+Francisco de Goya, divino pintor de horrores, ensueños, demonios y brujas (8 de mayo de 2020).
Francisco de Goya y Lucientes (1746, Fuendetodos-1828, Burdeos) fue un verdadero genio, uno de los mejores pintores de todos los tiempos. Con él voy a inaugurar una nueva carpeta de comentarios relacionados con el arte (que también es parte de las Humanidades), muy personales, que se concretarán en reflexiones en torno a diferentes pinturas y sus autores. Imágenes que, a fuerza de contemplarlas una y mil veces, en diferentes escenarios y en agradable soledad, me han proporcionado ratos de placer únicos, y suscitado, emociones y pensamientos fecundos.
Francisco de Goya y Lucientes (1746, Fuendetodos-1828, Burdeos) fue un verdadero genio, uno de los mejores pintores de todos los tiempos. Con él voy a inaugurar una nueva carpeta de comentarios relacionados con el arte (que también es parte de las Humanidades), muy personales, que se concretarán en reflexiones en torno a diferentes pinturas y sus autores. Imágenes que, a fuerza de contemplarlas una y mil veces, en diferentes escenarios y en agradable soledad, me han proporcionado ratos de placer únicos, y suscitado, emociones y pensamientos fecundos.
Dicho esto, pongo orden a mis apuntes y pensamientos en torno a Goya.
La pradera de San Isidro |
En la vida de Goya tuvo especial peso la tragedia. Y en sus obras se refleja la mirada de un hombre que ha gozado de los placeres de la vida y después se ha sumergido en sus desgracias. Me pregunto qué hizo del maestro un hombre diferente al resto. ¿El tesón, el talento, o el tormento con el que tuvo que bailar tras acontecerle una grave enfermedad que, a un precio demasiado elevado, terminaría superando? El pintor perdió el oído. Pero al parecer, la desgracia, lumbre para su genialidad, hizo que Goya explotara su formidable imaginación y desarrollara cuadros asombrosos y de increíble fuerza narrativa.
Maja desnuda |
Las Pinturas Negras son perturbadoras y fascinantes. Reflejan lo más sombrío e indeseable de la vida a través del pincel de un hombre escéptico intelectualmente pero de espíritu optimista, y su gestación, alumbrada de manera misteriosa, muestra un colosal pintor pero también un enorme hombre. Y al ser las Pinturas Negras una serie de cuadros desagradables, tenebrosos y perturbadores, las preguntas se agolpan. ¿Sólo un alma atormentada es
capaz de expresar las verdades más hondas? ¿Sólo un ser que sufre husmea con
mayor atrevimiento y acierto los misterios de la vida? Eso parece. Por lo tanto
indicaría que existe una razón suficiente para esa dimensión trágica de nuestra vida, como
si fuera necesaria para que de esta manera aprendiéramos algo fundamental. Por
lo visto debemos probar lo amargo para apreciar lo dulce, aunque uno sepa mucho
mejor que lo otro.
El coloso |
Lo que parece seguro es que no se rodeó de estas pinturas para suscitar comentarios y habladurías; deseaba estar junto a ellas, como si quisiera recordar en todo momento la fealdad de la vida, comunicando con sus pinturas un mensaje para no olvidar que junto a la belleza, la salud y la alegría se entrelaza un camino de lágrimas y espinas. Pero también es posible que Goya deseara rodearse de cuadros siniestros para conjurar el mal y así poder controlarlo. Quizá esa fuera su intención. En cualquier caso, cada una de esas pinturas negras a las que Francisco de Goya y Lucientes no puso título, merece su atención.
Pinturas Negras
La romería de San Isidro |
- La romería de San Isidro
El contraste entre
esta pintura y La pradera de San Isidro que pintara Goya años atrás, asombra y enmudece. Aquí la procesión se
dirige hacia el espectador enardecida, y se compone de personajes extasiados y
también caricaturizados en el primer grupo, encabezada por un hombre con una
guitarra cuya expresión delirante —ojos en blanco incluido— corta el aliento.
Detrás de los hombres con sombrero de ala ancha avanzan otros personajes
embozados, y a sus espaldas el pueblo de Madrid, repartido en clases sociales.
