Ocho
años es el tiempo que ha necesitado Dexter para dar a conocer su historia a
medio mundo. Un mundo que, asombrado, pronto calló rendido a sus pies. Entre
ellos un servidor. El principio fue arrollador, potente, extraordinario. ¡Qué
lejos parece ya! Dexter es presentado «cazando» a un indeseable que abusa de
niños y después los asesina. Pero haciendo esto no se
afana por restablecer con sus propias fuerzas un orden caído, sólo pretende
saciar los impulsos de matar que siente desde pequeño, y, al aliviarlos matando
a los malos, finge que él no es un monstruo como ellos sino alguien un poco más
humano; con lo que el mensaje no puede ser más polémico
e inmoral. En cualquier caso, cautivó la oscuridad del personaje, maravilló la
noche obscena de Miami. Y es que ocho años dan para mucho. Tantos como para
tener mil romances o vivir un gran amor. A nivel personal suceden muchas cosas.
Ya lo creo. Se lo podrían preguntar si no a los protagonistas de Dexter:
Michael C. Hall por ejemplo superó una grave enfermedad mientras encarnaba al
psicópata más simpático que haya parido la ficción humana, e incluso tuvo que
hacer frente a una ruptura matrimonial. Yo he vibrado con la perturbadora ficción
de principio a fin, de los pies a la cabeza, en cuerpo y alma, pero no son
tiempos de alegrías, no hay historias felices que contar. Quizá por eso los
malditos responsables de esta serie gigante han escrito un desenlace con el que
me han arrancado el corazón. Me han dejado la sangre de las venas helada y en estado de shock.
Sin
embargo, fue mucho antes, según fue acercándose la octava temporada a su tramo
final, cuando alguna costura recosida de mi alma se desgarró empezándose a
derramar por la herida nostalgia y soledad, un resabio amargo similar a una
experiencia de luto a minúscula escala. Un extraño vacío que cuesta explicar. No
deseaba decir adiós a Dexter. No quería separarme de él después de haber
entrado en su vida y de haberlo acompañado en sus secretos a través de la
pequeña pantalla. Después de tantas horas a su lado se crea un vínculo
peligroso. Quizá porque en la seguridad de un cuarto en
tinieblas llegas a ser cómplice de todos sus movimientos; agazapado
bajo una manta en una habitación no profanada, la del propio hogar, esperando,
como un perturbado, que salga indemne de cada nuevo ritual sangriento al que
nos ha iniciado al dejarnos presenciar como mata. Y esa liturgia en común
explica muchos lazos… Puede que Dexter al principio sólo fuera malo, tal vez nosotros sólo seamos
unos perturbados.
Entre el guiso
inmoral de la serie, su carácter de comedia, su tono de farsa, la exaltación
moral de un justiciero que no es más que un asesino en serie, o el reverso oscuro de un superhéroe, me sedujo pronto
el tratamiento expresionista de la violencia. No hay en Dexter escenas
desagradables, a lo sumo una violencia estética, de una belleza maléfica.
Desde luego hay
algo patológico, o tétrico, en nuestros gustos culturales. Tampoco la mente de
los creadores de esta historia parecía demasiado sana. Desde el principio nos indujeron
a sentir simpatía por Dexter, un psicópata en sus ratos de ocio que trabaja
como perito en el departamento de homicidios de la policía de Miami. Ya lo
conocemos. Y rápidamente el espectador lo admira y ampara. Es lo más parecido a
un dios en la tierra. Y, sin embargo, paradójicamente, todo lo que le rodea
muere, todo aquello que ama se desmigaja, sobre la cabeza de todos aquellos que
lo adoran pende la espada de una amenaza desconocida pero trágica. Ya lo dije
tiempo atrás, «a quien permanece al lado de Dexter es como si lo maldijeran». Y
al final se confirma: Dexter sabe que está maldito. «Todo es culpa mía», «destruyo todo lo que toco».
Los responsables de
la serie, creo que sabiéndolo muy bien, dieron vida a un demonio. Afortunadamente han sido
coherentes con la esencia del mal y sus resultados. Aunque a mí me hayan dejado hecho polvo.
El 12 de marzo de
2013 escribí un comentario que titulé Dexter: anticristo y demonio. En él
aventuré las claves que seguirían los guionistas de la serie según la
coherencia interna del propio relato. Ni siquiera me pareció probable que el
amor fuera una ventana para la esperanza del protagonista. Era un tópico literario
que no casaba con las desgracias que se habían gestado alrededor del personaje.
Su final sería por tanto aciago, trágico e infeliz. Además defendí que la
bisagra de todo era Debra, la cual estaba comprometida hasta el final con
Dexter mediante un simbólico —también literal— pacto de sangre. Por eso el final (quizá también
para reprochar a tanto bobo que sigue un serial tras 95 episodios y cuando
llega el 96 echa pestes de lo que ha estado aplaudiendo hasta el último momento)
me ha parecido tan magnífico como doloroso. Pues dolor punzante he sentido con
la muerte de Debra, cuya degradación, por otro lado, era ya insoportable. Mis intestinos
se rebelaron hace tiempo con la caída de ésta al ser arrastrada por su hermano.
