jueves, 9 de febrero de 2012

El caballero del jubón amarillo de Arturo Pérez Reverte

Quinta entrega de Las aventuras del capitán Alatriste: El caballero del jubón amarillo es la más aventurera de las anteriores novelas. Si en El oro del rey Reverte ambientaba la trama con algunas pinceladas de la economía de la época, en El caballero del jubón amarillo apunta al ambiente cultural, sobre todo en lo que concierne al teatro. Sale en escena incluso el genial Lope de Vega. Si bien es cierto que esta aventura tiene más enfrentamientos y peleas que todas las anteriores juntas y el entorno pasa, aún más si cabe, a un segundo plano. Lo más importante, sin embargo, de este entretenidísimo libro es que nos descubre la verdadera naturaleza de Diego Alatriste. Un personaje oscuro, un asesino.

     Íñigo Balboa nos cuenta en esta nueva peripecia del capitán Alatriste cómo se vieron envueltos en un asunto amoroso que afectaba directamente al capitán y al mismísimo rey Felipe IV. El objeto de la pugna, la bellísima y reconocida actriz María de Castro, deseada por muchos hombres. Casada con su representante, Rafael de Cózar, que tendrá una intervención decisiva junto a Íñigo al final del relato, está enterado de los amoríos de su mujer pero se hace el sueco. Escoge los privilegios de esos hombres importantes que se acuestan con su mujer a la honra. El capitán defenderá a la hermosa María de Castro de las garras de Gonzalo Moscatel, siendo éste el primero de los muchos duelos que recorren el libro. 

     Pero más allá del desarrollo de la historia, en la que el capitán Alatriste se enemista con el conde de Guadalmedina cuando éste intenta que Diego Alatriste no siga acostándose con La Castro pues es territorio real; o que al final sea el propio capitán el que resuelva, toledana y daga en mano, una conspiración de fray Emilio Bocanegra contra el rey mientras éste caza en los bosques de El Escorial, en el El caballero del jubón amarillo se pueden analizar muchas cosas.

     Dejando por tanto al margen sus legendarios enfrentamientos con Gualterio Malatesta, Pérez-Reverte enseña esta vez el perfil más oscuro del capitán Alatriste. Descubrimos así a un personaje turbio y despiadado. Más furibundo que nunca. Del que Íñigo llega a sentir miedo. Descubrimos, por decirlo sin rodeos, a un asesino.
«Aquella misma noche mató a un hombre. Lo eligió al azar y en silencio entre los parroquianos —tan borrachos como él— que alborotaban en la taberna. Al cabo tiró unas monedas sobre la mesa manchada de vino y salió tambaleándose, seguido del desconocido; un tipo con aires de valentón que, en compañía de otros dos, se empeñaba en reñir, media hoja fuera de la vaina, porque Alatriste lo había estado mirando largo rato sin apartar los ojos; y a él —nunca llegó a saber su nombre—, según voceó con muchos y desabridos verbos, no lo miraba así de fijo ningún puto de España o las Indias». (p. 142)

     Lo extraño del personaje es que Pérez-Reverte nos presenta al capitán Alatriste como un hombre abocado a su destino, aplastado por la fatalidad y sin ninguna posibilidad de cambiar su suerte. Por eso el capitán, llevando demasiado lejos la honra, hiere gravemente al teniente de alguaciles —y amigo— Martín Saldaña, y blasfema «Mierda de Dios», culpando al Altísimo de su naturaleza asesina, como si no tuviera otra opción que matar. (p. 242) El honor es un asunto también interesante en esta creación literaria, estirado para crear tensión, pero produciéndose refriegas a veces inverosímiles. Una de esas es la que enfrenta al capitán con el conde de Guadalmedina, y que trocará su amistad por rencor. El capitán, en El caballero del jubón amarillo, empieza a perder amigos importantes, con la salvedad de Quevedo.

     Antes de cerrar este comentario me gustaría señalar un par de pasajes que ilustran bastante bien la política religiosa de la época. Y como lo ha plasmado Pérez-Reverte, la defensa de la nación pasaba por defender la religión:
«A fin de cuentas, los tercios españoles eran la más poderosa defensa con que contaba el catolicismo. Y como en los tiempos de Carlos V, nuestros monarcas seguían dispuestos a perderlo todo —al cabo lo perdieron, y lo perdimos— antes de verse gobernado a herejes. Aunque no deja de ser paradójico que, mientras España se consumía defendiendo con dinero y sangre la verdadera religión, su santidad procurase, bajo cuerda, minar nuestro poder en Italia y en el resto de Europa, con sus agentes diplomáticos entendiéndose con nuestros enemigos». (p. 89-90)
  Y después de esta lección histórica, Reverte demuestra que sabe reflexionar la historia. Al menos de la que escribe aquí:
«Y es una lástima. Porque en la revuelta Europa que narro, con naciones jóvenes haciéndose y con la nuestra vieja de siglo y medio, ser amado no tenía ni la décima parte de ventaja que ser temido. Si tal como estaba el panorama los españoles nos hubiéramos propuesto ser amados, quienes nos segaban la hierba bajo los pies, ingleses, franceses, holandeses, venecianos, turcos y demás, nos habrían liquidado mucho antes. Y gratis». (p. 90)
  Eso es parte del Siglo de Oro, enseñado con maestría por Pérez-Reverte. Le dejo por tanto hablar, y cerrar este comentario de El caballero del jubón amarillo, en boca de Íñigo Balboa:

«Así fue aquel mundo irrepetible que narro, cuando al solo nombre de España se estremecía la tierra: peleas de ciegos geniales, arrogancia, inquina, crueldad, miseria. Pero también, del mismo modo que el imperio donde no se ponía el sol fue poco a poco cayéndose a pedazos, borrado de la faz de la tierra por nuestro infortunio y nuestra vileza, entre sus despojos y ruinas quedó la huella poderosa de hombres singulares, talentos nunca antes vistos que explican, cuando no justifican, aquella época de tanta grandeza y tanta gloria. Hijos de su tiempo en lo malo, que fue mucho. Hijos del genio en lo mejor que dieron de sí mismos, que no fue poco. Ninguna nación alumbró nunca tantos a la vez, ni registró fielmente, como ellos hicieron, hasta los menudos pormenores de su época. Por fortuna, todos siguen vivos en los plúteos de las bibliotecas, en las páginas de los libros; a mano de quien se aproxime a ellos y ecuche, admirado, el rumor heroico y terrible de nuestro siglo y de nuestras vidas. Sólo así es posible comprender lo que fuimos y lo que somos». (p. 62-63)


LAS AVENTURAS DEL CAPITÁN ALATRSITE
  1. El capitán Alatriste
  2. Limpieza de sangre
  3. El sol de Breda
  4. El oro del rey
  5. El caballero del jubón amarillo
  6. Corsarios de Levante
  7. El puente de los asesinos

FICHA
Título: El caballero del jubón amarillo
Autor: Arturo Pérez Reverte
Editorial: Alfaguara Editorial
Otros: Madrid, 2004, 360 páginas
Precio: 19,5 €

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