viernes, 4 de enero de 2019

Relatos de un peregrino ruso: uno de los grandes textos espirituales de la humanidad

«Por la gracia de Dios soy hombre y soy cristiano: por mis actos, gran pecador; por estado, peregrino de la más baja condición, andando siempre errante de un lugar a otro. Mis bienes son: a la espalda, una alforja con pan duro, la santa Biblia en el bolsillo y basta de contar. El domingo vigesimocuarto después de la Trinidad entré en la iglesia para orar durante el oficio; estaban leyendo la epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, en el pasaje en que está escrito: Orad sin cesar. Estas palabras penetraron profundamente en mi espíritu, y me pregunté cómo es posible orar sin cesar, siendo así que todos debemos ocuparnos en diversos trabajos a fin de proveer a la propia subsistencia. Busqué en la Biblia y leí con mis propios ojos exactamente lo mismo que había oído: Orad sin cesar; orad en todo momento en espíritu; orad en todo lugar levantando unas manos puras. Inútil reflexionar; yo no sabía qué partido tomar.

¿Qué hacer?, pensé. ¿Dónde encontrar una persona capaz de explicarme estas palabras?» Así da comienzo uno de los grandes textos espirituales de la humanidad. Un texto misterioso y de autor desconocido, que ahonda en la más antigua tradición contemplativa; y que a pesar de formar parte del conjunto de la literatura espiritual cristiana, ha interesado y atraído a toda clase de público.

Relatos de un peregrino ruso, en suma, supone al mismo tiempo un viaje físico y espiritual. El protagonista, un hombre ávido de Dios, nos cuenta en primera persona su particular itinerario por la Rusia anterior a la revolución bolchevique, en busca de un verdadero sabio que le ayude a alcanzar a Dios por medio de la oración. En su recorrido, el caminante atraviesa los espacios inmensos de la Santa Rusia, salpicada de iglesias de colores claros y campanas refulgentes y sonoras; y se topa con condenados a trabajos forzados, desertores, aristócratas, miembros de diferentes sectas, sacerdotes rurales, sin que nada lo detenga. La meta es la contemplación de la Santísima Trinidad. Así que paso a paso, nutrido de las enseñanzas teológicas de los sabios que va encontrando en su camino y movido por una fe sincera y profunda, el peregrino es capaz de ignorar el dolor, el hambre y el frío, llegando a sentir incluso que la naturaleza se transfigura a su paso: «Árboles, hierbas, tierra, aire, luz, todas estas cosas me dicen que existen para el hombre y que para el hombre dan testimonio de Dios. Todas oraban, todas cantaban la gloria de Dios».

Finalmente, de alcance universal pero aptos sólo para almas sencillas y sedientas de lo divino, los diversos relatos que componen este fascinante texto espiritual nos hablan del anhelo común del hombre por consumar su redención, por alcanzar el bien y la paz definitivas, bienes que sólo posee la esencia divina y que sólo en ella residen. Por esta razón, los hombres de todo lugar, tiempo y condición, conscientes de sus carencias, han perseguido estas metas abriéndose al mundo espiritual, esencialmente impenetrable y grandioso. Y por eso los hombres más espirituales son los que, amparados por una mentalidad abierta, anteponen el mundo espiritual (interior, emocional, inmaterial, etc.) a la realidad mundana, dominada por el consumismo, una ambición terrenal, un apetito exclusivamente lascivo, un exhibicionismo vulgar y una superficialidad chabacana.

2 comentarios:

  1. Este libro lo leí hace mucho tiempo y me tocó mucho lo que menciona sobre la lectura de los Evangelios y lo que hace la palabra de Dios en la vida de un alma. Me encanta como escribes, muchas felicidades y Dios te bendiga.

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