En resumen, Libro de maravillas es un libro de cuentos hechos a la manera de los mitos griegos; pero despojados de la frialdad clásica y revestidos de un aire de ternura, misterio, sencillez y belleza, que hacen de esta recopilación antigua un delicioso breviario moderno.
A través del marco de un estudiante universitario que cuenta las historias a sus primos, hermanos y hermanas durante las vacaciones, a veces en un romántico bosque o una hermosa cañada, descubrimos seis apasionantes leyendas de la mitología griega. Los temas son la historia del rey Midas y su toque de oro, la caja de Pandora, la búsqueda de Hércules de las manzanas de oro en el jardín de las Hespérides, Belerofonte y la Quimera, Baucis y Filemón, y Perseo y la Medusa.
Todas estas historias clásicas, procedentes de la tradición oral recogida en aquellos siglos, son como un yacimiento que alberga en su seno incalculables tesoros. Dichos tesoros son los modelos o personajes que nos presentan y las lecciones que de sus peripecias extraemos. Todas ellas de especial trascendencia. Por ejemplo la lección del rey Midas, perfectamente estudiada por Paul Diel en su Simbolismo de la mitología griega.
Midas, que es la encarnación de la codicia y que tiene por deseo supremo la posesión de infinitas riquezas —apetito trivial que denota la falta total de altura de miras—, recibe finalmente un escarmiento que transforma su vida. En la versión de Hawthorne se aprecia el arrepentimiento sincero del estúpido monarca, que como hemos dicho es el colmo de la avaricia y de la lujuria (pues en realidad con las riquezas esperamos alcanzar el placer en todas sus variantes). Por eso el dios pérfido del relato clásico, Dionisos, aquí aprecia el buen juicio de Midas y aplaude su cambio:
Veo que tu corazón no se ha transformado totalmente en oro [...] aún pareces capaz de entender que las cosas más corrientes, las que todo el mundo tiene al alcance, son más valiosas que las riquezas que tantos mortales luchan por poseer.
En resumidas cuentas, estas historias inmortales son uno de los placeres más saludables que ha proporcionado a lo largo de su dilatada historia la señora Literatura, a los niños, sin duda, pero también a sus abuelos y padres.
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