Por eso el final de la serie, y este escrito que firmo desolado, es en toda
regla el réquiem de Debra Morgan.
En los grandes relatos clásicos hay al menos un héroe y un villano. O así me lo figuro yo; simplemente me gusta esa idea. Pues bien, aquí el héroe es ella, la protagonista indiscutible de una historia que, a pesar de maltratarla, o precisamente por ello, acaba encumbrándola a través de su muerte. Es el pretexto que hace saltar la máscara que velaba la mirada del admirado hermano, la chispa que prende el contenido inflamable que licuaba por dentro a Dexter. La oscuridad que anidaba en su interior ha sido liberada con la pérdida de su hermana, y ha cubierto de nubarrones su mundo. Debra ha sido la última víctima del icono maldito. Entonces, la cruz que soportó durante años protegiendo a su peculiar hermano, ha pasado a Dexter. Es un pequeño rayo de luz entre tanto dolor. Pues en el reconocimiento del propio pecado está el primer paso hacia el arrepentimiento. Ni su gran amor, Hanna, ni su propio hijo, Harrison, están a salvo con él, y por eso asume un sacrifico desmedido, una expiación a la altura de la sangría que ha provocado en su entorno a raíz de dar rienda suelta a sus «necesidades».
Quizá, más allá de la tormenta que ha terminado arrasando a Dexter, una tempestad que lo sacudía desde pequeño, en algún tiempo y lugar que desconocemos, éste, huérfano y roto, encuentre perdón. Ha tenido que morir su hermana para que Dexter conciba la verdadera dimensión de sus actos, su aureola dañina. Tal vez así halle redención, pues a pesar de haberse creído durante toda su vida poco menos que un dios, al final ha descubierto que no era nada, que no era nadie, que todo era una maldita farsa, y él, un comediante.
Al fin el precio de la posible salvación de Dexter ha sido excesivo. Pero su hermana no
merece un sacrificio menor. Ella por él lo dio todo. Y esto
sólo las almas más limpias lo hacen. Seguramente porque cuando
se ama prefieres morir a que muera quien amas. El bien y el mal son contagiosos, pero ¿puede un monstruo amar y hacer el bien? Quien sabe, esto sólo es una historia de ficción. Sin embargo, a Dexter le espera la peor vida
que pueda imaginarse, llevará un madero mojado en sangre. Y Debra ya no se enfrentará más con los malos de este mundo miserable. A los dos mi reconocimiento; sólo a ella mi
amor eterno: Debra Morgan, Requiescat in
pace.
Hola. A mi no me gustó, asi que Segura deje de agredirme porque le envio a mis padrinos, jeje, bueno puedo concordar en que fue un final bello desde el punto de vista estetico, pero para mi toda la ultima temporada fue bastante light y se perdio un poco la personalidad de los personajes, en la segunda parte hanna y deb se desdibujaron, Hanna se transformo en ama de casa y Deb casi no hizo nada hasta el final, igual con Vogel que paso de describir la patologia de dexter a ser una madre comprometida. son tres actrices enormes y creo que se las desaprovechó maxime teniendo en cuenta la septima temporada donde Deb y Hanna se lucieron. sobre el final para mi sobró la escena de los maderos, quedaba mucho mejor el final poetico del suicidio con el huracan con nombre de su madre, igual en un spin off lo podian revivir, ya que igual no dijeron como pudo sobrevivir, a mi me hubiera gustado un final con redencion pero parece q todos piensan que debe ser castigado a pesar de ser un adicto o algo asi . Mis criticas no creo que sean injustas me cuesta mucho ver una serie entera y esta me atrapó por su calidad muy inusual. Lo de la farsa inverosimil se acepta, la policia no es tan inutil (el unico q se da cuenta de dexter y vive es el borrachin corrupton de quinn eso da la pauta de la capacidad de la policia de miami) pero creo que los guiones no estuvieron a la altura de los 7 años anteriores. Ademas yo soy de Argentina y fui al obelisco para ver a la bella Hanna y no estaba (debe estar en Australia o Polonia ya), bueno gracias por dejarme expresar y saludos.
ResponderEliminarHola Sócrates:
EliminarMe ha gustado mucho tu comentario. Me ha hecho reír lo de los padrinos y lo de que fuiste a ver a Hanna al obelisco de Buenos Aires.
Entrando ya en harina, y dejando de lado lo que nos ha parecido personalmente la serie, tienes razón en que la última temporada ha sido floja; o al menos que ha sido irregular. Claro que han habido cosas forzadas. Exagerada es por ejemplo la caída de Harrison en la máquina de correr que es lo que precipita todo al tener que salir Hanna con el niño al hospital y arriesgarse a ser descubierta. Vogel, por otra parte, tiene un desarrollo tan dilatado como acelerada es su muerte. O qué decir de la hija de Masuka, un relleno de libro sin sentido ninguno...
En fin, no puede estar todo el mundo de acuerdo con esta valoración de Dexter, ni tampoco con cualquier otra.
Es un placer, Sócrates1.