Hazme un favor, amiguete. No veas la tele. Coge un
buen libro y léetelo. Es posible que ni tus padres ni tus abuelos recuerden a
estas alturas ningún cuento con el que hacerte vibrar y sonreír. Seguramente
unos y otros están demasiado ocupados con su trabajo, o pendientes del fútbol,
los toros y los programas del corazón. Y tú ni siquiera eres consciente de las
aventuras que te están esperando en los libros. ¿Quieres conocer algunas? Ve a
un sitio tranquilo y comienza a leer.
Hace muchísimo tiempo, en el reino de la fantasía,
una hermosa ninfa tuvo un precioso niño al que puso por nombre Narciso. Ella,
preocupada por el destino de su pequeño, acudió inmediatamente a un profeta
para conocer el futuro de su hijo. La respuesta del hombre fue tajante: «Tu
hijo llegará a viejo si no llega a conocerse». Y ahí quedó la cosa hasta que
Narciso creció y se convirtió en un joven apuesto y sobresaliente.
Entonces se enamoró de él una tal Eco. La pobre
había sufrido un castigo cruel mandado por Hera, esposa de Zeus (el padre de
los dioses olímpicos). Ésta redujo a Eco a simple voz, volviéndola invisible y
arrebatándole de esta manera su cuerpo. Ahora la joven sólo podía repetir las
últimas palabras que otros, sin saberlo, le dirigiesen. Con el corazón lleno de
tristeza Eco buscó un retiro lejos de los hombres, que ya no podían verla, y
lloró su desgracia en las gargantas más solitarias y salvajes, entre montes
poblados de frondosos bosques y ríos vertiginosos que corrían por los más
profundos valles.
De esta guisa se topó con Narciso en uno de estos
lugares. Narciso, que vagaba por uno de aquellos apartados campos, había perdido
el rastro de sus amigos, con los que había salido de caza por la mañana, así
que trató de dar con ellos llamándoles. Pero Eco a escondidas seguía sus pasos
y fue ella, y no otro, la que respondió a nuestro joven:
«¿Alguno está por aquí?». «Está por aquí», respondió
Eco. «Entonces acércate a mí», dijo Narciso. «Acércate a mí», repitió Eco.
«¡Aquí estoy!», volvió a replicar el joven. «¡Aquí estoy!», respondió por
última vez la muchacha. Y acto seguido se abalanzó sobre él, lo abrazó y trató
de besarle. Narciso naturalmente se asustó mucho, pues no podía ver a nadie, y
se alejó rápidamente de aquel lugar donde «algo» le había hablado y tratado de
engatusarle. «Lejos de mí este espanto», dijo finalmente Narciso mientras
corría. «Lejos de mí…» pronunció la ninfa antes de perderse para siempre entre
montañas, sin ser vista nunca más por nadie.
Mientras tanto Narciso siguió corriendo hasta que dio
con una fuente cristalina, donde agotado por la carrera y el calor, decidió
recostarse. La singular fuente, de aguas transparentes, no había sido
perturbada jamás por ningún ave, ni fiera, ni pastor o cualquier tipo de
ganado; ni siquiera una ramita de árbol había caído a la fuente a pesar de la
fresca arboleda que la rodeaba.
Pero cuando Narciso despertó y trató de beber en las
aguas cristalinas de la fuente, contempló por primera vez su imagen, quedando, de
repente, prendado de su cara. ¡Cuántos besos dio Narciso a la fuente
traicionera! Al intentar besarse a sí mismo, sólo conseguía mojarse la cara y
estropear su reflejo en el agua. Entonces Narciso, como le sucediera a Eco,
entendió que no alcanzaría nunca el objeto de su deseo. En consecuencia murió
de pena, y Apolo, el hermoso dios de las artes, lo convirtió en la preciosa
flor del narciso.
