jueves, 31 de octubre de 2019

Lecturas para Halloween: entre la Humanum Genus y la Biblia Satánica

Se aproxima, un año más, la vesánica noche de Halloween, vivida con creciente intensidad por una sociedad cada vez más perturbada y dispuesta a seguir la corriente aun al mismo diablo. Se dirá que no es para tanto, pero no es verdad. Los bazares ofrecen artículos cada vez más sórdidos y hasta las tiendas de barrio tradicionales muestran una decoración truculenta e inapropiada (bandejas con ficticios órganos humanos y miembros amputados exhibidos sin decoro ni escrúpulo). Por su parte, Anton LaVey, fundador de la Iglesia de Satán y autor de la Biblia Satánica, reveló, antes de reunirse en el otro mundo con el ángel de las tinieblas, que «hay tres días importantes para todo satanista, y el más importante de todos es Halloween».

Más allá de que el 31 de octubre celebren los satanistas su Año Nuevo Satánico, y de que la diabólica fiesta haya eclipsado la festividad de Todos los Santos, es cierto que al menos desde el romanticismo sentimos una paulatina atracción, a veces sana y a veces morbosa, por las realidades de ultratumba. No es menos cierto que desde la más remota antigüedad nos han atraído los relatos de fantasmas. Pero en tiempos más recientes sólo nos impresionan ya los abismos más negros de la psique humana, y sus manifestaciones más salvajes: crímenes inefables, sangre a raudales y estallidos de súbita violencia.

Narraciones como El guardavías de Dickens, El rayo de luna de Becquer, el Don Juan de Zorrilla, o incluso las Noches lúgubres de Cadalso, son inocentes expresiones del romanticismo literario si las comparamos con los escritos y ritos de esta fiesta macabra. 

El experto en masonería y sectas Manuel Guerra, en su Diccionario enciclopédico de las sectas, afirma que Halloween es «el aquelarre más solmene e importante de las brujas». Otros historiadores han confirmado esto mismo, así como el origen pagano del Samhain, celebración celta en honor del «Señor de la muerte». En ese día, tal y como creían los druidas —que por cierto realizaban sacrificios humanos y se los ofrecían al señor de la muerte—, se abría la ventana que separaba a los muertos de los vivos, apareciéndose aquéllos a éstos para exigirles determinadas demandas. 

A fin de cuentas, quizá la lectura más ilustrativa —y desde luego reaccionaria— que pueda recomendarse para la noche de Halloween sea la encíclica de un auténtico Papa, León XIII, que inició la misma, Humanum Genus, con una contundencia y claridad de inspirado y profético calibre:


El humano linaje, después que, por envidia del demonio, se hubo, para su mayor desgracia, separado de Dios, creador y dador de los bienes celestiales, quedó dividido en dos bandos diversos y adversos: uno de ellos combate asiduamente por la verdad y la virtud, y el otro por todo cuanto es contrario a la virtud y a la verdad...


Por eso no es extraño que en noche tan negra, y al mismo tiempo tan luminosa (víspera del memorial por los santos de la Iglesia Católica), unas inteligencias se despejen, y otras, más si cabe, se confundan.




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