Más allá de las alegorías que pudiera encerrar el cuadro, me sobrecoge la expresividad
del mismo, y algunas lecturas que en él encuentro. Hombres y mujeres con sus
bocas abiertas entonando oraciones en medio de la noche como posesos en
procesión es una imagen de estampa de terror, y aunque la caricatura del
maestro hacia el fanatismo religioso es evidente, la exaltación de la multitud
es lo que perturba. El comportamiento de la masa, apiñados los hombres por Goya hasta desfigurarlos, escarba una tremenda verdad:
en la colectividad el hombre se deshumaniza, pierde sus rasgos, se vuelve
irreconocible.
Y esta verdad la he podido sentir atrapado entre multitudes, con mi espíritu inquieto removiéndose, incapaz de aferrarme a algo estable o trascendente, como si no encontrara armonía o estuviera a gusto del todo entre mis semejantes, al fin y al cabo tan extraños y ajenos a mí. Este enigma me obsesiona. Disfrutar el ambiente particular con el que está impregnado un determinado lugar, o desnudar una pintura en un museo, mientras me hallo entre la multitud, es un placer incómodo. Siento que hay algo más, que rozo con las yemas de mi ánima el fondo de algunas cosas, pero raras veces consigo sacar conclusiones claras y coherentes de esas impresiones. En este sentido, cada vez considero más seriamente que el ruido ensordecedor que produce la multitud a su paso es una señal de alarma segura para alejarse de ella de inmediato si se desea gozar de la majestuosidad del mundo con el espíritu en clama. Porque la furiosa e infatigable actividad de las masas distrae al individuo, e impide que éste pueda comunicarse adecuadamente con las maravillas y los misterios del mundo.
Y esta verdad la he podido sentir atrapado entre multitudes, con mi espíritu inquieto removiéndose, incapaz de aferrarme a algo estable o trascendente, como si no encontrara armonía o estuviera a gusto del todo entre mis semejantes, al fin y al cabo tan extraños y ajenos a mí. Este enigma me obsesiona. Disfrutar el ambiente particular con el que está impregnado un determinado lugar, o desnudar una pintura en un museo, mientras me hallo entre la multitud, es un placer incómodo. Siento que hay algo más, que rozo con las yemas de mi ánima el fondo de algunas cosas, pero raras veces consigo sacar conclusiones claras y coherentes de esas impresiones. En este sentido, cada vez considero más seriamente que el ruido ensordecedor que produce la multitud a su paso es una señal de alarma segura para alejarse de ella de inmediato si se desea gozar de la majestuosidad del mundo con el espíritu en clama. Porque la furiosa e infatigable actividad de las masas distrae al individuo, e impide que éste pueda comunicarse adecuadamente con las maravillas y los misterios del mundo.
Judit y Holofernes |
- Judit y Holofernes
Judit y Holofernes hace referencia a un episodios bíblico cuyo relato tiene una
finalidad principalmente teológica. A partir del hecho histórico de la victoria
de Nabucodonosor (rey de Babilonia) sobre el pueblo judío, se cuenta la historia de
salvación nacional que lideró Judit. La piadosa mujer -instrumento de Dios para liberar a su
pueblo elegido- se ganó la confianza del general de los ejércitos del rey, Holofernes, y cuando llegó el
momento oportuno en una noche de excesos, Judit cortó la cabeza de Holofernes con su alfanje. La
lección que encierra el relato es la demostración de que Dios protege a los
humildes y venga a los desheredados, mediante la humillación de los soberbios,
que sólo confían en sus fuerzas y no guardan la ley de Dios. Ahora bien, me
pregunto, ¿por qué recurriría Goya a esta historia?
¿Qué buscaría ilustrar el genio con el episodio de Judit y Holofernes? Hay dos
respuestas que me convencen y me inquietan a la vez. La primera de ellas es que
el pintor español tratara de representar varias formas de "perturbación
religiosa", pues este cuadro acompañaba a La romería de
San Isidro y a los Dos ermitaños. La otra es que
estuviera interesado en presentar a la mujer como un ser desleal y del que no
hay que fiarse. También pudiera ser que el artista deseara señalar que la
voluntad divina es inflexible e implacable, y que asume totalmente la muerte de
un hombre por inspiración suya. De estas dos últimas interpretaciones sigo
extrayendo hilos de indudable sustancia.