Llegados al final de la historia, si te das cuenta,
Narciso en realidad no amaba a nadie, sólo estaba preocupado de su apariencia
física, interesado en el fondo por el aspecto externo de las cosas y no por el
interior de las mismas. Podría haber pasado horas mirándose en el estanque,
pero jamás habría descubierto que la verdad y la belleza están en el fondo de
nuestra alma y no en lo que vemos a través de la pantalla de televisión
sentados en el sofá de casa.
Octubre de 2014
*Este texto fue escrito para el periódico de una biblioteca de Toledo, con periodicidad mensual, y orientado a los jóvenes de un determinado colegio toledano. Mi columna en este espacio versa precisamente sobre literatura. Y mi propósito consiste en mover a la lectura tanto a jóvenes como a mayores a partir de historias como ésta. Que la disfruten.
Luis: sigo su blog con mucho interés, y he leído algunos de sus libros. Quisiera comentarle algo sobre la película "Perdida", y como en esa página no se abren los comentarios, me atrevo a hacerlo aquí por el interés que creo que tiene.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en las cosas que usted dice en su comentario sobre las sociedades psicopáticas. Para mí esto explica toda la película, pero no el final. Al final, el marido se propone permanecer al lado de su esposa en un matrimonio sin sentido, con la única idea, me parece a mí, de que su futuro hijo le tenga a él como defensa frente a lo que le espera en relación con su madre.
No sé siquiera si lo he visto bien. Puede que me haya equivocado ¿Usted que opina? Si fuera como yo digo, quedaría una esperanza en la película, que es la figura de un padre que se sacrifica por amor hacia su hijo.
Esto es todo. Me gustaría conocer su respuesta.
Ha hecho muy bien dejando sus impresiones en este espacio. No he sido capaz de habilitar los comentarios en las últimas entradas, pero si le parece, le contestaré aquí, donde usted ha dejado su comentario. Antes de nada le diré que es un placer responderle. Me alegra saber que sigue La cueva de los libros con mucho interés.
EliminarRespecto a la película Perdida, que comenté el 18 de octubre, y más concretamente en relación con su final, debo decirle que su conclusión está abierta, como sucede con otras películas de David Fincher como Zodiac o La Red Social. En este sentido, la interpretación de cada uno es en parte válida, ¿pero coincidirá esa opinión nuestra con la intención de los creadores de la cinta? Eso, a mí, en este caso me parece secundario. Trataré de expresar cómo yo lo veo, ya que le preocupa mi visión.
No veo, de entrada, que Perdida sea una película en la que se deje el más mínimo resquicio para ningún tipo de esperanza. Al contrario. La última cinta de Fincher me parece un relato descorazonador, que mueve a desconfiar de las personas e incluso a despreciarlas. La falta de autenticidad de las relaciones personales, y su exhibición en este tipo de películas, causa de forma indirecta daños en nuestras formas de sentir, pensar y actuar, dando lugar a frutos como los actuales, que no creo que haga falta enumerar.
No había pensado, por el contrario, en la figura del hijo. No la vi en su momento relevante y sigue sin parecérmelo ahora. No recuerdo si el protagonista masculino encarnado por Ben Affleck lo tiene en cuenta o manifiesta de alguna manera su inquietud hacia su futuro hijo. Diría que no, pero, como le digo, no lo recuerdo. En cualquier caso, yo no considero que éste influya en la decisión de Ben Affleck de continuar con su mujer y fingir que son un matrimonio como todos, con sus luces y sombras, pero al fin y al cabo corriente, de lo más normal. Tampoco veo en ningún caso desprendimiento en este individuo, veo más bien a un hombre que es consciente de que su mujer supone para sí mismo una amenaza muy grave. Sencillamente sitúa en la balanza permanecer a su lado o abandonarla y revelar a todo el mundo que ésta es una psicópata. Y como sabemos por el desenlace, éste prefiere no asumir el riesgo que entraña denunciarla. El marido es consciente de que su mujer puede destruirlo. Sabe, tan bien como los espectadores de esta cinta, lo peligrosa que puede ser esa mujer, obsesionada por cierto con él, así que acepta llevar una vida fraudulenta, que es la que en el fondo -según pretenden decirnos Fincher y Flynn- todos llevamos. El hijo por tanto no es una urgencia real e inmediata, está en un horizonte aún no cercano; la esposa en cambio está de vuelta y le ha dejado claro que es muy capaz de arruinar su vida.
