Cuando vi por vez primera Guerra Mundial Z hace aproximadamente un mes, me llevé una grata sorpresa. Todo el mundo sabe la capacidad de Hollywood para hacer grandes producciones de entretenimiento masivo, y ésta lo es. Me gustó casi todo. Introducción perfecta, ritmo altísimo y constante, elipsis brillantes, música ideal de Muse, guión más que solvente, dirección impecable y una ambientación tremenda. Si no tengo la memoria un poco espesa en estos momentos, la recuerdo como la mejor película de acción del 2013. Sin embargo, hay algo en ella que me transmite desconfianza. En Guerra Mundial Z algo huele mal y no son los zombis. Es su mensaje.
En la introducción de la cinta nos presentan, de forma magnífica, a la familia protagonista, con el líder de la misma (Gerry Lane) preparando el desayuno a su mujer y sus dos hijas, y que, encarnado por Brad Pitt, cobra inmediatamente carácter mesiánico. Una vez en el coche, entre los rascacielos de la ciudad de Filadelfia, la familia se ve sorprendida por varias explosiones y la reacción de pánico natural de las personas que también ocupaban las calles cuando se han producido las detonaciones. De repente, una horda de zombis se precipita sobre la gente, desencadenándose así una lucha por la supervivencia. Pronto descubrimos que el mundo entero está infestado de zombis y que la humanidad se refugia donde puede, o bien es aislada de la plaga en portaaviones en alta mar. A Gerry Lane sin embargo, como antiguo miembro de la Organización de las Naciones Unidas, se le encarga una misión delicada: hallar el origen de la catástrofe y buscar una cura. Así, en una sucesión de atractivos episodios, Gerry viaja a Corea del Sur, Israel y Gales, tratando de encontrar una solución a la epidemia que asola el planeta entero.
¿Qué es lo que me alarma, entonces, de esta película cuyo argumento parece tan convencional? En primer lugar que el protagonista, el héroe de turno, pertenezca a la ONU. De ese organismo internacional he aprendido a desconfiar por hábito y con motivo. La historia que hay detrás de la famosa aspiración de esta gente de traer el ansiado Gobierno Mundial ya es suficiente, para mí al menos, para no creerme nada de lo que nos venden. Por si fuera poco, aquí, además, se presentan como salvadores de la humanidad.
En segundo lugar, me parece sospechoso el tratamiento de los zombis. Éstos, si nos fijamos un poco, son mostrados en Guerra Mundial Z con un cuidado único en el género, pues en las películas de serie Z los zombis, lógicamente protagonistas, son tratados con una estética violenta, expresionista, sangrienta y visceral. Esta película en cambio cuida mucho este punto. Quizá la explicación sea que han querido ofrecer una historia para todos los públicos, y por eso han suavizado la imagen de los seres que tan de moda están en las últimas décadas. Pero esto no excluye el pretendido mensaje detrás de Guerra Mundial Z, incluso pudiera favorecerlo al hacer de la historia un producto de mayor alcance.
En segundo lugar, me parece sospechoso el tratamiento de los zombis. Éstos, si nos fijamos un poco, son mostrados en Guerra Mundial Z con un cuidado único en el género, pues en las películas de serie Z los zombis, lógicamente protagonistas, son tratados con una estética violenta, expresionista, sangrienta y visceral. Esta película en cambio cuida mucho este punto. Quizá la explicación sea que han querido ofrecer una historia para todos los públicos, y por eso han suavizado la imagen de los seres que tan de moda están en las últimas décadas. Pero esto no excluye el pretendido mensaje detrás de Guerra Mundial Z, incluso pudiera favorecerlo al hacer de la historia un producto de mayor alcance.
¿Cómo explicar, por tanto, la escena en la que Brad Pitt trata de convencer a la familia portuguesa que les acoge en su casa antes de ser rescatados por el subsecretario de Naciones Unidas? En la misma, de hecho, se exhibe un lema misterioso que no es fácil de interpretar. Gerry les repite a los amables inquilinos esta extraña cantinela: «El movimiento es vida». ¿Pero qué quiere decir con eso? Insistiendo en que les sigan, en que abandonen su casa y se unan a ellos, les cuenta: «Yo trabajaba en lugares peligrosos; los que se movían sobrevivían, y los que no... Si vienen con nosotros tendrán más oportunidades». Pues bien, ¿qué hace la pareja? Se queda. Y a continuación, en cuanto Gerry y su familia salen del apartamento, nos enseñan cómo asaltan la casa de aquéllos. El mensaje es claro, la interpretación no tanto. Pues, en realidad, ¿está Brad Pitt hablando con ellos o con nosotros? ¿A quién dirige éste realmente su enigmático lema? Sea como fuere, lo cierto es que quien no sigue a Brad Pitt, quedando por tanto atrás, es inmediatamente víctima de los zombis. ¿O quizá sea más revelador decir, uno de ellos? Por otro lado, algo parecido le sucede al doctor que viaja con el equipo de Gerry hacia Corea del Sur para conocer el origen de la epidemia. Después de afirmar que la naturaleza es una asesina en serie y una cabrona —palabras por cierto que no estarían en boca de ningún verdadero científico, y que anoté para tenerlas a mano siempre— muere en un accidente. ¿Tiene sentido? Debe tenerlo, pero parece muy oscuro.
Ahora bien, la pregunta más importante, me parece a mí, es qué son realmente los zombis. Yo creo que Guerra Mundial Z es una alegoría preocupante que se lanza al espectador con un motivo. ¿Son los zombis realmente monstruos que alguna vez fueron humanos, enfermos quizá, o más bien disidentes? ¿Qué significa en realidad que la solución de la humanidad no sea una cura sino un camuflaje? ¿No es alguien invisible en este caso el que recibe la cura? Parece que el que no se vacuna, el que no desea camuflaje, el que no quiera unirse a los salvadores de la humanidad, quedará expuesto y se arriesgará a ser uno más de los zombis. Las consecuencias son evidentes para todos.
No estoy muy satisfecho del todo con lo que he expresado acerca de esta película, porque sé que no juego limpio al guardarme cosas que exigen su lugar propio y su espacio, pero iré aportando más piezas al puzle con las películas de la misma cuerda que están al caer en los próximos meses. Robopocalypse de Spielberg será la puntilla de todo esto que digo; pero antes vendrán otras, tal vez también la segunda parte de Guerra Mundial Z. Mientras tanto se puede hincar el diente a 28 días después de Danny Boyle o a Contagio de Steven Soderbergh.
Con el correr de los meses se irá disipando con toda seguridad la niebla que cubre las últimas palabras de Brad Pitt. Una palabras que, no sé por qué me da, van más allá de la inocente ficción que representan: «Si podéis luchar, luchad. Ayudaos unos a otros. Estad preparados para lo que sea: Nuestra guerra acaba de empezar». Es decir, que algo traman y nada bueno.
Según tengo entendido, los libros de Max Brooks, de donde sale precisamente Guerra Mundial Z, son mucho más explícitos y claros al respecto. Miedo me da leerlos. Porque esta película, como seguramente sean los libros de los que procede, es propaganda con un mensaje peligroso encubierto. Pues ¿qué es un zombi sino un hombre deshumanizado?
La moda zombi, por tanto, no es una estúpida moda inocente, sino algo más profundo que todo esto: Una forma reciente de acondicionamiento masivo. ¿Será esta vez parte de la humanidad a quien toque demonizar?
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