Dos ermitaños |
- Dos ermitaños
No soy capaz de reconocer a dos ermitaños en este cuadro, sino a
un anciano encorvado acosado por una especie de ser demoníaco. El ermitaño,
apoyado en un bastón y portando un cesto, transmite una expresión amable, pero
la negrura que lo envuelve y el extraño ser que está diciéndole algo al oído
hacen de la pintura una estampa aterradora. ¿Dibujó Goya la personificación de una
tentación? ¿Es el personaje de larga barba cenicienta un santo? Estas tres
primeras pinturas describen intervenciones de lo sobrenatural en la realidad. También
la siguiente, El Aquelarre, un cuadro sobrecogedor, desconcertante y, por momentos,
esperpéntico.
El Aquelarre |
- El Aquelarre
En este extraño cuadro de más de cuatro
metros de largo vuelvo a toparme con el amontonamiento de figuras absortas. Goya pinta
aquí una imagen horrenda, sombría, en la que hace crepitar en medio de la
negrura una turba sugestionada por la prédica de un macho cabrío. El tratamiento de la reunión es morboso, y de esta manera, popular. En el extremo
derecho del cuadro encontramos una figura apartada que sigue atentamente el
ritual, pero con una postura sosegada. Que lo que parece ser una mujer se
relacione con la compañera de Goya, Leocadia
Weiss, no me interesa demasiado, salvo que su
presencia en la pintura sea crucial para revelar el significado del cuadro.
Pudiera ser que el íncubo no fuera otro que Goya, comunicando a las masas ingenuas misterios al
alcance de algunos genios atormentados como él mismo, y fuera visto en la
distancia por su cómplice amante. Pero no he desojado El Aquelarre para especular sobre su sentido,
sino para dejarme impregnar por los dibujos y escarbar luego las impresiones
inevitables que suscitan estas obras. Y aunque la intención siniestra e irónica
de Goya es
manifiesta, quiero ver en ella la expresión del interés del pueblo por el mal. Pienso en la atracción malsana hacia cosas desagradables, pero también en el interés frecuente por conocimientos ocultos y heterodoxos que han apasionado y apasionan a gentes
demasiado curiosas para no llevarse, a lo largo de su vida, desagradables
sorpresas siguiendo arriesgados caminos.
Saturno devorando a su hijo |
- Saturno devorando a su hijo
Esta pintura representa un acto de barbarie supremo, solo
comparable a un parricidio. Saturno devorando a su hijo es una obra maestra expresionista, que perturba, encoge y
aturde con solo mirarla unos segundos en silencio. Me llama poderosamente la
atención el magnetismo del cuadro, la expresión ida del dios Cronos tragando frenéticamente a su hijo, pero sobre todo
la densidad de la negrura que lo envuelve. El tratamiento que hace Goya de las sombras sugiere que ha retratado al
terrible dios en un acto endiablado, un crimen por el que gime la Creación.
Parece como si Saturno estuviera ahí detrás, sorprendido pero a lo suyo, engullendo a su
víctima; y sus miembros cortados por el pintor, enseñando a medias al dios, me
hace imaginarlo regresando a las sombras a las que pertenece después de
completar su crimen, bien lejos de la luz del pincel del artista.
- Una manola: Doña Leocadia Zorrilla
Una manola: Doña Leocadia Zorrilla |
Este cuadro, junto con el llamado por la crítica Perro hundido
en la arena, no me cautiva
como los demás de la serie. Aquí apenas veo una mujer enlutada con actitud
digna y serena, aunque apoyada con descaro. ¿Es la obra un consejo del maestro para afrontar con estoicismo
las pérdidas inevitables que hemos de sufrir en la vida? No parece muy
razonable conociendo la reacción creativa del pintor a su sordera, o el interés
por lo dionisíaco y trágico de la vida reflejado en su obra. No hay resignación
en su creación, y yo tampoco me resigno a seguir desojando este lienzo, aunque
ahora ponga final a este apunte.
