jueves, 30 de abril de 2020

Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes (III): Rinconete y Cortadillo

La tercera de la Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes se titula Rinconete y CortadilloEs una de sus narraciones breves más famosas, pero también de las más aviejadas, deslucidas y flojas. No sólo eso, carece del humor de otros relatos de la colección, aunque no faltan algunos destellos cómicos. La prosa original, en cualquier caso, se vuelve excesivamente anacrónica. Y la moraleja carece totalmente de gracia.

Rinconete y Cortadillo son los apodos de Pedro de Rincón y Diego Cortado, dos jóvenes granujas sin blanca que se fugan de las casas de sus padres y terminan ganándose la vida por medio del fraude y el hurto. Su destino es Sevilla, donde son absorbidos por una organización criminal dirigida por Monipodio, maestro de pillos y gestor de toda clase de gente holgazana y maleante. Finalmente, bajo el amparo de Monipodio, los dos pillos protagonistas dan sus primeros pasos en la ciencia de la sisa y el engaño, demostrando unas aptitudes innatas y un desempeño extraordinario.

Con Rinconete y Cortadillo Miguel de Cervantes se incursionó en el género picaresco, sumergiendo a sus personajes principales entre la chusma y la canalla de la sociedad sevillana. Pero no es una obra que valga mucho la pena ni le añada honra a Cervantes; por los motivos mencionados al principio y por los que a continuación añado. 

Así pues, hay que hacer notar, para al fin concluir, que la novela queda incompleta, lo que provoca un regusto agridulce y en consecuencia una sensación de desengaño. Asimismo, la ejemplaridad de la historia no se distingue por ninguna parte. Y lo peor de todo: supone una deformación grotesca de la sociedad sevillana del siglo XVI, como ocurre en El Lazarillo de Tormes; material que sería aprovechado enseguida por los enemigos de España para urdir la leyenda negra, con la cual darían a entender que en dichas obras se reflejaba verdaderamente el ambiente real del país y de la época, cuando lo cierto es que España atravesaba entonces su época de mayor esplendor cultural, su gran época dorada.

Pero tal vez ésta sea más una deformación del lector contemporáneo que del autor de la obra, y Cervantes sólo quisiera que nos echáramos unas risas a costa de sus satirizados monigotes; que no merecen otra cosa que ser puestos en ridículo, a fin de que nadie les imite y sea igualmente deshonrado.


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