Ahora bien, ¿se queda con ella también para que su hijo no se convierta en víctima de su madre al obrar por despecho en un hipotético futuro contra Ben Affleck? No lo veo. Y no lo veo, no sólo por lo que he comentado más arriba, sino porque en todo momento el esposo se revela como un tipo egoísta, frívolo, preocupado sólo de su imagen y volcado en sus juguetitos. Hay demasiada bajeza en la sociedad que vemos en esta cinta, con la excepciones de rigor, claro, como la hermana o la detective, sin las cuales el relato sería poco creíble. Que ya lo es bastante en algunos momentos de la cinta.
Además, buscar a veces la coherencia de los personajes de este tipo de relatos resulta un ejercicio arriesgado. Hay que comprender que por un lado estamos asistiendo a un relato de ficción y, por otro, que éste reproduce algo que ocurre realmente. Comprender la decisión de Ben Affleck no es fácil, pues para él no pudo ser de ninguna manera fácil tomarla.
En fin, Perdida es una película que sugiere muchas reflexiones. Esperanzadora desde luego no me lo parece. Lo más importante, en mi opinión, es dilucidar si ésta refleja fielmente la sociedad occidental o si la exagera miserablemente. Y mientras pensamos ésto, la sensación de degeneración humana queda flotando en el aire.
Estimado don Luis: Muchas gracias por su detallada, paciente y brillante respuesta, que para mi es valiosísima como el oro molido. Ya veo –confirmo, más bien- que es usted una persona extraordinariamente inteligente. Si hubiera sabido que se iba a tomar tanto interés en responderme, me hubiera presentado. Lo haré de forma escueta, porque no quisiera ser conocido públicamente: soy médico psiquiatra en una consulta ambulatoria y tengo 60 años. Unos días tengo fe y otros quisiera tenerla. Por eso leo mucho su blog y sus libros, sobre todo cuando mi fe no es muy firme. Me encantó el de los masones. Perfecto, explicativo, aclarador, descriptivo, original, humano… A ver si se anima usted a escribir más novelas.
ResponderEliminarDesde luego, su crítica de “Perdida” ciertamente me parece mucho menos ingenua que la mía. El único dato en el que puedo yo apoyarme es la mención del futuro hijo. Para hacer una película sin dar cabida a ninguna esperanza, no era imprescindible mencionar que la esposa psicópata estuviera embarazada. Entonces hubiera quedado cerrado el tema, y habría que interpretar forzosamente lo que usted interpreta y posiblemente sea la visión más acertada.
Yo pensé que Ben Affleck tendría que haberse separado de ella por pura legítima defensa: vivir con semejante esposa sería tan arriesgado que lo más egoísta sería probablemente poner tierra de por medio, que es lo mejor que se puede hacer con un psicópata. Debido a esto no encontré más explicación a que siguieran juntos que la mención al hijo.
Sin embargo, es verdad que el padre no dice nada en absoluto de este asunto. Pero yo conozco casos en los que uno de los padres se queda sin suprimir totalmente una relación con una pareja nefasta únicamente por el bien de los hijos.