- Dos viejos tomando sopa
Dos viejos tomando sopa |
Dos viejos comiendo sopa es un cuadro pequeño pero de una fuerza visual tremenda. Los ojos
encendidos subyugan y enmudecen. O al menos esa es la sensación que he tenido
delante suyo. La negrura del fondo anuncia malas noticias. Y la mueca de la
vieja sobrecoge. Sobrecoge porque se adivinan unas condiciones horribles para
su protagonista, pero además porque la expresión transmite desconfianza y
desequilibrio. Lo cierto es que cuesta mirar esta pintura de frente, pues parece un espejo cuyo reflejo devuelve la fealdad de la vejez.
- Perro hundido en la arena
Perro hundido en la arena |
Ya
he dicho en otro lugar que no me cautiva esta pintura. Algunos estudiosos dicen
que es un cuadro incompleto del pintor, y otros mientras tanto, han propuesto
docenas de interpretaciones. Me faltan elementos objetivos para conocer a
fondo la pintura, para sentirla y disfrutarla. Y no me van las
vanguardias. Pero algo debe haber en el lienzo para formar parte de esta serie
de pinturas. Y unos tesoros exigen mayor esfuerzo que otros para ser hallados.
De esta manera, en el cuadro se observa, sobre un fondo ocre, la cabeza
estirada de un perro que parece hundido en la arena. Es cierto que el genio
español consiguió dotar de brillo los ojos del animal, que además parece
encontrarse en situación desesperada. Con paciencia y ojos limpios —mayor deseo
de verdad— compruebo dos cosas. Que la imagen despierta ternura, pero que
también despierta desasosiego, pues el espectador se ve comprometido,
implicado, obligado, al ver en peligro a un ser indefenso. Y esa capacidad para
captar instantes cruciales de la vida, esos fogonazos desapercibidos pero que
remueven el corazón y el alma, son detalles de genio, las llamaradas de uno
como Francisco de Goya y Lucientes.
- Asmodea
Asmodea |
Visión
fantástica: Asmodea no
es una pintura oscura formalmente, pero sí lo es para el observador, para el
público, que no entiende nada cuando se sitúa delante de ésta. Lo que se narra
aquí es un ser portando por los aires a un hombre hacia la cima de un monte
donde se aprecia la silueta de una fortaleza asediada desde el valle. El cuadro
es una gran alegoría teñida de simbolismo político, relacionado con la época de Goya, y
por tanto, entiendo, con un mensaje crítico y a la vez educativo. Me he
preocupado de conocer las lecturas que han hecho entendidos en la obra de Goya, y
la explicación acerca de que el demonio volador sea una mujer y no un hombre,
pero es irrelevante porque no he arrancado de su contemplación mucho provecho.
Y aún así me hago preguntas. ¿Qué razón tiene el demonio para arrastrar al
hombre? ¿Pretende enseñarle algo? ¿Hacia dónde lo conduce y por qué? ¿Quién es
la víctima, un hombre cualquiera? ¿O no es una víctima sino un afortunado
rescatado de la guerra? ¿Vivo o muerto? Demasiadas preguntas e insuficientes
repuestas. Pero un cuadro complejo con el que seguir ensayando vivencias.
- Procesión del Santo Oficio
Procesión del Santo Oficio |
Una pintura parecida a La romería de san Isidro de la misma serie, pero menos siniestra y más irónica. Goya satiriza aquí una institución con mala prensa y denostada por la leyenda negra gestada en el extranjero, de la que el pintor zaragozano se hace eco. Se repiten temas ya tratados, como la mueca hiperbólica y el apiñamiento de individuos, pero esta pintura me ha espoleado para recordar el balance real de la Inquisición, símbolo del mal para algunos ilustrados, pero muy popular en su tiempo. Recojo mis palabras de otro cajón: «El Santo
Oficio ha de ser entendido como un fenómeno dentro de su contexto, como
otros acontecimientos, personajes o instituciones históricas. En este sentido,
la Inquisición española no puede contemplarse a la luz de nuestra era
como un organismo represor que suprimió cualquier forma de libertad religiosa,
pues ésta no existía en ningún país europeo. Dicho esto, y sin detenerme en que
con su obsesión por la pureza de la fe unió a buena parte de la cristiandad,
contuvo la peligrosísima expansión otomana»*.
