sábado, 30 de noviembre de 2013

Preparando el terreno a Antítesis: ¿Por qué quedan tan pocos cristianos? O mejor aún, ¿por qué cada vez somos menos?

La finalidad formal de esta disertación es preparar el terreno para lo que cualquier lector encontrará en este libro. Antítesis es una obra de divulgación teológica asequible y clara; pero como considero que una grave enfermedad del pensamiento moderno es que a mis contemporáneos no se les enseña a pensar, y el pensamiento es un proceso que requiere guiar la razón a través de unos cauces, temo que no se enfrenten a este libro con la mentalidad ordenada. Intentaré lograrlo (encauzar el proceso racional que requiere la cuestión de Dios) con estos artículos previos a la publicación de mi último libro. Esta especie de prólogo, por otro lado, abrirá una carpeta nueva en La cueva de los libros relacionada con la religión, que es a mi parecer el pilar fundamental de las Humanidades, «ciencia» en la que estoy formado y entregado, y asunto del que trata el propio libro. El propósito de fondo es otro, y se revelará más abajo, cuando lo dicte la lógica del discurso. Ahora, finalmente, respondamos a la pregunta inicial, dando comienzo a esta introducción. Sin olvidar en ningún momento la función educativa del mismo. Así pues:

¿Por qué hay cada vez menos cristianos en la civilización occidental, siendo supuestamente la más «desarrollada» de todas? Mi respuesta no puede ser sino inmediata: Porque el mundo ya no los crea.

Conviene que sea más preciso con esta tesis particular. Que el mundo no genere cristianos significa exactamente que las ideas dominantes de la era actual no favorecen el nacimiento y posterior desarrollo del espíritu cristiano.

De esta manera, si el mundo ya no genera cristianos, ¿cómo van a serlo entonces las masas? Mi preocupación, en relación con las creencias actuales, es distinguir de dónde proceden éstas para mostrar al hombre presente que sus ideas no son propiamente suyas, sino las impuestas por el mundo desde hace al menos dos siglos y medio. Me explico. Lo que quiero decir con esto, si no está suficientemente claro, es que ateos y agnósticos lo son por inercia, es decir, que su incredulidad les viene dada por el ambiente, al seguir el curso ordinario de la corriente, o las directrices ideológicas de la época en la que han nacido. Ésta. La suya y la mía. En realidad hay muy pocos ateos o agnósticos que se hayan preocupado por fundamentar sus ideas, la gran mayoría asume los principios vigentes, sintiéndose cómodos bajo ellos. Pocos, como digo, han examinado por su cuenta las creencias que profesan, pues es más fácil asumir el molde del que proceden.

Es cierto, por otro lado, que todavía existen creyentes y que la fe se conserva en mayor o menor medida, o en un grado u otro de pureza, en miles de personas. Sin embargo, la religiosidad popular o tradicional está enfrentada a la ideología dominante, extendida con éxito en la educación, el cine, la literatura, los medios de comunicación, etc.; es decir, lo que hemos llamado el ambiente. Y siendo esto así, me pregunto, las ideas de ateos y agnósticos, coincidentes con las encumbradas por el ambiente, ¿son realmente suyas? Es decir, ¿cree el hombre actual que Dios no existe porque le parece lo más razonable, o porque en el fondo es lo más cómodo y es lo que le dictan las modas reinantes? Este es realmente el propósito fundamental de este escrito: Llamar la atención al hombre moderno acerca de sus creencias infundadas; mostrarle que lo que él cree, en primer lugar, no es un producto racional suyo, y en segundo lugar, que sus ideas proceden, no de sí mismo, sino de la Ilustración anticristiana del siglo XVIII.

Para confirmar esto basta con acudir a los principios medulares de la cosmovisión religiosa actual. Si estos puntos definen las creencias presentes de mis semejantes, las creencias dominantes, habrá que retroceder al origen de éstas para demostrar que el hombre contemporáneo incrédulo, ya sea agnóstico o ateo, lo es en buena medida por inercia y no porque su posición sea en realidad más razonable o verdadera. Veamos, pues, cuáles son las ideas vigentes de este mundo incoherente:
  1.  Dios no existe.
  2.  La fe y la razón son contrarias.
  3.  Ciencia y religión son incompatibles.
  4.  No existen los dogmas y defenderlos es fanatismo.
  5.  No hay milagros ni orden sobrenatural, tan sólo supersticiones.
  6. Después de la vida no hay nada. En el fondo no somos más que animales.
Pues bien, un porcentaje altísimo de la población occidental asume este credo sin fisuras, y otro importante pedazo de la misma discrepa en algunos puntos pero vive como si fueran ciertos. Hablaré únicamente de los primeros, de los persuadidos agnósticos y ateos. Ellos confían en el ambiente actual, y si el ambiente actual asegura o tiende a confirmar las ideas anteriores, ellos las admiten sin problemas. Es el molde en el que han nacido.

Algunos, motivados por el orgullo, dirán que no hace falta que ellos consideren la cuestión por su cuenta pues el mundo progresa y el progreso ha demostrado que la religión es un pretexto de la mente para no enfrentarse al gran tabú de la muerte. Que el mundo avanza es un hecho, pero donde hay visiones encontradas es en qué dirección lo hace.

Examinemos, si no, antes de acabar la introducción y pasar a describir el proceso de formación de las ideas actuales en el siguiente escrito, lo que supondría para el hombre actual tener que aceptar una religión que encierra en sí misma un modelo moral y en consecuencia una serie de obligaciones éticas. Cojamos por ejemplo un drama social cualquiera. Matrimonios y noviazgos se rompen exponencialmente, y no hay casi nadie que al menos no caiga en algún momento de su vida en la infidelidad (traición, adulterio, aventura, o como quieran llamarle). ¿En serio cree alguien que esta abundancia de personas verá con buenos ojos una religión que censure sus obras? ¿Luego es cómodo para el hombre actual una moral que le recuerde que por ese camino está alejándose, aunque no lo crea, de la felicidad que tanto desea? Aceptar a Dios, en el fondo, como se desprende de este sencillo ejercicio, no tiene tanto que ver con argumentos racionales, sino con otra clase de cuestiones que nada tienen que ver con la razón.

Por lo tanto, para describir el proceso que responde a la pregunta que formulaba al principio, a por qué el mundo ya no crea cristianos, me valdré de una nueva pregunta, algo así como su formulación inversa. ¿Por qué hay tanto ateo, agnóstico y panteísta en el mundo actual?

La gestación y evolución de las ideas en las que creen estas personas se describe a continuación. ¿Entenderán entonces que parten de una realidad dada, y que desconfían de la existencia de Dios no porque no les parezca razonable, sino porque sus motivaciones son principalmente de otro orden? ¿Cuántos son los que de verdad se plantean tal interrogante?


1 comentario:

  1. Hombre muchos hemos nacido en el molde contrario de colegios religiosos a ultranza y hemos sido capaces de escapar,,,,,

    ResponderEliminar