Pero el asunto real del que trata la obra es la sociedad psicopática. Yo conozco por mi profesión muchas “hazañas” de psicópatas integrados, y muy pocas de criminales psicópatas, por lo que sé, acerca de los primeros, que el sufrimiento que producen por un lado, y los bienes que por su acción quedan aniquilados, es a mi juicio tan grande como el daño que producen los segundos. Por dos razones: porque son muchos más y además, y ocurre que su actividad va en aumento (en las empresas, en las instituciones de todo tipo) y porque lo peor es que la gente que observa cómo estos psicópatas integrados destrozan en público a sus víctimas, en el día de hoy, a diferencia de lo que solía ocurrir antaño, no hace nada casi nunca para evitarlo, sino que parecen creer que su actuación es legítima, que son muy listos pero no malos, o bien se quedan al margen por prudencia, para evitar ser las futuras víctimas. Contemplar estos casos, don Luis, es absolutamente desolador, porque lo malo no es la gente que hace el mal, sino la gente que se queda sentada contemplándolo. Y además, para que los malos tengan éxito, no se necesita más que los buenos no hagan nada.
Otra defensa de la gente para no quedar destrozada por la acción de los psicópatas integrados, es volverse frívolos; por ejemplo, supongamos una mujer que destroza una relación afectiva y con ello hace trizas el alma de su pareja, que machacada, si no es frívola, se autodestruye de amargura o se suicida. Esto no es raro: le pasa todos los días a muchos hombres, pese al hembrismo imperante.
A veces se me ocurre que si nuestros abuelos y bisabuelos sufrieron las terribles guerras de este siglo, no puede ser que nosotros nos quedemos sin un castigo semejante, y que puede venir de aquí. La gente sabe que existen los criminales psicópatas, pero ignora que se puede tropezar con un vecino, un jefe, un compañero o una esposa psicópatas integrados. Por esto, y ya acabo, creo que es muy importante hacer correr esta información, y en este sentido ya me he descargado su último libro sobre el tema, que promete ser altamente interesante. Voy a leerlo inmediatamente.
Le reitero las gracias por su respuesta, don Luis. Es usted evidentemente generoso y vale mucho. Le estima su seguidor médico del blog.
Jotape, el placer es mío. En primer lugar, le doy las gracias por lo que me dice. Precisamente por lectores como usted la seriedad y el esfuerzo que dedico a este espacio se ven recompensados. Me anima, por otra parte, a escribir más novelas. Le confirmo que estoy en ello. No obstante, en estos momentos estoy trabajando en varias cosas al mismo tiempo y no puedo dedicar a la novela tanto tiempo como quisiera. Ahora bien, la continuación de Mercenarios de un dios oscuro verá la luz, si Dios quiere, en 2015. Espero que le guste tanto como mi primera novela.
EliminarPor otro lado, me cuenta que lleva años trabajando como psiquiatra y que ha conocido muchos casos sangrantes de psicópatas integrados. Este tema lo he estudiado de modo intenso en los últimos meses, dando lugar a mi último estudio: El psicópata y sus demonios, que usted me consta que ya ha adquirido. La verdad es que me deja de piedra al contarme su experiencia, no porque me descubra una realidad que desconocía, sino porque los efectos de la misma, como es lógico, le están pasando factura. Tal vez ésa sea una de las razones por las que unos días tiene fe y otros quisiera tenerla. Al respecto, déjeme que le diga algo: La fe en parte es una virtud, y toda virtud es una perfección adquirida que por tanto ha de cultivarse. Ver tanto mal a nuestro alrededor, ver tantas miserias humanas con nuestros ojos, es descorazonador, y no es extraño que siembre en nosotros cierto escepticismo, cierta desconfianza hacia los seres humanos. Pero que no le robe la fe ninguna persona. Las personas somos débiles y caemos constantemente en mil tentaciones, pero no es en las personas en las que debemos creer. En cuanto a los psicópatas, ya lo verá en el estudio que está leyendo, contrasto la figura del psicópata con la del santo. Así pues, si uno es el bien encarnado, el otro es el mal en persona. No hace falta decir mucho más, porque los frutos de este último, que prolifera como las células de un cáncer, son evidentes.
