La literatura egipcia, escrita generalmente en papiro, pero también en inscripciones en piedra en tumbas y monumentos y con varios sistemas de escritura, sobre todo la jeroglífica y la demótica, luego la copta, era, con alguna excepción, de carácter anónimo (o atribuida, como marca de prestigio, a algunos antiguos sabios). En realidad, la literatura egipcia era obra de los copistas, personajes altamente especializados que escribían textos, en verso y prosa, de varios orígenes, muchas veces textos originalmente orales, copiados a veces con variantes. En ocasiones, probablemente, creados por ellos mismos sobre antiguas tradiciones orales.
Asimismo, muchos conjuros, himnos, oraciones y cantos de amor procedían del culto; como muchos textos sapienciales, que, atribuidos muchas veces a un gran personaje, se brindaban como consejos al pueblo. Estos textos, por cierto, eran leídos de viva voz y estudiados en las escuelas.
La literatura del antiguo Egipto, de hecho, es muy extensa. En ella encontramos textos políticos y administrativos, científicos e históricos. Los más interesantes, sin embargo, son los relacionados con la narrativa y con la literatura sapiencial. Al respecto, destacan La historia de Sinuhé (obra maestra de la narrativa egipcia) y Las máximas de Ptahhotep (compendio precioso acerca de cuál era la mejor manera de comportarse en esta vida según los egipcios).
Más allá de estas dos verdaderas joyas de la literatura universal, sobresale otro texto singular y extraordinario, y uno de los textos religiosos más antiguos de la Humanidad: El libro egipcio de los muertos. Una especie de himno repleto de fórmulas y conjuros que habrían de servir a los muertos para recibir comida y atención, para vengarse de sus enemigos, para cazar serpientes, para no ser comidos por los gusanos, para adorar a Osiris, proteger la barca de Ra o tomar el aspecto de un halcón divino.
Sin duda, El libro de los muertos es todo un clásico de la literatura del antiguo Egipto. Nos proporciona la visión particular de los egipcios del Más Allá, acercándonos a su pensamiento. En definitiva, y como ya he mencionado más arriba, a lo largo de estas ciento noventa sentencias o letanías se recogen las oraciones y fórmulas que el difunto debía utilizar si quería superar con éxito los numerosos obstáculos que se le presentaban en el camino hacia las regiones de ultratumba, gobernadas por el dios Osiris. El uso de estos textos mágicos, en un principio exclusivo de los reyes, se divulgó con el paso del tiempo entre el resto de clases sociales.
Finalmente, cabe advertir que dicha recopilación de fórmulas mágicas recibió por error, bien entrado el siglo XIX, el título por el que hoy son conocidas. En realidad el manuscrito original vendría a llamarse el Libro de la salida al día, una clara alusión a la verdadera finalidad que perseguían estas fórmulas mágicas. Y es que lo cierto es que «El libro egipcio de los muertos» versa sobre lo que para los egipcios era la verdadera vida, esto es, la que empieza cuando morimos.
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