
destaqué su atmósfera angustiosa y una elevada dosis de terror. Esta vez, al
reencontrarme con su primera obra de ficción —pues deseaba acercar a La Cueva a este joven y talentoso periodista—, no me ha
nacido el mismo entusiasmo. Y sin embargo, sigo disfrutando otros trabajos
suyos como El
paraíso maldito, Fronteras de lo imposible o La noche del miedo, investigaciones emocionantes escritas
con aire añejo y elegancia por una pluma de las que ya no hay en el mundo del
periodismo.
La obra que nos ocupa es una novela histórica y a la vez relato
de terror. Aníbal
Navarro, el protagonista de Camposanto, es un importante locutor radiofónico que termina
obsesionado con un caso. Su investigación se convierte en una peligrosa
aventura desarrollada por las calles de Toledo, las mazmorras de Venecia o el
monasterio de El Escorial. La señal que persigue el periodista es la muerte de
otro importante reportero, Lucas
Galván, que también dirigió un famoso programa
de radio, y que fue hallado muerto dentro de un cementerio abandonado (en un
pueblecito de Toledo llamado Tinieblas de la Sierra y donde al parecer
desapareció de golpe toda su población) mientras perseguía el rastro de algo
que le obsesionaba.
La misteriosa historia se relaciona con una extraña secta que al
parecer estuvo en su día en aquellas tierras, los Hermanos del Libre Espíritu,
relacionados con el enigmático y fascinante pintor flamenco conocido como El Bosco. Lo que Jiménez propone en esta obra es que el
universal pintor se inspiraba para sus espantosos y fascinantes cuadros en conocimientos esotéricos que después conservaría la secta mencionada. Pero el
paseo por la Historia de Aníbal no lo hace en solitario. Recibirá la ayuda
de Sebastián Márquez, un erudito impresor y coleccionista,
y Klaus Kleinberger, uno de los mayores especialistas en la
obra de El Bosco.
Presentada la obra, ya sólo he de decir que no es un relato
convencional. Es una novela extraña, muy personal, donde la variedad de temas
expuestos en ella reflejan retazos del alma y las vivencias del autor. Me ha
alegrado encontrarme con un escritor valiente que defiende que los lugares
también tienen su personalidad, su propio «espíritu»: «Fuerzas que gravitan con
más intensidad en ciertos entornos en los que ha habido tragedias superpuestas»
(p. 171). Y también comparto su desafío a aquellos que escamotean trozos fundamentales de la Historia. En
términos literarios, en cambio, he descubierto esta vez una investigación
deslavazada, con débil estructura, una vorágine de temas que confunden más que
centran el tema, y una prosa desigual aunque a ratos inspirada. Pero una cosa
no quita la otra, Camposanto es una obra regular y extraña, e Iker Jiménez un enorme comunicador y un gran escritor.
Por eso reivindico en La
Cueva su espacio.
FICHA
Título: Camposanto
Autor: Iker
Jiménez
Editorial: Suma
Otros:
Madrid, 2005, 400 páginas
Precio:
18 €
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