Otra cuestión de su comentario que me ha impresionado profundamente es su alusión a un castigo que la humanidad se está empeñando en merecer. Reflexionaba usted sobre nuestros abuelos y los sufrimientos que éstos tuvieron que padecer como consecuencia de la guerra. Y a usted le sorprende que a nosotros no nos sobrevenga un castigo semejante, cuando es evidente que estamos más embrutecidos y deshumanizados que nuestros antepasados más cercanos. Me parece un comentario brillante. Yo, fíjese lo que le digo, barrunto que vivimos en un tiempo límite; y vivo con la nariz tapada porque me llega el hedor a algo muy gordo que se está cocinando desde hace tiempo. Creo que estamos a punto de vivir una catástrofe, merecida sin lugar a dudas, de dimensiones nunca antes conocidas. Por supuesto, puedo equivocarme. Esto simplemente es una intuición. Intuición que se confirmará o no en unos pocos años. Pero nunca se ha ofendido a Dios tanto como ahora, y Dios, precisamente porque se humilló e hizo el ridículo por nosotros, no es alguien del que pueda abusarse. Así que antes o después llegará el desagravio. Salvo que lo remedie la oración.
En fin, una última cosa quería decirle respecto a la película que nos ocupa. Dándole vueltas ayer al tema del hijo de Ben Affleck y Rosamund Pike, me vino a la mente que éste puede que ni siquiera sea del marido. Tal vez la criatura sea del individuo trastornado que se acuesta con la esposa antes de que le rebane el cuello. Y sobre esto creo que el protagonista masculino sí manifiesta algunas dudas, pues ella le responde que no le costaría demasiado manipular los resultados de una prueba de paternidad. Me parece, así pues, que la alusión al niño puede ser una fórmula más que la esposa explora para tener sometido al marido. Pues aunque éste se separe, ella podrá tenerlo atado para siempre con la excusa del bebé.
Nada más, Jotape. De nuevo decirle que es un privilegio para mí tener lectores de su categoría, y le doy las gracias por manifestarse con tanto entusiasmo acerca de mis libros.
Un abrazo y hasta pronto.
Estimado don Luis:
ResponderEliminarTengo varias cosas que decirle. Creo que lleva usted toda la razón en su interpretación del “matrimonio” de Ben Affleck y Rosamund Pike. Deduzco que mi error está explicado con aquel refrán que dice “quien hambre tiene con pan sueña”. Es tanta el hambre de bien que padecemos, y se nota tanta amargura después de ver una película como esta de la que hablamos, que yo me confundí y vi un “trozo de pan” donde no lo había en absoluto. En fin. Me consuela la bienaventuranza sobre quienes padecen hambre y sed de justicia. Sería maravilloso que llegara un día en el que estuviéramos hartos.
Para cambiar de tema, he leído atentamente su estudio sobre los psicópatas, que está muy bien trabado y aún mejor descrito. Su idea de oponer el santo al psicópata es un verdadero hallazgo. Eso es el psicópata, yo lo se bien y es eso ni más ni menos, se lo puedo asegurar. A por a y b por b. No tiene grietas esta observación. Pero le comentaré un tema al respecto que me preocupa: los últimos descubrimientos científicos sobre neuropsicología afirman mayoritariamente que no existe el libre albedrío. A mi me parece increíble. No soy capaz de compaginar esto con mi experiencia.
Después de ser cristiano desde niño, yo fui uno de los llamados “ateos científicos” durante muchos años. Cuando comencé a ser adulto y a trabajar, vi tanto dolor que pensé que Dios no podía existir y permitirlo al mismo tiempo, si era bueno. Ya conoce usted el argumento: “Si Dios es omnipotente y permite el mal, es que Dios es malo o no existe”. Ahora comprendo la simpleza de tal argumento, pero entonces me parecía completamente incuestionable. Mi visión antropológica era la del psicoanálisis, principalmente de Sigmund Freud y Melanie Klein, que estudié muy a fondo. El psicoanálisis, aún siendo una técnica completamente agnóstica, tiene diversos aciertos en su intento de comprender y ayudar al ser humano, siempre que se tome por un instrumento, y no por una antropología. Pero ni la teoría psicoanalítica ni los psicoanalistas explican completamente al ser humano, ni intentan redimir a nadie. Yo soy psicoanalista y practiqué esta técnica varios años, y conseguí aliviar a algunos pacientes, pero tengo dudas muy importantes acerca de por qué mejoraron exactamente.