- Las parcas
Las parcas |
La contemplación en silencio de esta pintura inquieta
profundamente. Se ha visto en las figuras representadas a las temibles parcas,
señoras del tiempo de vida de los individuos (Láquesis, Átropos y Cloto), además de un ser que se identifica con Prometeo. Cada una de las viejas porta un objeto relacionado con su
función natural. En este cuadro, a fin de cuentas, lo que se ve es a la muerte
sobrevolando la naturaleza, y se manifiesta en el cuadro como si solo fuera
visible para el espectador pero en realidad comprendemos que está en todos
lados y es invisible. Por su carácter imprevisible y despiadado, se representa
a la muerte fea, trágica y real. En ese caso, Goya la sorprende volando sobre un
páramo turbio y encogido por su presencia terrible. La muerte no deja de ser
una fuerza con autoridad en la naturaleza, y ese peso se revela en la pintura
con sus tonos pardos y grises, responsables de la angustia que produce el ulular de las ancianas parcas.
- Lucha a garrotazos
Este me parece el cuadro más soberbio de la serie. No es el mejor
técnicamente, pero es una genialidad. En la Lucha a garrotazos se confirma, de
nuevo, el interés de Goya por profundizar en los escondrijos del alma humana. No recuerdo
una obra que exprese tan bien el fondo violento del ser humano. La fuerza
narrativa de la imagen es conmovedora, escandalosa; incluso en el cielo parecen
moverse con violencia fuerzas que nos trascienden, quizá alimentadas por el
espíritu furioso de dos hombres que representan a toda la humanidad enzarzada,
inmortalizados en una lucha perpetua. ¿Nos está recordando Goya con este cuadro
soberbio que la guerra es consustancial al hombre y que por tanto forma parte
de nuestra naturaleza caída? ¿Es inevitable la disputa? Desde la maldita Caída
eso parece. Esta imagen describe nuestra situación miserable tras la
desobediencia de nuestros primeros padres (Adán y Eva), y así nos
hallamos, hundidos hasta las rodillas de pecados.
Presto atención a las
figuras inmóviles, sorprendidas en una acción que a punto está de desembocar en
tragedia. Al fondo, sierras y caseríos, atentos al desarrollo de la riña, pues
dos hombres se golpean desde el principio de los tiempos, con fiereza, de
manera implacable, inclinados el uno contra el otro y sin dar un paso atrás. Y
oprimiendo mi corazón con guante de seda, delicado ya por esa estampa
imborrable de la que no puede apartar los ojos, el silencio que rezuma el
cuadro.
- Hombres leyendo y Mujeres riendo
Por
último, observo estas dos pinturas relacionadas en la forma y en el fondo, de
tonalidad más oscura que las anteriores, pero no menos perturbadoras. Me
pregunto, al verlas por separado y una al lado de la otra, qué leen los hombres
con tanta solemnidad e interés? Y en cambio, ¿de qué se ríen las mujeres? ¿Las
risas emborronadas y simiescas son intencionadas, o no supo el artista escapar
al influjo de sus otras obras? Me inquietan los dos cuadros por igual, y
conociendo la relación que tenían, encuentro mayor sentido a ambos. ¿Desea
describir Goya las
dos posturas vitales del hombre y de la mujer? ¿Es el hombre por naturaleza más
reflexivo, entregado a las curiosidades y las ciencias, y grave que la mujer? Y
la mujer, ¿es más alegre, desenfadada, indiferente o despistada para el mundo
del pensamiento que el hombre? Sea como fuere, estas dos pinturas completan la
visión de Francisco de Goya y Lucientes sobre el hombre y la mujer: seres
retratados en el pecado, sorprendidos en las más diversas formas de vicios, en
la estupidez y la maldad.
A
fin de cuentas, las Pinturas Negras son fotografías de la realidad y de la
naturaleza del ser humano, hechas a pincel. Pero un pincel espléndido y único,
capaz de radiografiar la variante trágica de la vida y sus manifestaciones
grotescas, agarrado por un talento fuera de lo común y con un espíritu
indómito. Francisco de Goya y Lucientes no es solo un genio de la pintura, sino un
profeta de la humanidad.
muy bien! gracias por la publicacíon bravissimo, comentarios fenomenales !
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