Hubo un momento en que las cosas de mi vida se me torcieron porque en el peor momento, y sin esperarlo yo, me falló la persona más importante para mí, y me quedé sin ella, sin mis hijos y sin la mayoría de amigos. Sufrí tanto (por decirlo someramente) que comencé a sentir que mis teorías agnósticas eran muy racionales pero extrañamente insatisfactorias.
Comenzó a parecerme que el mal no era algo, sino alguien. Es difícil explicar esto. Digamos que fue un daño tan inesperado, tan inmotivado, tan inoportuno y tan innecesario para las propias personas que me dañaron, que no me pareció que naciera completamente de su voluntad. Para llegar a comprender lo que quiero decir, y no pensar que es una tontería propia de un bobo, admito que hay que ser una persona muy sutil o quizás haber sufrido mucho. A mi mismo me parecía una tontería de tomo y lomo. Parece una locura no poder atribuir el daño íntegro a la persona que te lo hace, pero yo lo sentía así, por mucho que me enfadara ser tan tonto, y como es fácil de comprender, con la incapacidad de dejar de ser tonto se me descuadraron casi todas mis falsas seguridades ideológicas.
Por si ello fuera poco, en segundo lugar comenzó a parecerme que había más cosas inexplicables: yo era agnóstico, pero serlo nunca había sido nada alegre; al contrario, era bien triste, porque la vida humana “per se” es bien triste, y por lo tanto yo no sentía ninguna necesidad de convencer a nadie de que no había Dios. Para mi tal cosa no conducía a nada, y no dejaba de ser una crueldad suprimir un consuelo a quien lo tuviera, como quitarle un caramelo a un niño hambriento. Me di cuenta entonces de que tampoco comprendía el empeño que hay por parte de algunos científicos de intentar convencer a la gente de que Dios no existe, por parte de algunos políticos de retirar los crucifijos de todos los sitios cuando no pueden ser un estorbo para quien no crea en Dios, porque hubiera Dios o no lo hubiera, Jesucristo había sido sin duda un hombre admirable ¿Por qué no admitían este hecho incuestionable? ¿Por qué atacaban a Jesucristo? Inexplicable ¿Qué ganaban con ello? Nada.
ResponderEliminarEn tercer lugar, mi concepción política racional también comenzó a fallar por lo mismo: me di cuenta de que las barbaridades, los crímenes, la corrupción, etc., eran excesivas para poder ser explicadas por lo que se veía en la superficie. Hoy es el día en que no comprendo nada de la política española, desde el 11 de Marzo de 2004. Ni sé por qué algunos catalanes nos odian tanto, ni sé por qué los gobiernos centrales lo permiten. No quiero extenderme más. En mi propio trabajo institucional me tropecé con un grupo que me hizo mucho daño profesionalmente, y sus características son compatibles con las de los masones, lo sean o no lo sean. Yo creo que lo son, pero no lo aseguro. De todos modos, he leído un libro de Maurice Caillet, titulado “Yo fui masón”, de donde he sacado bastantes claves. Hay poca gente atacada por los masones que no acabe creyendo en que existe una lucha notable entre el bien y el mal. Más que notable.
Así que termino. En los últimos quince años de mi vida me di cuenta después de mucho pensar, que todo tenía mejor explicación con Dios que sin Él. Curiosamente llegué a recuperar hasta cierto punto la fe en Dios precisamente por el mal.
Cada vez veo más claro que un Dios amante del hombre sólo hubiera creado un mundo como este, donde se puede amar libremente aunque sea doloroso. Y también veo claro que no podría creer en otro Dios más que en Jesucristo, al menos en ningún otro Dios amante del hombre, porque sólo Jesucristo vino a rescatarnos.
Ahí estoy, don Luis, todavía con mis dudas, pero cada vez con menos dudas, entre otras personas gracias a usted. No sabe la deuda que tengo con usted, y aunque haya explicado torpemente las cosas, quiero que la conozca. Tendría que haber sido un largo testamento lo que he tratado de decir para que no hubiera quedado demasiado resumido. Espero que sepa entender incluso lo que no está escrito.
Que la Paz esté con usted.
Jotape, la verdad es que me deja usted sin palabras. Su testimonio, tanto personal como profesional, tiene para mí un valor incalculable, aparte de que es en sí mismo impresionante. Sus palabras de agradecimiento por otra parte me hacen sentirme muy orgulloso y satisfecho. Y no se preocupe por si se le ha entendido incluso lo que no ha dicho, porque es usted un libro abierto.
EliminarDéjeme decirle antes de nada más que lo siento. Que lo pasara tan mal en otra época me conmueve; en realidad me ha dejado muy impresionado su testimonio, por la humanidad, lucidez y sinceridad que desprende. Pero fíjese, como usted ha dicho, cuando las cosas se torcieron, sus viejas creencias agnósticas no le protegieron y empezaron a tambalearse. El mal, antes un argumento que a su dudoso juicio le parecía suficiente para negar a Dios, ahora era motivo para afirmarlo. Esto me parece precioso, y de una lucidez extraordinaria. Realmente es así. El mal, si en realidad indica algo, es justamente que Dios existe. A usted le rompió los esquemas que el daño recibido por otras personas, fuera tan inesperado, inmotivado, inoportuno e innecesario, y esto le hizo creer que en realidad no podían estar obrando sin influencias ajenas. Y en efecto, el mal es un ser y no algo indeterminado. Por tanto el mal es dirigido contra nosotros porque lo ordena una voluntad determinada. No sabe cuánto me alegra, no obstante, que haya reconocido a Jesucristo como el camino, la verdad y la vida. Aunque parezca que esto mismo hoy en día sea cosa de locos, pues resulta imposible armonizar la fe y estar al tanto de la vorágine mediática o siendo víctima de lo que yo llamo, simple y llanamente, el ruido.
Respecto a mi último libro le agradezco asimismo sus palabras. Me parecía que las figuras del psicópata y el santo eran antagónicas después de haber estudiado al primero y conocer también las virtudes que ha de reunir el segundo, y no había encontrado este contraste en ningún libro especializado. El psicópata no deja de ser un desafío y un misterio, pero este trabajo, precisamente por su enfoque religioso, creo que arroja la luz que no aportan los expertos del ramo.
Me comentaba, sin embargo, que los últimos descubrimientos científicos en neuropsicología niegan el libre albedrío. Esto no es nuevo. Pero a mí no me preocupa en absoluto. La ciencia no puede explicar totalmente al hombre porque sólo puede dar respuestas parciales. Además, ya le digo yo que el libre albedrío es real y no una ilusión. El hombre es el único animal capaz de decir NO. Podemos estar más inclinados o menos, pero no determinados absolutamente. Dios nos hizo libres, porque sólo siendo libres podemos amar. Pero como usted bien sabe, no pocos hombres se empeñan en negar a Dios y la condición del hombre de imagen de Aquél, pues todos formamos parte de una guerra encubierta para la mayoría pero manifiesta para unos pocos entre las fuerzas del bien y las del mal. Lo que, por otra parte, hace de la existencia del hombre un aparente drama; aparente, digo, porque los cristianos hemos recibido la promesa de vencer a la muerte por medio de Cristo.
Dicho lo cual, no dude en escribirme cuándo y cómo quiera y acerca de lo que quiera.
Que el Señor le proteja.